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Los rebeldes demoran el asalto sobre Sirte para permitir la salida de civiles

Más de 600 habitantes huyen en las últimas horas de la ciudad natal de Gadafi "Muchos tienen las manos manchadas de sangre", afirma un portavoz militar

FRANCISCO PEREGIL (ENVIADO ESPECIAL)
Miles de libios huyen de Sirte, la ciudad natal de Gadafi.
Miles de libios huyen de Sirte, la ciudad natal de Gadafi.ANIS MILI (REUTERS)

Más de 600 civiles han logrado salir desde las seis de mañana de hoy de Sirte, la ciudad natal de Gadafi y uno de los últimos bastiones del antiguo régimen, gracias a las presiones del Ejército rebelde, que ha retrasado el asalto final para liberar a la ciudad. "Está saliendo mucha gente con las manos manchadas de sangre", afirma el comandante Wagdy Tabyt, de 45 años. "A estas alturas de la guerra, muchos han cometido algún delito allí dentro, por eso tenemos que registrar los coches que salen de Sirte con mucho cuidado; esta mañana hemos cogido a dos", añade.

En medio del caos y la confusión que se vive en el frente, el miliciano Mohabed Abdala, de 28 años, parece tranquilo y contento. El domingo participó en la toma de Abu Hadi, el pueblo natal de Muamar el Gadafi, a unos diez kilómetros de Sirte, y la operación fue un éxito, según su testimonio: “Lo hemos conquistado. Hoy, la situación en ese pueblo es de calma. Apenas tiene 3.000 o 4.000 habitantes, no ha sido demasiado difícil y no hay apenas francotiradores. Nos quedan solo algunos lugares dentro del pueblo por conquistar, alguna pequeña resistencia, pero hoy terminaremos de controlarlo”.

Lo que preocupaba a Mohamed Abadala era lo que tenía enfrente: el complejo de edificios de Wanadugu, donde Gadafi solía acoger a los líderes de la Unión Africana. Allí se estaba librando la mayor batalla del día. “Hace más de una semana, durante la última gran ofensiva, llegamos hasta ahí, nos lanzaron muchos cohetes y tuvimos que retroceder. Es un lugar muy complicado para atacar, porque tiene muchos árboles y muchos pequeños edificios. Y ellos se mueven, disparan cohetes y cambian de posición constantemente. Por eso no pudimos entrar. Pero esta vez va a ser distinta. Discúlpeme ahora, pero me toca atacar de nuevo”.

Los rebeldes aseguran que han tomado el control de la ciudad de Abu Hadi y que la situación es de calma

Sin consultar a ningún mando, Abdala se subió en una camioneta armada con una batería antiaérea y se lanzó hacia Wanadugu, el lugar desde el que provenían todos los disparos. No habían pasado apenas dos minutos cuando Abdala llegó con el coche, bajó sonriendo y se abrazó a sus compañeros. “Acabo de destruir un edificio que estaba antes de Wanadugu, lo acabo de ver con mis propios ojos, Alá es grande”, decía.

Cerca del frente de Wanadugu, en la entrada de Garbiat, el soldado Mohamed Abodaboss, comentaba el lunes que mientras en las 48 horas anteriores habían salido unos 2.000 o 3.000 civiles de Sirte, este lunes apenas lo hicieron unos 25 vehículos. “Los malauain, que es como nosotros llamamos a los civiles con armas leales a Gadafi, ya no dejan salir a las familias. Incluso un vehículo de la Cruz Roja que ha entrado en Sirte ha tenido que volverse porque había demasiados disparos”.

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Pero la presión rebelde sobre Sirte ha dado sus frutos y esta mañana los civiles pudieron volver a salir de la ciudad.

El comandante Wagdy Tabyt explica por qué la toma de Sirte se retrasaba una y otra vez. “Ellos tienen las armas más modernas, unas armas que nosotros no habíamos visto nunca. Y conocen la ciudad. Muchos de nosotros no hemos estado ahí nunca. Pero al principio ellos creían que nosotros no estábamos dispuestos a morir y ahora se están dando cuenta de que vamos a dar la vida por la libertad de este país”.

Mientras tanto, en Trípoli, el jefe militar del Consejo de Transición de Trípoli, ha vuelto a pedir a las milicias rebeldes que no se paseen por las calles con el armamento pesado. Pero su petición ha resultado ser solo eso: una petición, un deseo explícito que trasladaba el malestar de miles de ciudadanos en Trípoli a los que ya no les hace tanta gracia los tiros de celebración que se oyen cada noche. Nadie tiene autoridad ahora mismo para expulsar de Trípoli a ninguna milicia rebelde de otra ciudad, y mucho menos, para retirarle las armas. Muchos de esos rebeldes tal vez sean más necesarios en Sirte que en Trípoli. Pero los mandos militares de Misrata no quieren renunciar al frente político de la capital.

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Sobre la firma

FRANCISCO PEREGIL (ENVIADO ESPECIAL)
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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