Bush viaja por sorpresa a Bagdad
El presidente de EE UU celebra el Día de Acción de Gracias con los soldados en la capital iraquí
En un golpe de efecto que sacudió a Estados Unidos justo en la jornada más tranquila del año, el Día de Acción de Gracias, el presidente George W. Bush voló ayer en secreto a Bagdad, se reunió con representantes del Consejo de Gobierno iraquí y sirvió el pavo a los soldados de la Primera División Acorazada, que no podían creer lo que estaban viendo. Dos horas y media después del aterrizaje del Air Force One en Bagdad, con las luces apagadas para minimizar riesgos, el avión presidencial puso rumbo a Estados Unidos. Hasta ese momento, nadie supo nada de lo que había ocurrido, aparte de los 600 soldados y los dirigentes estadounidenses e iraquíes que vieron a Bush, el primer presidente estadounidense que pone los pies en Bagdad.
Una operación como ésta, tan cuidadosamente orquestada por Karl Rove, el cerebro político de Bush, y de la que se supieron los detalles a través de la Casa Blanca, de los periodistas que acompañaron al presidente y de los testigos, no podía descuidar la puesta en escena. Para que la sorpresa fuera total, Paul Bremer, consejero civil de Washington en Irak, anunció que iba a leer un mensaje presidencial en la cena del Día de Acción de Gracias que celebraran soldados de la Primera División Acorazada y de la 82ª Aerotransportada en una cantina del aeropuerto de Bagdad. Los soldados sabían que la cena era importante, porque estaba Bremer y estaba también el general Ricardo Sánchez, comandante de las fuerzas de la coalición en Irak.
La lectura de un mensaje presidencial corresponde a la primera autoridad presente en el acto, y Bremer dio entonces la señal: "¿Hay por aquí alguien con más autoridad que nosotros?". En ese instante, Bush, vestido con una cazadora de la Primera División Acorazada, salió de detrás de un cortinaje saludando a los asombrados soldados, que irrumpieron en aclamaciones y gritos.
Lo demás es imaginable. "Estaba buscando algún sitio para cenar caliente", dijo el presidente, que pasó de las bromas a responder a la emoción de los soldados que pasan lejos de casa el día en el que se unen las familias y los amigos: "Gracias por invitarme. No puedo pensar en una cena de Acción de Gracias con mejor gente que vosotros". Y enseguida, el agradecimiento y el intento de dar sentido a los muertos de cada día: "Os traigo un mensaje en nombre de los estadounidenses: estáis defendiéndonos del peligro, y os estamos agradecidos. Estáis derrotando a los terroristas aquí para que no tengamos que enfrentarnos a ellos en nuestro país. Estamos orgullosos de vosotros, EE UU os respalda con toda la fuerza".
Y el mensaje más político -no nuevo, pero constante- de alcance nacional e internacional: "Los terroristas están poniendo a prueba la determinación de EE UU. Confían en que salgamos corriendo. Pero no hemos llegado hasta Irak, pagado un amargo precio en bajas, derrotado a un implacable dictador y liberado a 25 millones de personas para retroceder ante una banda de gánsteres y asesinos", aseguró Bush, entre los aplausos de los soldados puestos en pie.
A los miembros del Consejo de Gobierno y a los ciudadanos iraquíes, el presidente les dijo: "El régimen de Sadam Husein ha desaparecido para siempre y estaremos aquí hasta haber cumplido los objetivos. Estoy seguro de que lo conseguiremos".
La brillante operación de relaciones públicas, a 11 meses de las elecciones y en un momento en el que la mitad de los estadounidenses condenan la política de la Casa Blanca respecto a Irak, tenía varios objetivos. En primer lugar, salir al paso de las crecientes críticas contra Bush por no asistir a los funerales de los soldados muertos. Después, trasladar a los 130.000 soldados la imagen de respaldo que necesitan en estos momentos para reforzar su moral. En tercer lugar, hacer llegar a los representantes iraquíes -Bush se entrevistó con cuatro miembros del Consejo- el mensaje de que EE UU va a continuar allí hasta que se consiga el objetivo de la estabilización y la reconstrucción del país.
La Casa Blanca había dicho que el presidente pasaría el Día de Acción de Gracias en su rancho de Crawford, en Tejas, haciendo llamadas telefónicas a los lugares en los que hay soldados estadounidenses en misión, para luego cenar con familiares e invitados. Se facilitó incluso el menú -no es que hiciera falta, porque el pavo es obligatorio en el Día de Acción de Gracias- y nadie pensó que había todo un plan en marcha. Se asegura que Laura Bush lo supo horas antes y que los padres del presidente, George y Barbara, no estaban al tanto, y tampoco parte del servicio secreto que se encarga de la protección presidencial. "Si se hubiera sabido cualquier cosa antes, habríamos dado la vuelta y el viaje se habría anulado", dijo a los periodistas en el avión Dan Bartlett, director de Comunicaciones de la Casa Blanca.
Bartlett se anticipó a las críticas sobre el viaje y dijo ayer que era absolutamente apropiado que el presidente visitara a las tropas en el Día de Acción de Gracias [el padre de Bush estuvo en Arabia Saudí en 1990, poco antes de la primera guerra del Golfo] y que se habían tomado todas las medidas para garantizar su seguridad. El pasado sábado, un avión de carga fue alcanzado por un proyectil en el aeropuerto de Bagdad y realizó un aterrizaje de emergencia.
El viaje secreto, de 30 horas de duración en total, empezó cuando era ya miércoles por la noche en Tejas, a las 2.30 del jueves (hora peninsular española). El presidente salió del rancho en un coche camuflado y abordó el Air Force One por la parte trasera para volar a la base aérea de Andrews, cerca de Washington. Se había explicado que el aparato necesitaba una revisión. En la base de Andrews, en un hangar, se cambió a un avión exactamente igual y la comitiva recogió a algunos asistentes y a cuatro periodistas y un equipo de televisión, a los que se obligó a jurar que no iban a romper el secreto de la operación hasta que no tuvieran permiso. A otros cinco fotógrafos y un reportero que venían de Tejas en el avión se les había exigido también el mismo compromiso.
El avión presidencial voló hacia Bagdad, donde aterrizó a las 15.31 (hora peninsular española), sin luces y con una vigilancia especial para neutralizar posibles ataques desde tierra. Dos horas y media después, el Boeing 747 estaba deslizándose otra vez por la pista del aeropuerto internacional de Bagdad.