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Un magnate que se lleva bien con todos

Mikati tiene buena relación con Siria e Irán, pero también con EE UU y Arabia

Enric González

Najib Mikati (1955) no es un extremista. Los multimillonarios no suelen serlo, y Mikati es el hombre más rico de Líbano (aunque hay quien dice que su hermano Taha tiene aún más dinero que él) y uno de los 500 hombres más ricos del planeta. Sus negocios incluyen telecomunicaciones, banca, aviación, construcción y petróleo, y sus intereses se extienden por todo el mundo. Por razones obvias, Mikati está interesado en mantener buenas relaciones con los Gobiernos occidentales. Habla un inglés excelente, suele optar por las soluciones pragmáticas y goza de excelentes amistades en EE UU y en la City de Londres.

Su vocación política fue tardía. Estudió en la Universidad Americana de Beirut y en Harvard y a los 27 años, junto a su hermano Taha, fundó Investcom, que en poco tiempo se convirtió en una de las mayores empresas de telecomunicaciones de Oriente Próximo y África. En 2006 vendió Investcom a la sudafricana MTN por 5.000 millones de euros, pero permaneció en la empresa como vicepresidente y miembro del Consejo de Administración.

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Tenía ya 43 años cuando fue nombrado ministro de Obras Públicas y 45 cuando, en 2000, consiguió un escaño parlamentario. Como en el caso de otros multimillonarios, su actividad política estaba directamente relacionada con su interés por velar por sus negocios. La actividad empresarial le había proporcionado buenas relaciones con la familia Assad, primero con el padre, Hafez, y luego con el hijo, Bashar, que heredó la presidencia de Siria, por lo que fue catalogado políticamente como prosirio pero, a la vez, como moderado y prooccidental. Eso le permitió convertirse en un hombre de consenso en 2005, poco después de que el asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri convulsionara el país.

Mikati asumió el cargo de primer ministro en una situación turbulenta y solo duró unos meses. En ese tiempo se celebraron unas elecciones generales que dieron la victoria al bloque prooccidental dirigido por Saad Hariri, el hijo del político asesinado.

Mikati abandonó el Gobierno y volvió a concentrarse en sus negocios, aunque se mantuvo como parlamentario en uno de los dos escaños de su partido, el Movimiento de la Gloria. El alejamiento del poder le permitió ejercitar de nuevo su talento para la equidistancia, manteniendo buenas relaciones con Hezbolá y con el régimen sirio, copatrón (con Irán) de la comunidad chíi libanesa, pero a la vez estrechando lazos con Arabia Saudí, patrocinadora de las fuerzas políticas suníes.

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Najib Mikati.
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