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Las dudas sobre la gestión del presidente crecen en EE UU

Una encuesta refleja la caída de popularidad de Obama

Antonio Caño

A lo largo de los últimos meses se han ido acumulando pruebas de que Barack Obama está mejor valorado (o comprendido) fuera que dentro de su país, lo que suele resultar útil para ganar premios pero inconveniente para ganar elecciones. El último ejemplo son las encuestas sobre su nueva estrategia en Afganistán, de la que el público respalda el envío de más tropas y condena la fijación de una fecha para el comienzo de la retirada. Podría decirse sin riesgo que es justo lo contrario de lo que responderían quienes hoy han seguido en Europa la ceremonia de concesión del Nobel de la Paz.

El sondeo que hoy ha hecho público el diario The New York Times junto a la cadena CBS resume un panorama de escepticismo sobre esa guerra, dudas sobre las prioridades de gobierno de esta Administración y, en general, cierta frustración por lo hecho hasta la fecha por el presidente, cuya labor es aprobada por un modesto 50% de la población, lejos de ese apabullante 68% que esta misma encuesta le daba en el mes de abril.

La caída de la aprobación de la gestión es un hecho que Obama viene asumiendo desde hace tiempo. La semana pasada, en una comida con un grupo de periodistas, el presidente explicó que no va a gobernar mirando sus niveles de popularidad, y que es consciente de que algunas de las decisiones que tomará serán cuestionadas por la opinión pública. "Si basara mis decisiones en las encuestas", dijo, según el recuento de David Ignatius, "probablemente el sistema bancario habría colapsado, General Motors y Chrysler no existirían, y no está claro que la economía estuviera creciendo a estas alturas".

Afganistán se ha convertido en otra de las áreas que el público discute. No es que se estime equivocado el manejo del presidente -un 48% lo aprueba, diez puntos más que hace un mes-, es que los norteamericanos no ven la necesidad ni utilidad de esa guerra: un raquítico 2% lo considera el mayor problema del país, apenas un 39% cree que combatir allí les permite estar más seguros aquí y sólo el 26% confía en que el Gobierno de Afganistán sea capaz de estabilizar su país.

La encuesta demuestra, además, que el ángulo más novedoso de la nueva estrategia sobre Afganistán -también el más arriesgado y el que más se corresponde con el propio carácter del presidente-, es el que menos apoyo popular tiene. Un 51% de la población apoya el uso de otros 30.000 soldados, mientras que un 55% considera una mala idea que se establezca la fecha de julio de 2011 para iniciar la transición a las fuerzas de seguridad afganas.

Otro mensaje controvertido del sondeo es del relativo interés que los ciudadanos demuestran en el asunto al que más energías ha dedicado Obama desde que llegó a la Casa Blanca: sólo un 12% cree que el sistema sanitario es el mayor problema al que se enfrentan. Un 50% menciona la economía.

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Lo único bueno de las encuestas adversas es que pueden tornarse súbitamente en favorables, y Obama confía en que eso ocurra tan pronto como se reduzca el desempleo y los votantes entiendan lo que la reforma sanitaria puede representar.

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