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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

'Summa lex...'

LOS SUICIDIOS de dos prohombres italianos en los últimos días han puesto de manifiesto las trágicas consecuencias que a veces se derivan de la aplicación rigorista de la ley. La muerte de Gabriele Cagliari, ex presidente del Instituto Nacional de Hidrocarburos (ENI), y la de Raúl Gardini, ex hombrefuerte del grupo Ferruzzi, es un doble suceso cuyo alcance llega más allá de la angustia que produce la pérdida de dos vidas.Ambos estaban relacionados por el escándalo de la percepción de comisiones para la financiación ¡legal de los partidos a través del breve maridaje del ENI y Montedison, el gigante químico perteneciente a Ferruzzi Finanziaria. Ambos estaban siendo objeto de investigación judicial por su presumible responsabilidad; Cagliari se suicidó en la cárcel tras 134 días de prisión preventiva (el fiscal acababa de oponerse por tercera vez a su puesta en libertad), mientras que Gardini lo hizo en su domicilio milanés. Los dos son el paradigma del personaje que, tras décadas de estar en la cumbre política y económica, es incapaz de aceptar que de pronto su poder social omnímodo se ha acabado para siempre. Y, mientras es concebible que el primero se quitara la vida como la más dramática protesta por las condiciones de su continuada detención, puede sospecharse que el segundo lo ha hecho porque no ha podido soportar la presión de la Operación Manos Limpias.

Y ése es precisamente el punto controvertido. Manos Limpias surgió como instrumento judicial para limpiar a Italia de la corrupción, de las connivencias entre poder, finanzas y crimen organizado. Era -es- una labor que reclama un país harto, escandalizado por el comportamiento de sus clases política y empresarial. Los jueces italianos tienen no sólo la capacidad de apercibir a una persona de que se le hace objeto de una investigación, sino de encarcelarla preventivamente por tiempo indeterminado. El hecho es que hasta ahora la investigación ha provocado más suicidios (10) que procesos judiciales, entre otras cosas, porque la lentitud del sistema judicial y las ramificaciones de la corrupción hacen dificilísimo imprimir a Manos Limpias el ritmo acelerado que el país necesita para evitar daños irreparables al tejido social. Pero los jueces, en su afán de resolver rápidamente los expedientes, están cediendo a la tentación inquisitorial: mantienen a los investigados en la cárcel para impedir que destruyan las pruebas de su corrupción, pero también para quebrar su voluntad de resistencia -su dignidad, dicen muchos-. Con ello, no sólo se pretende arrancarles autoacusaciones, sino la incriminación de terceros. Es decir, se utiliza la prisión preventiva como instrumento de presión sobre el inculpado, lo cual desnaturaliza esta medida procesal y conculca garantías básicas del Estado de derecho.

Hoy se sabe que, independientemente de cuanto ocurra judicialmente con la Operación Manos Limpias y de quiénes al final hayan de cumplir condena, la rebelión de la sociedad italiana es completa. Su control por una clase dirigente poco limpia puede haber concluido para siempre. Y así, el sumo rigor no parece absolutamente indispensable: el propio presidente de la República, Oscar Luigi Scalfaro, ha considerado necesario lamentarse de los abusos de la prisión preventiva. Aplicar la ley con dureza extrema puede provocar situaciones de injusticia sin que por ello se incremente la posibilidad de corregir el delito. .Los dos sonados suicidios de la presente semana son, Como afirmaba La Repubblica, hechos horrendos; para las familias y los amigos, por supuesto; pero, sobre todo, para los magistrados investigadores de Milán, que han sido los primeros en reconocer que se -trata de "una derrota para todos nosotros".

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