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Contra la 'okupación' de Buenos Aires

Movilización en la capital argentina frente a la toma de espacios públicos y privados por parte de familias pobres que reclaman una vivienda digna

Vecinos de Villa Lugano, un barrio obrero del sur de Buenos Aires, marcharon este fin de semana para protestar contra los okupas que han acampado en el campo de fútbol de un pequeño club llamado Albariño. Al mismo tiempo, los maquinistas fueron a la huelga hasta lograr que otras 180 familias usurpadoras liberaran los terrenos colindantes con la vía y la Villa 31, uno de los barrios chabolistas más grandes de la capital argentina y vecino de las zonas más lujosas.

El Parque Indoamericano de Villa Soldati, en el sur de Buenos Aires, ha vuelto a ser un gran predio abandonado y de hierba descuidada, sin más tiendas de plástico o cartón de los 13.000 okupas que se marcharon con la promesa de que el Estado les daría viviendas sociales. Sin embargo, las ocupaciones se han multiplicado desde hace una semana en Quilmes, suburbio del sur bonaerense, en Rosario o en Villa La Angostura, un exclusivo balneario de los Andes patagónicos.

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La ansiedad por la tierra continúa en Argentina, el octavo país más extenso del planeta, pero el número 33 en población (el censo de este año registró 40 millones de habitantes). La mayoría de los okupas son familias inquilinas de habitaciones en barrios chabolistas, a las que también se ha unido algún que otro oportunista que tiene casa y solo busca negociar un subsidio con el Ayuntamiento como condición para marcharse. Lo que unifica todos los casos es que, con o sin vivienda, ya sean argentinos o inmigrantes de Bolivia, Paraguay o Perú, todos son pobres.

Es difícil que alguien con una situación económica aceptable se convierta en intruso, acampe casi a la intemperie una semana en las peores condiciones higiénicas y además corra el riesgo de que los vecinos de esas parcelas ocupadas le ataquen con tiros, piedras y palos, como ha sucedido en el Indoamericano o en el Albariño, ante la pasividad de una Policía Federal que no quiere sumar más muertes en operativos de represión, como las tres ocurridas en Villa Soldati.

Hace un año, la Subsecretaría de Vivienda de Argentina divulgó un informe en el que reconocía que un cuarto de los hogares vivía en la precariedad. Eso equivale a 3,5 millones de familias argentinas con déficit de vivienda, dentro de los 40 millones de familias que lo padecen en Latinoamérica. Curiosamente, Buenos Aires era la ciudad con menos casas de baja calidad (4%), en contraste con su periferia (33%), Formosa (49%) o Jujuy (53%), dos ciudades del norte argentino.

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El 14% de las familias argentinas ocupa tierras o viviendas de forma irregular, según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA). En los barrios de chabolas, ese porcentaje asciende al 46%, mientras que el 8% vive en alquiler. A su vez, entre 2007 y 2009, la tasa de alquiler en las villas de emergencia, como se conoce a las favelas argentinas, se elevó en un 98% por la inflación y por encima de lo que subieron en barrios de más categoría. Un 8% de los hogares sufre hacinamiento en este país, pero en los barrios chabolistas, el índice es de uno de cada cuatro.

Detrás del drama de la lucha por un techo digno se acumulan décadas de crisis económicas recurrentes, el consiguiente aumento de la pobreza y políticas sociales insuficientes. En tiempos de los Kirchner, desde 2003, se han construido unas 300.000 casas sociales, más que en el pasado reciente, pero menos que las 420.000 que habían prometido en uno de los nueve programas vigentes.

También ha habido migraciones de áreas rurales de este país y de otros sudamericanos hacia las grandes ciudades argentinas. "Hay un excedente de población relación con el desarrollo capitalista moderno del país", opina Agustín Salvia, investigador de la UCA y de la Universidad de Buenos Aires. "Después de tantas crisis en los últimos 30 años, Argentina ha pasado a tener una marginalidad estructural que antes no tenía. Ya no se diferencia del resto de Latinoamérica. Esas personas no tienen salida ni inclusión en el capitalismo moderno.

Es un 25% de población que trabaja en el sector informal, es pobre, recibe mala educación, mala sanidad, mala seguridad, vive en villas y busca subsistir con medios legales o ilegales. Se maneja con los códigos de la marginalidad, no los de la clase obrera o media. A veces estalla, sin pretensiones de un cambio político, sino por sus demandas. Antes fue por comida o trabajo y ahora por vivienda", explica Salvia.

Al mismo tiempo, desde la época del corralito de los depósitos bancarios (2001), los que pueden ahorrar lo hacen en inmuebles, con lo que la tierra no ha dejado de encarecerse. El crédito hipotecario solo es asequible para la clase media alta, en un país en el que el sistema financiero ha quedado reducido a la mínima expresión tras el corralito.

El fuerte crecimiento económico de Argentina desde el año 2003 con una sola interrupción, en 2009, por la crisis mundial, ha logrado rescatar a la clase media de la pobreza en la que había caído a principios del milenio, pero no ha acabado con la marginalidad estructural, pese a la mejora de su consumo. La debacle internacional no golpeó tanto en Argentina porque el Gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner adoptó políticas para contrarrestarla, como los subsidios a las empresas para que no echaran personal, pero aumentó la migración desde otros países vecinos como Bolivia y Paraguay, según Salvia.

Además, en estos dos países, al igual que en Argentina, la agricultura transgénica fue desplazando minifundios, elevó el paro rural y alentó las migraciones a Buenos Aires, Tucumán, Salta o Resistencia, tres ciudades del norte argentino. Allí algunos extranjeros sudamericanos no solo encuentran trabajo, sino que ganan más que en sus lugares de origen y tienen acceso a beneficios sociales de los que carecen en sus países, como la subvención por hijo y la sanidad y la educación gratuitas.

Ocupantes del parque en el barrio obrero de Villa Soldati, en Buenos Aires, llevan el féretro de uno de los inmigrantes muertos en los enfrentamientos que reclaman una vivienda.
Ocupantes del parque en el barrio obrero de Villa Soldati, en Buenos Aires, llevan el féretro de uno de los inmigrantes muertos en los enfrentamientos que reclaman una vivienda.AP

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