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'Zar-kozy' en sus horas más bajas

El problema del presidente francés con Estados Unidos, decía en diciembre de 2009 un despacho del Departamento de Estado, es que quisiera ser el único gran interlocutor de Washington en Europa, y que tiene celos de todo lo que con él rivalice. Y de igual forma, su preocupación mayor es la de figurar allí donde la acción -"propenso a la acción, ambicioso y autoritario", se le define- sea más decisiva. Así se ha abierto a Siria, presunto nido de terroristas para Estados Unidos; Arabia Saudí e Israel, feudo particular de Washington; Georgia, la bicha de Rusia; y, muy notablemente, Brasil con quien Francia suscribió en 2009 un acuerdo de Defensa, base del gran rearme de potencia regional que proyecta el presidente Lula. En todo ello hay motivo suficiente para inquietar a Estados Unidos, aunque los cables del Departamento de Estado reconozcan que los objetivos de la Francia de Sarkozy son "básicamente los mismos que los de Washington".

El presidente francés, con maneras de 'zar' republicano, comenzó su mandato como un atlantista convencido, apoyando a Estados Unidos incluso durante el periodo más comatoso de la presidencia del segundo Bush, pero, quizá, a base de encontronazos con la realidad (la crisis económica mundial que obliga a graves recortes sociales y que cada dos por tres le saca media Francia a la calle, o el desastre de las municipales en marzo pasado en las que experimentó un grave retroceso la UMP gubernamental) ha ido re-galicanizándose al asumir el alma gaullista que anida un poco en el corazón de todos los políticos del hexágono; medio resignándose también al corporativismo ambiental de la sociedad y de la política francesa; forcejeando en el seno de la laberíntica polìtica de la Unión Europea; y hasta abroncando a la Alemania de la canciller Angela Merkel, cuando creía que Berlín quería hacer rancho aparte ante los desastres económicos de Grecia, Irlanda y el temor de que se les sume el Sur de Europa occidental. Últimamente Washington ve a SArkozy con una simpatía un pellizco condescendiente, pero sobre todo no duda de que nadie está en posición de hacerle sombra dentro o fuera de su partido. Aunque tenga solo un 39% de popularidad dice la diplomacia norteamericana que no se vislumbra alternativa alguna al "hiperactivo" presidente francés. Y cabe poca duda de que Washington le prefiere a cualquiera de los por hoy numerosos pre-candidatos del partido socialista para las elecciones del año próximo.

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