_
_
_
_
_
Reportaje:

Al Zarqaui ya no es querido en Jordania

El líder de Al Qaeda en Irak pierde el apoyo de sus compatriotas tras llevar el terror al corazón de Ammán

Al Qaeda ha logrado abrir, tras dos atentados frustrados y años de empeño, el frente de Jordania, pero la matanza de 57 civiles, víctimas de los ataques que el jueves sacudieron tres hoteles de Ammán, ha creado también un corte abrupto en el caudal de simpatía y admiración de que gozaba en el reino hachemí Ahmed Fadil Nazzal al Jalaliye, alias Abu Musab al Zarqaui, el terrorista más buscado del planeta. En Zarqa, la segunda ciudad de Jordania, todos echaban pestes ayer del hombre que comenzó sus andanzas en la guerra santa de Afganistán después de que salieran los soviéticos, a comienzos de los década de los noventa.

Delante de la vivienda en la que creció Zarqaui, en el barrio de Masum, la coincidencia de opiniones hace sospechar en la difusión de consignas. Fadi, un joven de 23 años, admite que sólo la carnicería de los hoteles Radisson, Hyatt y Days Inn de Ammán le ha hecho cambiar de parecer. "Hasta el jueves me parecía muy bien lo que hacía, pero ahora es diferente. Ojalá lo capturen y lo castiguen". Como otros lugareños, recuerda a un joven Zarqaui convertido en "el jefe del barrio, al que acudían otros chavales para arreglar sus disputas". "Yo estaba orgulloso de él. Pero ahora creo que cualquiera le entregaría a la policía", dice Fadi. Un coro de amigos asiente.

"En Irak nace una generación de expertos en guerrilla urbana listos para exportarla", dice un diplomático
Más información
Jordania anuncia la detención de una mujer iraquí que participó en los atentados suicidas de Ammán

Uno de los primos hermanos de Zarqaui regenta un pequeño local de alquiler de sillas y mesas para bodas y banquetes. Reniega de su pariente desde hace sólo tres días. Y como todos, suelta su letanía: "Este tipo de atentados contra civiles no son aceptados por el islam". Lo mismo que opina una residente de Áqaba, al sur de Jordania, que visita a unos familiares en Zarqa. Tiene 55 años y desaprueba la carnicería de inocentes. "Incluso durante la guerra no está permitido matar a civiles, sean musulmanes, cristianos o judíos". "Todos esperábamos esto, pero creíamos que ocurriría en embajadas, en comisarías. Tengo miedo. Ahora", añade, "no podré ir tranquila a los mercados, a los hoteles...". Es un temor compartido. Como es común la opinión de que los atentados contra policías y militares en Irak son harina de otro costal.

Fadi y la vecina de Áqaba -ciudad donde en agosto Al Qaeda lanzó dos cohetes artesanales contra buques de guerra estadounidenses-, pero también Uhmaya, otra ama de casa de 43 años, y Kemal, un funcionario del Ministerio de Vivienda, coinciden: los atentados suicidas contra soldados y policías en Irak son legítimos. "Soy un pacífico, pero si alguien invade mi casa, tengo que reaccionar", sostiene Kemal.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

A las puertas de la mezquita de Al Falá, en el campo de refugiados palestino de la ciudad, menores de 10 años reciben al extranjero, nada más descender del coche, con unas pocas pedradas. A diferencia de lo sucedido en el barrio de Masum, es más difícil encontrar a alguien dispuesto a hablar de Zarqaui, que reclutaba en este templo musulmán a adeptos prestos al suicidio. La inmensa mayoría de las mujeres portan la abaya, que las cubre de pies a cabeza. Yihad, un desempleado de 37 años, accede a contestar. Y su opinión es idéntica. "No es justo lo que ha sucedido. Eran civiles. ¿En Irak?, Sí. Es legítimo matar a los soldados". "Yo estudié", prosigue, "en la misma escuela que Zarqaui. Créeme, no iba a la mezquita".

Y es que el hombre por el que EE UU ofrece una recompensa de 25 millones de dólares se convirtió a una más profunda fe religiosa en prisión. Zarqaui fue detenido en marzo de 1994 -tras sus primeros escarceos terroristas a comienzos de los noventa- y sentenciado en 1996 a 15 años de cárcel. Sin embargo, salió por la amplia amnistía concedida por la ascensión al trono del rey Abdalá II. Se fue a Pakistán y también fue detenido durante dos semanas.

Zarqaui comenzó a deambular por Pakistán, el Kurdistán iraquí y Afganistán, donde colabora con los talibán tras los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington. En los primeros años del milenio funda varias organizaciones islamistas radicales y consigue aproximarse a Al Qaeda, con la que mantendrá desavenencias y reconciliaciones.

A partir de ahí, Jordania -que había sido objetivo de Al Qaeda en 1999, cuando trató de ejecutar tres atentados simultáneos: en un paso fronterizo con Israel, en el río Jordán y contra el mismo hotel Radisson de Ammán- no se aparta del punto de mira de Zarqaui. El hoy líder de Al Qaeda en Irak preparó el asesinato del diplomático estadounidense Lawrence Foley, en octubre de 2002. Y en abril del año pasado, la policía abortó un atentado con explosivos químicos contra la sede de los servicios secretos. Este año también se frustraron media docena de ataques. En los hoteles de capital norteamericano la policía no pudo evitarlos.

"Jordania ha perdido una batalla, pero no la guerra. Los servicios de seguridad han demostrado una profesionalidad tremenda. Y esto hace pensar que continuará siendo un baluarte crucial contra el terrorismo internacional. Este país no va a convertirse en un segundo Irak", asegura convencido una fuente diplomática europea. "Los grupos salafistas jordanos", añade, "están muy controlados. Y es complicado que puedan transformarse en terroristas. El problema es que Irak se ha convertido en un segundo Afganistán, donde está naciendo una generación de expertos en guerrilla urbana listos para exportar la guerra santa a países vecinos". Precisamente ayer, el primer ministro jordano, Maruan Muasher, certificó la responsabilidad de la organización Al Qaeda en Irak en el triple atentado, y dijo que los terroristas eran "no jordanos". "La preocupación de las autoridades es que Zarqaui se ha recuperado de los golpes recibidos con mucha rapidez", comenta el diplomático.

Lo único que no admite duda es que la política de Abdalá II -tal como anunció en un mensaje dirigido el viernes a la nación, en el que empleó un tono especialmente duro- no se va a desviar un ápice de la estrategia que emprendió su padre, el rey Hussein, hace décadas. Pieza clave de la lucha antiterrorista, fiel aliado de Washington en la región -Jordania es junto a Egipto el único Estado que ha firmado un acuerdo de paz con Israel- Ammán se implica en el entrenamiento de policías y militares iraquíes, y el monarca hachemí se afana por desacreditar una idea extendida en amplias capas de las poblaciones árabes, la de que Al Qaeda lucha por la liberación de Irak y de Palestina.

Jordanos sentados en un café de Ammán.
Jordanos sentados en un café de Ammán.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_