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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Paul Marcinkus, 'el banquero de Dios'

Responsable de las finanzas vaticanas, presidió el IOR desde 1972 hasta 1989

Enric González

Paul Marcinkus nació en Cicero, un barrio suburbial de Chicago, el 15 de enero de 1922. Ese mismo año, Al Capone estableció en Cicero el cuartel general de su organización mafiosa. Ésa fue una coincidencia muchas veces citada cuando, en 1987, la justicia italiana emitió una orden de detención contra el arzobispo Marcinkus, presidente del Instituto para las Obras de la Religión (IOR) y máximo responsable de las inversiones vaticanas.

Juan Pablo II apeló a la soberanía territorial del Vaticano para evitar la detención de un hombre al que, desde los tiempos de Solidaridad, debía mucho. Un pacto más o menos encubierto entre el Gobierno de Bettino Craxi y las autoridades pontificias permitió que monseñor Marcinkus se eclipsara y viviera en Phoenix, intensamente dedicado al golf, los últimos años de su vida.

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Marcinkus era un joven sacerdote cuando llegó a Roma, a mediados de los cincuenta. Un golpe de suerte le permitió conocer a Giovanni Battista Montini, futuro arzobispo de Milán y futuro papa Pablo VI: gracias a Montini, "mano derecha" de Pío XII, empezó a trabajar en el IOR. Su estatura (casi dos metros), su cigarro habano, sus inseparables palos de golf y sus ojos azulísimos le hacían inconfundible. Después de la elección del cardenal Montini como Papa se convirtió en algo parecido a un "guardaespaldas pontificio": el sacerdote de Chicago no se separaba nunca de Pablo VI.

Gran parte de la curia vaticana cayó fascinada ante la habilidad de Marcinkus para mover y multiplicar el dinero. A nadie pareció extrañarle que viajara continuamente a Nueva York y a paraísos fiscales como las islas Bahamas: hacía, en apariencia, lo mismo que cualquier otro banquero.

En 1974, sin embargo, se descubrió su relación con la quiebra fraudulenta del banquero Michele Sindona, y unos cuantos "pesos pesados" curiales, como el cardenal Agostino Casaroli, se convencieron de que Marcinkus era peligroso. Pero el escándalo se encubrió y el monseñor de Chicago siguió procurando beneficios a las arcas vaticanas.

Con la muerte de Pablo VI y la elección de Juan Pablo I, en 1979, la suerte de Marcinkus pareció agotarse. En realidad, ocurrió lo contrario: Juan Pablo I murió repentinamente (en todas las teorías sobre su presunto asesinato aparece Marcinkus) y le sucedió, como Juan Pablo II, un viejo amigo del banquero con sotana. En los años setenta, Marcinkus había canalizado dinero negro del IOR hacia las arcas del sindicato polaco Solidaridad, algo que Karol Wojtyla no olvidó jamás. Bajo Juan Pablo II, Paul Marcinkus fue algo más que presidente del IOR: se convirtió en una figura todopoderosa en el Vaticano.

El 18 de junio de 1982 se descubrió un cadáver ahorcado en el puente londinense de Blackfriars. Era el de Roberto Calvi, presidente del Banco Ambrosiano. Su aparente suicidio permitió desvelar una inmensa trama de corrupción que incluía, además del Banco Ambrosiano, la logia masónica Propaganda 2 (más conocida como P-2), dirigida por Licio Gelli y el IOR de Marcinkus.

Calvi había estado cubriendo durante años las pérdidas del IOR, causadas en parte por mala gestión, en parte por donaciones "políticas" secretas como las que beneficiaron a Solidaridad, y había generado en su propio banco un agujero de 1.400 millones de dólares.

La justicia italiana actuó con extrema lentitud, pero en 1987 la Fiscalía de Roma ordenó la detención sin fianza de Marcinkus. Juan Pablo II prefirió crear un conflicto diplomático con Italia antes que dejar caer a su protegido, y se negó a entregarle.

Marcinkus permaneció encerrado durante meses tras las murallas vaticanas, hasta que la orden de detención fue revocada gracias a la presión del pontífice. Después se retiró a Sun City, en los suburbios de Phoenix (Colorado, Estados Unidos), donde siguió jugando al golf hasta su muerte, ocurrida ayer de madrugada por una crisis cardiaca.-

El arzobispo Paul Marcinkus.
El arzobispo Paul Marcinkus.ASSOCIATED PRESS

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