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Brasil y Ecuador, al borde de la crisis

La decisión de Quito de expulsar a la constructura Odebrecht y su conflicto con la petrolera Petrobras ponen en peligro el proyecto de corredor interoceánico

Pese a la aparente sintonía política que existe entre los Gobiernos de Brasil y Ecuador, las relaciones bilaterales entre ambos países atraviesan uno de sus periodos más críticos de los últimos años tras la decisión del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, de expulsar del territorio de su país a la constructora brasileña Odebrecht y de haber puesto en jaque la permanencia en su país de la compañía petrolera Petrobras, de la misma bandera. El último episodio de un prolongado fuego cruzado, que comenzó el 23 de septiembre, ha sido la contundente respuesta dada por Brasil ante la inflexibilidad ecuatoriana con dos de sus mayores empresas nacionales: desde la sombra, ha sido el propio presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha tomado la decisión de suspender, sin previsión de nueva fecha, el envío de una delegación a Quito capitaneada por su ministro de Transportes, Alfredo Nascimento. La misión brasileña tenía por objeto sentar las bases de una gran inversión conjunta para trazar un corredor interoceánico que conecte el Pacífico (tomando como punto de partida el puerto ecuatoriano de Manta) con el Atlántico, una iniciativa que facilitaría la integración de Suramérica de oeste a este.

Espoleado por su aplastante victoria en el reciente referéndum para la reforma de la Constitución ecuatoriana, el presidente Correa volvía a hacer este sábado declaraciones de medidos tintes antibrasileños al confirmar, por si quedaba alguna duda, que la compañía Odebrecht "está fuera del país" por "burlarse" del Estado ecuatoriano. Según el mandatario, el decreto que oficializa la salida de la constructora fue firmado el pasado jueves. Correa también lamentó la decisión brasileña de suspender las conversaciones para la ejecución el corredor terrestre-fluvial interoceánico, si bien apostilló, con no poca razón, que el gran perjudicado por esa represalia será Brasil, ya que Manaos, capital del Estado brasileño de Amazonas, sería el centro neurálgico y principal beneficiario comercial del proyecto.

En lo que afecta a la estatal Petrobras, buque insignia de la economía brasileña junto a la minera Vale do Rio Doce, la tensión parece haberse rebajado después de que la petrolera haya cedido a las presiones de Quito para que modifique su modelo de explotación en el Amazonas ecuatoriano, donde extrae 32.000 barriles diarios, aumente la producción y se convierta en una mera prestadora de servicios, de forma que todo el crudo bombeado pasaría a ser propiedad de Ecuador.

Perjuicios "menores"

La Cancillería ecuatoriana emitía el sábado un comunicado en el que "se complace por la disposición de la empresa Petrobras de renegociar su contrato con el Estado ecuatoriano". Para la firma brasileña, que en estos meses saborea la miel del éxito tras el descubrimiento de dos grandes campos petrolíferos en el litoral de Río de Janeiro (Carioca) y São Paulo (Tupí), y que en breve confirmará los pormenores de un tercer hallazgo en la misma zona (ya bautizado como Júpiter), los perjuicios por la renegociación del contrato o directamente por su salida del país son "menores", dados los bajos niveles de inversión realizados por la compañía en Ecuador.

Según uno de los responsables de Comunicación del Ministerio de Relaciones Exteriores brasileño, Flávio Bettarello, la decisión de Correa ha causado en Brasilia "cierta perplejidad", principalmente después de la reciente cumbre de Manaos, en la que los mandatarios de Ecuador, Brasil, Venezuela y Bolivia sellaron un pacto para lanzar definitivamente el corredor interoceánico. "La preocupación existe, ya que ahora lo que está en juego es un proceso de integración regional", explican las mismas fuentes.

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La estrategia empleada por Lula consiste en convertir un contencioso de poca trascendencia económica, que afecta a una empresa privada brasileña, en un conflicto de dimensiones regionales que pone en la cuerda floja el mayor proyecto de integración suramericana de las últimas décadas. El gobernante brasileño espera que, como resultado de esta presión, Correa dé un paso atrás. En su entorno se da por hecho que Brasil continuará respondiendo a cualquier decisión ecuatoriana que considere injustificada y que perjudique a los intereses de las empresas nacionales.

La constructora Norberto Odebretch está en el origen y actualmente en el ojo del huracán de este conflicto, que amenaza con desencadenar una crisis diplomática entre Brasil y Ecuador. El pasado 23 de septiembre, Correa decidió expulsar a la empresa de su país por negarse a indemnizar al Estado ecuatoriano tras la detección de fallos en la hidroeléctrica de San Francisco, que producía el 12% de la electricidad consumida en el país.

La planta se cerró el pasado 6 de junio; en septiembre, Correa ordenó al Ejército su ocupación y suspendió los derechos constitucionales de los ejecutivos de Odebrecht en Ecuador. Algunos consiguieron abandonar el país, si bien dos continúan refugiados en la Embajada de Brasil en Quito. Cuatro contratos en vigor para la construcción de dos hidroeléctricas, un aeropuerto y la ejecución de un proyecto de riego por un valor total de 650 millones de dólares han quedado suspendidos.

A fin de minimizar el impacto económico del conflicto, la empresa, líder en el sector de la ingeniería en toda Latinoamérica, afirma que su facturación a nivel mundial será este año de 7.000 millones de dólares, y que de ese montante a Ecuador le corresponde tan sólo un 1,5%. "De todas maneras, todos y cada uno de los países donde tenemos intereses son importantes para Odebrecht", concluye con prudencia Julio Cesar Soares da Silva, del departamento de Comunicación de la firma.

De izquierda a derecha, Chávez, Morales, Lula y Correa, en la cumbre de Manaos, donde acordaron impulsar el corredor interoceánico.
De izquierda a derecha, Chávez, Morales, Lula y Correa, en la cumbre de Manaos, donde acordaron impulsar el corredor interoceánico.AP

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