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A pedradas contra el adulterio

Sakineh Ashtiani cumple condena en una cárcel iraní acusada de haberle sido infiel a su marido, un delito penado con la lapidación en Irán

Sakineh Mohammadi Ashtiani aguarda en una cárcel iraní a que el Gobierno de su país y el tribunal islámico que la juzgó decidan cuándo va a morir. Pero esta madre de 43 años no está sola en su espera. Junto a ella se han situado las más de 200.000 personas que han firmado para evitar su lapidación y a favor de su libertad. Diversas organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional o Human Rights Watch también están llevando a cabo una campaña en su defensa.

El caso de Ashtiani saltó a la luz pública antes del verano cuando la Campaña Internacional por los Derechos Humanos en Irán dio la voz de alerta sobre la terrible situación en la que se encontraba esta mujer, madre de dos hijos, Farideh y Sajjad. Ashtiani fue condenada en 2006 por mantener con el primo de su marido "una relación ilícita", que es como el Código Penal iraní califica cualquier relación fuera del matrimonio. Como castigo recibió 99 latigazos y la pérdida de su libertad.

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El primo de su marido fue posteriormente juzgado por el asesinato del esposo de Ashtiani. En el juicio, el tribunal concluyó que ella y el familiar de su marido habían mantenido la relación antes de que Ashtiani fuera viuda, por lo que habían cometido "adulterio". Este delito está sancionado con la lapidación en el código penal vigente en Irán desde la revolución islámica de 1979. Un castigo que establece que deberá ser enterrada hasta el pecho y golpeada hasta la muerte con piedras que no sean tan grandes como para matarla de forma instantánea ni tan pequeñas que no le causen daño.

Durante uno de los interrogatorios a los que fue sometida Ashtiani, ella confesó el adulterio. De nada sirvió que luego se retractara alegando que había sido coacciona o que pidiera clemencia. Tampoco tuvo en cuenta el tribunal el hecho de que no existiera los testimonio que exige la polémica interpretación de la sharia (ley islámica) en la que se basa el código penal iraní. Cayeron también en saco roto las declaraciones del ayatolá Mohammad Ebrahim Yannati asegurando que no había base religiosa para imponer tal castigo a Ashtiani ni las críticas de las organizaciones de derechos humanos que llevan años denunciando la falta de garantías del sistema judicial iraní. Sakineh sigue presa y su futuro en manos de otros.

Días después de que la opinión pública internacional clamara por la liberación de Ashtiani, las autoridades iraníes anunciaron que la mujer no sería lapidada, aunque no mencionaban que se le fuera a conmutar la pena de muerte, por lo que puede ser ejecutada en "cualquier momento", como denuncia Amnistía Internacional. El anuncio quedó claro con las palabras del jefe de la autoridad judicial iraní que manifestó que "por el momento" se suspendía el veredicto "por razones humanitarias" aunque era algo "definitivo y aplicable". Estas palabras fueron refrendadas por el ministro de Exteriores iraní, Manucher Mottaki, que aseguró pocos días después que "la justicia iraní no ha suspendido la lapidación".

Una posible esperanza para Ashtiani surgió cuando el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, durante un acto en campaña electoral, se mostró dispuesto a acoger a la mujer en su país. La ilusión sin embargo no tardó en desvanecerse. Y el encargado de poner fin al sueño de ver a Ashtiani libre fue el presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, que dejó claro no deportaría a Ashtiani a Brasil.

La campaña internacional a favor de Ashtiani encontró una pronta respuesta en las autoridades iraníes, que hicieron aparecer a la protagonista de la historia, de la que apenas existen imágenes, en un programa de la televisión estatal el pasado 11 de agosto. Con un velo que solo dejaba ver una mínima parte de su rostro, que aún así estaba pixelado, Ashtiani confesó que fue cómplice del asesinato de su marido en 2005 y que tuvo una relación con el primo de este, a quién culpó del crimen. En la entrevista que se grabó en la prisión de Tabriz, el hogar de Ashtiani desde hace cuatro años, la mujer dio detalles del asesinato de su esposo y criticó que los medios de comunicación occidentales hubiesen interferido en su caso. Negó conocer a Mohammad Mostafaéi, el abogado que la defendió, y que tuvo que huir desde Irán a Noruega temeroso de las represalias por haber hecho pública la situación de su cliente. "Yo le digo a Mostafaeí: ¿Cómo te atreves a usar mi nombre, a mentir en mi nombre, a decir cosas sobre mí que no son verdad?", dijo Ashtiani.

El letrado se apresuró a asegurar que la confesión televisada fue obtenida bajo presión. Idea que reafirmó el otro abogado de Ashtiani, Houtan Kian, que añadió que la acusada grabó su intervención tras dos días en los que la torturaron. "Fue golpeada con dureza y torturada hasta que aceptó aparecer frente a la cámara", declaró Kian al periódico The Guardian.

Las ONG que luchan por la libertad de Ahstiani han vuelto a manifestar en estos días su preocupación porque las autoridades iraníes utilicen la confesión de la mujer para justificar su condena y que su ejecución sea inminente. Cientos de miles de personas luchan con el poder de su firma para que no ocurra.

Con información de Ángeles Espinosa, Georgina Higueras y Juan Arias.

Sakineh Ashtianí.
Sakineh Ashtianí.

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