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Ola de cambio en el mundo árabe

El Gobierno de Siria dimite en pleno tras dos semanas de protestas

El presidente tiene previsto romper hoy su silencio y acudir al Parlamento

Enric González

La revuelta siria logró ayer su primer trofeo: el Gobierno en pleno presentó su dimisión ante el presidente Bachar el Asad. La caída del Gabinete formó parte de un plan destinado a calmar el malestar social y a demostrar que El Asad tenía la situación bajo control. Cientos de miles de ciudadanos se manifestaron en Damasco y otras ciudades en apoyo al presidente, que hoy tenía previsto comparecer ante el Parlamento para anunciar reformas y posiblemente el levantamiento del estado de excepción, vigente desde 1963.

Las manifestaciones de ayer mostraron cierto parecido con las elecciones al estilo sirio, que siempre ganan el presidente y el partido Baaz con un 97% de los votos: masivas, dirigidas por la burocracia estatal y con un inconfundible aroma a fraude.

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Participaron, sin duda, ciudadanos convencidos de que la dictadura de los El Asad era lo mejor para el país o temerosos de que una caída del régimen conllevara una guerra entre sectas religiosas o un Gobierno islamista. Pero la mayoría de los asistentes estaban ganándose el jornal. Miembros del Baaz y de sindicatos controlados por el partido explicaron a Reuters que se les había ordenado salir a la calle con fotos de Bachar el Asad. Maestros y maestras recibieron también instrucciones para que llevaran a los alumnos de manifestación.

Tanto en Damasco como en Alepo, Hama y otras ciudades las marchas fueron masivas, festivas y sin incidentes, y se corearon gritos como "el pueblo está con Bachar el Asad" y "no al sectarismo, no a los conflictos civiles, Siria es solo una". Las fuerzas de seguridad protegieron a la multitud.

En Siria solo están permitidas las manifestaciones de apoyo al presidente. Cualquier otro acto público de carácter político es ilegal. En las protestas de Deraa y Latakia, iniciadas hace menos de dos semanas, han muerto ya más de 60 personas (fuentes no oficiales elevan sustancialmente esa cifra) por disparos de las fuerzas de seguridad.

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Existía gran expectación ante el discurso que debía pronunciar el presidente. Desde la semana pasada distintos portavoces presidenciales anunciaron que se levantaría el estado de excepción, vigente durante casi medio siglo, y que se tomarían medidas de liberalización política y económica. Esas cosas ya fueron prometidas por El Asad en 2000, cuando heredó la presidencia de su padre, y en 2005, pero nunca se llevaron a término. El Asad justificó su inacción por la "resistencia" de la "vieja guardia" del entorno de su padre. En los últimos días circularon en medios diplomáticos informaciones sobre un supuesto enfrentamiento palaciego entre partidarios de la reforma y partidarios de ahogar en sangre la revuelta, sin que quedara claro de qué lado estaba el presidente.

Tampoco estaba claro que una nueva retahíla de promesas fuera a calmar los ánimos. La revuelta nació en Deraa, una ciudad cercana a la frontera con Jordania, para reclamar cosas elementales, como que no fuera necesaria la aprobación de la policía política para comprar o vender una casa (una de las severas medidas de seguridad que se aplican en las zonas fronterizas para evitar "infiltraciones"), pero la durísima represión radicalizó las protestas. En los últimos días se exigía el fin del régimen y el establecimiento de un sistema democrático, y se proferían insultos contra Bachar el Asad.

Manifestación progubernamental en una céntrica plaza de Damasco.
Manifestación progubernamental en una céntrica plaza de Damasco.(REUTERS)

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