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Las violaciones de los derechos humanos en Gambia, al descubierto

El hashtag #JammehFact recoge las denuncias de abusos de las autoridades durante dos décadas de gobierno con puño de hierro

Carlos Bajo Erro
Imagen compartida en Twitter con un 'hashtag' relacionado con la campaña contra el dictador gambiano Jammeh.
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Una violación de los Derechos Humanos puede, incluso, llegar a pasar desapercibida en un mundo que se mueve rápido y en el que los focos y la atención son tan numerosos como efímeros. Pero cuando la montaña de atropellos crece, resulta más complicado apartar despreocupado la mirada. Eso es lo que han pensado los ciberactivistas gambianos y cientos de usuarios comprometidos de Twitter, que han dado apoyo a la iniciativa #JammehFact, un hashtag en el que se visualizan juntos todos los excesos represivos atribuidos al régimen de Yahya Jammeh durante sus más de dos décadas de gobierno con puño de hierro. Los activistas han construido en la red social una especie de museo de los horrores del presidente del país de África Occidental, lo suficientemente grande y evidente para que nadie pueda excusarse en que no conocía la deriva del líder político.

A finales de 2015, la activista senegambiana Aisha Dabo advertía que, a pesar del férreo control que Jammeh ejerce sobre la población y los medios de comunicación del país, a pesar del Gobierno del silencio y del miedo que ha ido imponiendo en los últimos años, “los gambianos ya no están dispuestos a callarse”. El presidente llegó al poder hace 22 años, después de un golpe de Estado y, precisamente ahora, vive sus horas más bajas. En los últimos meses, la contestación social ha ido aumentando y terminó por estallar en una ola de manifestaciones a mediados de abril. En ese contexto, muchos han sido los que han leído en el proceso de revuelta popular un signo de agotamiento del régimen e, incluso, el principio de su fin. Los ciberactivistas han tratado de agilizar esa decadencia con diferentes iniciativas y campañas, hashtags que pretendía aglutinar la frustración y amplificar los argumentos de la protesta, como #GambiaRising o #JammehMustGo. Y, en medio de esta efervescencia digital, una ciberacción muy particular: la llamada a participar en el hashtag #JammehFact.

Precisamente un atropello de las autoridades fue la gota que colmó el vaso. El 16 de abril, una manifestación reclamaba la liberación de los detenidos en otra protesta dos días antes y el esclarecimiento de la muerte de varios arrestados mientras estaban bajo custodia policial. Los manifestantes se encontraron, de nuevo, con otra vuelta de tuerca de la represión. El resultado fue medio centenar de detenidos, incluidos conocidos líderes de la oposición. “La policía golpeó a los manifestantes, lanzó gases lacrimógenos y disparó fuego real. La policía, el ejército y grupos paramilitares estaban desplegados por toda la ciudad. Incluso hacer fotos se convirtió en un crimen, algunos fueron detenidos y golpeados por eso”, explica Aisha Dabo. La red de ciberactivistas panafricana, Africtivistes, lanzó la campaña #JammehFact ese mismo 16 de abril, para mostrar su apoyo a sus compañeros gambianos.

Los participantes querían llamar la atención sobre este último movimiento de protesta en Gambia, pero hacerlo apoyándose en la historia, recordando que la represión no era una novedad. Los 22 años de Gobierno de Jammeh están cuajados de denuncias de movimientos sociales, de organizaciones internacionales, de opositores y de ciudadanos de a pie. “La gente tiene tendencia a olvidar los abusos en Gambia”, se queja Dabo, “porque ha habido semejante cantidad y cada una más descabellada que la anterior. Ha habido purgas de brujas o mujeres condenadas por haber soñado con el presidente y haberlo explicado”.

“Por una vez el mundo se interesa por lo que pasa en este pequeño país durante un periodo de tiempo más largo de lo habitual”, dice Dabo a medio camino entre el reproche y la satisfacción, “y aprovechamos esta atención para recordar los abusos. La Constitución contempla el derecho a la manifestación pacífica, pero en Gambia, las autoridades no respetan la Constitución cuando no les conviene”. Pero los tuits no se limitan a la reivindicación de estos derechos básicos, sino que recuerdan algunos episodios del Gobierno de Jammeh que han caído en el olvido, al menos, en la comunidad internacional: recuerdan su llegada al poder; el tratamiento que recibe la oposición; las detenciones arbitrarias; las muertes de disidentes, misteriosas, unas veces, y violentas, en la mayoría de los casos.

Los protagonistas de esta iniciativa creen que se ha demostrado con #JammehFact la importancia de la presión internacional, una presión que parece que sólo se activa cuando las voces se escuchan lo suficientemente alto y las redes sociales han servido de altavoz en este caso. Dabo se queja que algunas instituciones internacionales como la Cedeao o la Unión Africana, que paradójicamente tiene una Comisión de Derechos Humanos con sede en Gambia y que el 16 de abril, precisamente, estaba reunida. Sin embargo, la movilización y la publicidad de estas protestas, las campañas lanzadas en las redes sociales que han impedido que esta contestación fuese, de nuevo, silenciada han hecho que países occidentales, instituciones internacionales y organizaciones de defensa de los derechos humanos hayan incrementado la presión. Los regímenes, incluso algunos de los que aparecen como aislados e indolentes, tienen una fuerte dependencia de su prestigio internacional y, en este caso, el gambiano ha visto peligrar una reputación ya bastante débil.

Desde que comenzó la movilización en las redes, la represión ha sido más débil Aisha Dabo, activista

“Desde que comenzó la movilización en las redes, la represión ha sido más débil. La policía y el ejército siguen desplegados, siguen las presiones a los opositores y a los militantes, pero también la gente que se manifiesta y canta en cada nueva convocatoria. En muchas ocasiones, la policía no actúa. Eso muy poco habitual, por no decir que no había ocurrido nunca. Creo que es evidente que saber que todos los ojos estén puestos en Gambia hace reflexionar a las autoridades”, explica la activista senegambiana. “Si su ‘prestigio internacional’ no interesase a Jammeh, como intenta hacer creer, habría continuado golpeando y deteniendo a los manifestantes”, advierte esta miembro de Africtivistes, que insiste en que sólo intentan mostrar al mundo “qué supone ser un ciudadano gambiano, bajo la autoridad de Jammeh”.

A medida que se han ido sucediendo los actos de protesta, #JammehFact ha evolucionado. A la voluntad de ser un reflejo de los abusos históricos, se ha añadido una motivación más actual. Junto a las denuncias de años pasados aparecen en el hilo de tuits pruebas del comportamiento de las autoridades en esta última oleada de protestas. La explicación ofrece Aisha Dabo sobre una menor contundencia de la represión no quiere decir que haya desaparecido completamente.

Los impulsores de #JammehFact ven la campaña como un complemento de la movilización que se está viviendo en el país. “Siempre ha sido peligroso criticar al Gobierno o quejarse en Gambia, pero los gambianos ya no tienen miedo y se expresan. Como se ve en las redes, son muchos, cada vez más, los que lo hacen. La solidaridad que se muestra en las redes sociales aumentan la motivación de los ciudadanos, les cohesionan. Esta vez la diferencia es que las acciones en las redes y en las calles continuarán. Las redes contribuirán al cambio. Los ciudadanos tienen el reflejo de documentar los abusos y comparten los vídeos en las redes, para demostrar que son muchos los que están dispuestos a protestar”, sentencia esperanzada Dabo.

Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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