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Discurso sobre el Estado de la Unión

Obama inicia la reconquista del apoyo popular

El presidente de EE UU utilizará la aparición televisiva más importante del año legislativo -el discurso del Estado de la Unión- para enfatizar sus propuestas económicas y abordar algunas de sus reformas

Antonio Caño

Después de un año perdido, Barack Obama intenta reconquistar la confianza de los ciudadanos norteamericanos con una serie de medidas destinadas a aliviar su sufrimiento por la crisis económica y a incrementar su fe en la actividad del Gobierno. Para ello, el presidente emprende este segundo año de gestión con un proyecto renovado, más modesto, pero más comprensible para los votantes y, probablemente, más cercano al deseo de la población media del país.

Ese proyecto, que relega algunos grandes cambios en beneficio de una serie de iniciativas para favorecer a las clases medias y poner orden en las cuentas públicas, exige algunos movimientos políticos significativos que se podrán deducir del discurso de Obama de esta noche sobre el Estado de la Unión:

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Obama reconecta con el sentir popular

1.- Marcar distancias con los demócratas en el Congreso. Sólo un 26% de los estadounidenses aprueba la gestión del Congreso, la institución más desprestigiada del país. Confiado en la mayoría de la que ha dispuesto hasta ahora, Obama ha canalizado toda su agenda política a través del Congreso, donde se ha visto obligado a una negociación espuria que la ha deslegitimado a los ojos del público. El Congreso, desafortunadamente, se convierte a menudo en un mercado persa en el que los parlamentarios se intercambian favores y votos a espaldas de la opinión pública. El Partido Demócrata, por su parte, vive permanentemente enzarzado en el conflicto entre sus alas izquierdista y conservadora. El presidente necesita señalar claramente sus objetivos y defenderlos sin contar con sus compañeros de partido, que estarán en este año electoral mucho más preocupados de su suerte particular en noviembre.

2.- Insistir en el bipartidismo. Aunque la izquierda lo aborrece y los republicanos lo entorpecen, cada encuesta deja más claro que los ciudadanos adoran el bipartidismo. Una de las principales razones del desprestigio de la política y de sus representantes en Washington es la fricción permanente por intereses que los votantes consideran miserables. No es fácil en el actual clima político, pero sólo un sincero esfuerzo bipartidista puede devolverle a Obama los decisivos votos de los electores independientes. Por otra parte, su distanciamiento de los demócratas puede ayudar al presidente a quedar por encima de la melé política del Congreso y obligar a los republicanos a una posición más conciliadora.

3.- Establecer un diálogo directo con los ciudadanos. Obama ha reconocido que, en su afán de hacer cosas, ha descuidado la comunicación con la población. Los norteamericanos valoran la proximidad del presidente. También la sencillez de su mensaje. Esas fueron las grandes virtudes de Ronald Reagan. No es ésta una labor sencilla para un hombre, como Obama, intelectualmente inclinado a la ambigüedad y a las realidades contradictorias, pero le es imprescindible lograrlo. El presidente es visto por sus compatriotas, injustamente, como un frío académico. Un personaje de su biografía, crecido en una familia que llegó a recibir ayudas públicas, no puede pasar a la historia como un estirado aristócrata de Nueva Inglaterra.

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4.- Demostrar rigor económico. Durante toda la historia reciente, los republicanos han conseguido caricaturizar a los demócratas como derrochadores del dinero público y débiles con el enemigo extranjero. Bill Clinton fue el primer demócrata reelegido desde Roosevelt porque rompió esa etiqueta y acabó con el déficit. La clase media, muy tolerante con el gasto que los republicanos hacen en el Pentágono, es intransigente con la inversión que los demócratas intentan en programas sociales. Obama sólo podrá retomar su programa de grandes transformaciones si consigue antes acreditarse como un riguroso gestor del dinero público.

5.- Firmeza en política exterior. Éste no es actualmente el mayor problema al que hace frente, pero es una sombra que estará presente durante todo su mandato. El público en su mayoría respalda la reacción que Obama tuvo tras el atentado frustrado de Detroit y su decisión sobre el envío de más tropas a Afganistán, los dos momentos más delicados de sus primeros doce meses. Pero el presidente no ha conseguido aún éxitos resonantes en el área internacional y tiene pendiente el peligroso desafío que representa Irán. Obama necesita este año acumular algunos méritos en ese área -se confía en algún avance pronto en las negociaciones palestino-israelíes y en un giro favorable de la guerra de Afganistán- y actuar ante el régimen de Teherán de una manera convincente para sus compatriotas.

Obama intentará reconstruir su presidencia desde esas nuevas bases. En su discurso ante el Congreso insistirá en que las grandes apuestas con las que inició su mandato -la reforma educativa, la construcción de energías alternativas, incluso la reforma sanitaria- siguen vigentes. Para abordarlas, sin embargo, es necesario un respaldo popular del que Obama carece hoy por hoy.

El presidente de EE UU, Barack Obama, acompañado de su asesor económico, Paul Volcker.
El presidente de EE UU, Barack Obama, acompañado de su asesor económico, Paul Volcker.REUTERS

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