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El principal dirigente chií regresa a Bahréin indultado por el rey

La oposición moderada denuncia que los islamistas radicales controlan la protesta

"El diálogo y las promesas no son suficientes. Tenemos que ver avances concretos", ha declarado Hasan Mushaimaa a su llegada a Bahréin desde el exilio, respecto a la invitación del rey Hamad. El líder del grupo opositor Haq estaba siendo juzgado por intentar derrocar a la monarquía y su perdón es una de las concesiones del monarca al movimiento pro democracia que ha puesto a su Gobierno contra las cuerdas. Pero ni el regreso de Mushaimaa, ni el cambio de varios ministros, contribuyeron a aplacar a los manifestantes.

Mushaimaa esquivó la pregunta de si iba a pedir la abolición de la realeza e incluso se declaró dispuesto a aceptar una monarquía constitucional, "si la familia real es sincera al respecto y eso es lo que quiere la mayoría". En todo caso insistió en que los cambios deben dar más poder a la gente, el único punto en el que todos los opositores parecen estar de acuerdo, ya que se está abriendo una brecha entre quienes piden el fin de la dinastía Al Jalifa y quienes la aceptan a cambio de que ceda el poder al Parlamento.

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"No sabemos a dónde vamos. Es todo muy confuso", confía a este diario Yasem Husein, uno de los 18 diputados de Wefaq, el principal grupo de oposición parlamentaria hasta que la semana pasada se retiró de la Cámara en protesta por el uso de la fuerza contra los manifestantes de la plaza de la Perla. "Hay una división entre los radicales que quieren acabar con la monarquía y los moderados, como yo, que defendemos un cambio estructural del sistema", explica Husein. Esas diferencias están bloqueando una respuesta unificada a la oferta de diálogo del rey.

Una docena de grupos, entre asociaciones políticas (en Bahréin no están permitidos los partidos) y corrientes populares, tienen que ponerse de acuerdo sobre las demandas que van a presentar al príncipe heredero, encargado por su padre de la interlocución.

"Los radicales controlan la plaza de la Perla", advierte Husein. En su opinión, el movimiento no es ya la protesta espontánea que se convocó el pasado día 14 a través de Facebook. "Hay manos ocultas", asegura refiriéndose a "la gente que está detrás de toda la organización, de las donaciones". Aunque se resiste a dar nombres, se refiere a Haq y a Amal (la Asociación de Acción Islámica), dos grupos islamistas chiíes más radicales que el Wefaq y cuyos simpatizantes constituyen la espina dorsal de la Juventud del 14 de Febrero, como se han bautizado los jóvenes activistas.

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Nabil Rajab, responsable del Centro de Derechos Humanos de Bahréin, resta importancia a esas diferencias. "Los jóvenes aspiran a un cambio más radical porque no ven que el Gobierno sea serio, en el momento que su respuesta sea convincente, estarán de acuerdo y habrá una respuesta unificada", asegura.

De momento, los agitadores han empezado a utilizar una nueva táctica para promover sus exigencias. Desde la plaza de la Perla, centro de sus actividades, organizan marchas para extender la protesta a todos los rincones de la ciudad. El sábado se dirigieron al barrio financiero y ayer lo hicieron hasta el Ministerio de Exteriores.

"Vete Hamad, Vete Hamad", coreaba la multitud cada vez más convencida de su poder. "El pueblo quiere la caída del régimen", se oía también haciéndose eco del lema popularizado en Túnez y Egipto.

"Algunos de los eslóganes son demasiado", afirma Munira Fakhro, vicepresidenta del grupo liberal Waad, que no logró ningún escaño en las últimas elecciones. El Waad había apoyado hasta ahora todas las manifestaciones del movimiento pro democracia, pero muchos de sus simpatizantes empiezan a quedarse en casa. "Estamos preocupados", admite Fakhro. En su opinión, "el Wefaq, en tanto que partido con más seguidores, debiera aceptar la invitación al diálogo del príncipe heredero". "Si no lo hace, la situación va a deteriorarse", advierte.

Para ella que el Gobierno retirara las tropas de la plaza de la Perla, liberara a los presos políticos y haya abierto una investigación sobre la actuación policial que causó los siete muertos, son concesiones que permiten sentarse a hablar. Husein no está tan seguro. "Nuestra preocupación es que no se trata de un diálogo con objetivos concretos, un marco temporal y un plan de trabajo. Es demasiado difuso", explica. Aún así, discrepa del objetivo último de los radicales.

"Si intentamos cambiar el régimen, nos arriesgamos a una intervención de Arabia Saudí. Sin embargo, un cambio estructural contaría con el apoyo de Europa y Estados Unidos", concluye.

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