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EL INGRESO DE TURQUÍA EN LA UE

La UE abre la puerta a un país musulmán

Bruselas apuesta por negociar la entrada de Turquía entre miedos y restricciones

Carlos Yárnoz

Europa abrió ayer por vez primera sus puertas a un país musulmán entre temores y cautelas. La Comisión recomendó lanzar las negociaciones de adhesión con Turquía, pero bajo estrictas condiciones que no garantizan la entrada y que ayer sirvieron en Bruselas para mitigar el valor de una histórica decisión que nadie celebró en la Unión Europea. El ingreso de un enorme país -780.000 kilómetros cuadrados-, muy pobre -28% de la renta europea-, llamado a ser el más poblado del club, despierta prejuicios por doquier. "Europa no tiene nada que temer de la incorporación de Turquía", dijo el presidente de la Comisión, Romano Prodi, al Parlamento Europeo, que ayer debatió una decisión que, advirtieron los contrarios, puede cambiar a la UE.

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El paso dado ayer por Bruselas supone de hecho que Ankara tiene ya un pie en la Unión y que el club europeo experimentará una total transformación si el proceso llega a su fin. La decisión de ayer puede acabar siendo la más trascendente de la construcción europea. Entre otras razones, porque se puede concretar en el primer experimento de convivencia entre Occidente y el mundo musulmán frente a la amenaza mundial del choque de civilizaciones. Los críticos insisten en que la llegada de Turquía puede "poner en riesgo el propio proyecto europeo".

Los jefes de Estado y Gobierno tienen el 17 de diciembre la última palabra, pero incluso los más reticentes ya dijeron que seguirán la recomendación de la Comisión. Por eso, la alegría en Ankara por la noticia no tuvo reflejo en Europa, donde dominaron las caras largas. Los que tomaron la decisión no se felicitaron y más bien parecieron excusarse y consolarse cuando repitieron una y otra vez que abrir negociaciones no significa, en este caso, acabar en la UE. "El resultado no está garantizado de antemano", alertó Prodi.

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Esos temores y la constatación de que Turquía debe aún seguir modernizándose han hecho que Bruselas materialice su "sí, pero..." en esta recomendación a los jefes de Estado y Gobierno: "La Comisión considera que Turquía cumple suficientemente los criterios políticos y recomienda que se abran las negociaciones de adhesión", pero "la irreversibilidad de las reformas, su puesta en práctica, y en particular las relativas a las libertades fundamentales, tendrá que ser confirmada durante un largo periodo de tiempo".

Por eso, la Comisión plantea que, en la "larga y compleja" negociación, se impongan a Turquía unos marcos desconocidos en las anteriores cinco oleadas de ampliación. De entrada, aconseja la imposición de una "cláusula de suspensión", según la cual las conversaciones quedarán rotas si los líderes europeos constatan, por mayoría, que en Turquía ha habido "una grave y persistente violación de los principios de libertad, democracia, respeto a los derechos humanos y libertades fundamentales".

El temor a una posible avalancha migratoria de trabajadores también aconseja, según la Comisión, que se pueda imponer a Ankara, que ya lo ha admitido, una "cláusula permanente de salvaguardia" para no aplicar a los turcos el sagrado principio de la libertad de movimiento y establecimiento de trabajadores.

Además, la UE pactará antes de acabar las negociaciones con Turquía (como pronto en 2014) unas nuevas condiciones para el reparto de las ayudas agrícolas y los fondos regionales. En un país con siete millones de agricultores (el 33% de la mano de obra) y con todas sus regiones con derecho al máximo nivel de ayudas por tener una renta por habitante inferior al 75% de la media europea, la UE calcula que la entrada de Turquía le costaría casi 28.000 millones de euros anuales a precios de 2004.

No menos miedo da a los dirigentes europeos el "sustancial impacto" derivado de que Turquía será a partir de 2020 el país más poblado de la UE. Si se mantienen las reglas del proyecto de Constitución, será el Estado con más poder en el club: tendrá tantos eurodiputados como Alemania y pesará más que nadie en el Consejo, donde el voto estará en relación directa con la población.

Con estos datos sobre la mesa, Prodi acudió por la tarde a la Eurocámara para defender el "sí prudente" del Ejecutivo comunitario a Ankara. Venía ya de presidir el largo debate en su equipo, donde el comisario francés Pascal Lamy criticó el paso a favor de Ankara y el holandés Fritz Bolkestein lo rechazó.

"Queda mucho por hacer", advirtió Prodi, para reconocer después que se dan "casos aislados, aunque aún numerosos, demasiados" de torturas (más de 600 denuncias este año). También el comisario de Ampliación, el alemán Gunter Verheugen, asumió ante los líderes parlamentarios que hay "abusos individuales", pero "no tortura sistemática".

Sólo dos grupos se mostraron opuestos a la vía emprendida por la Comisión. El alemán Hans-Gert Poettering, presidente del Grupo Popular Europeo (el más numeroso, con 268 escaños), advirtió entre aplausos lo obvio: "Si Turquía entra en la UE, tendremos una UE muy distinta, y eso lo tiene que saber todo el mundo". Defendió que la adhesión no es la única opción y apostó por la "asociación privilegiada", que es lo que defiende la CDU alemana. "Se trata del futuro de Europa", alertó.

Sólo los euroescépticos se sumaron a ese rechazo a la entrada de los turcos, aunque con el argumento de que tampoco la UE actual está preparada para dar el paso. Con poco entusiasmo, los demás grupos se sumaron a la propuesta de la Comisión. Unos y otros coincidieron en que el Ejecutivo comunitario ha hecho muy bien en poner tantas restricciones a Ankara. "Los que piden prudencia tienen razón", afirmó el socialista Martin Schultz, pese a decir que la UE estará "mejor con Turquía que sin Turquía".

Fue ésa la tónica del debate, aunque también se escucharon aislados comentarios frente a tantos "temores y prejuicios" que denunció el comisario Verheugen. "Los conservadores no se atreven a decir que quieren una Europa blanca y cristiana", espetó el izquierdista francés Francis Wurtz. "Turquía se merece mucho más que esto", alertó el liberal británico Graham Watson.

La utilización como escudo de las cautelas propuestas por la Comisión hicieron que tanto Prodi como Verheugen tuvieran que aclarar el verdadero sentido del acuerdo tomado ayer. "No es un proceso con un fin incierto. No. Es una negociación para la adhesión", aseguró el comisario. "Van a ser negociaciones para la adhesión, no de otro tipo", explicó Prodi.

El presidente de la Comisión intentó, sin éxito, insuflar algo de entusiasmo por esta última decisión de calado de su equipo: "No podemos imaginar un futuro para Europa del que no forme parte Turquía". A la sala de recepción de la UE llegarán antes Bulgaria y Rumania, que prevén entrar en 2007, aunque Bruselas ya les ha incluido una cláusula para retrasar la llegada un año si hay problemas. El año que viene, además, Croacia empezará sus negociaciones, según se anunció ayer oficialmente. Como fondo, una permanente pregunta en el aire: ¿debe fijar la UE unos límites geográficos definitivos?

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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