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Una guerra de ADN y focos

Los abogados de Amanda Knox y Raffaele Sollecito logran la absolución cambiando la imagen de los jóvenes

Amanda Knox en el aeropuerto de Fiumicino, antes de embarcar hacia EE UU.
Amanda Knox en el aeropuerto de Fiumicino, antes de embarcar hacia EE UU. ANSA (REUTERS)

Al conocer la sentencia, la gente gritó “¡vergüenza!”. Pero no contra la policía o los fiscales que no supieron amarrar bien el caso, ni siquiera contra el tribunal de apelación que absolvió a la estadounidense Amanda Knox y al italiano Raffaele Sollecito del brutal asesinato de la inglesa Meredith Kercher, sucedido el 2 de noviembre de 2007 en la casa de Perugia que las dos jóvenes compartían. La gente gritó “¡vergüenza!” contra los abogados de Knox y Sollecito porque, en el plazo de apenas dos años, lograron cambiar radicalmente la imagen de sus clientes ante la opinión pública.

La guapa Amanda era a final de 2009 una bruja perversa capaz de las mayores atrocidades y el apuesto Raffaele su criado perdidamente enamorado. Sin embargo, la mañana del pasado lunes, Knox y Sollecito fueron presentados ante el tribunal y ante el mundo –las principales cadenas retransmitieron el fallo en directo- como dos jóvenes víctimas de una mala investigación. La cuestión es hasta qué punto el jurado, formado por dos magistrados y seis vecinos de Perugia, fue capaz –en 2009 y ahora—de sustraerse a la presión mediática y a los estereotipos.

Porque de ambas cosas hubo y en dosis elevadas. De tal forma que hasta el presidente del tribunal de apelación, Claudio Pratillo, tuvo que recordar que el proceso no se podía convertir en una contienda entre hinchas de dos equipos enfrentados –los medios norteamericanos apostaron por la inocencia de Amanda y los británicos llegaron a jugar con su apellido para llamarla perversa-. Y la abogada de Raffaele Solecito, la muy conocida jurista Giulia Bongiorno, presidenta de la comisión de Justicia del Congreso de los Diputados, hizo un resumen bastante aproximado del proceso: “Todo el juicio se ha basado sobre dos elementos: el retrato deformado de los imputados y las pruebas científicas desmontadas por la pericia.

Porque él [Sollecito] fue pintado por la acusación y los medios como un bobo que nunca tiene su propia opinión; en cambio ella pasó como la Venus con el abrigo de piel. Una mujer perversa que da órdenes con el látigo, que hace esclavo el hombre con el sexo”. La abogada logró que el tribunal, en sus casi 12 horas de debate, pusiera del revés la sentencia que, dos años antes, había condenado a Knox a 26 años de cárcel y a su antiguo novio a 25. Se trataba de hacerles pensar que quizás Amanda solo fuese una pobre muchacha, que tal vez las pruebas en su contra no fuesen tan concluyentes…

Polémica sobre la policía científica

La fiscalía fundamentó en gran medida la acusación a Knox y a Sollecito en las trazas descubiertas en el sujetador de la joven víctima y en un cuchillo hallado en casa del propio Sollecito. Según los análisis de la policía científica italiana, en el gancho del sujetador que Meredith llevaba cuando fue asesinada había trazas del ADN de Sollecito; y, en el cuchillo en cuestión, se detectaron tanto restos de sangre de la británica como ADN de Amanda Knox, informa Andrea Rizzi. Sobre esa base, los fiscales argumentaron que Meredith fue agredida por los dos junto con Rudy Guede, un joven marfileño de 21 años, en un “crescendo incontrolado e imparable, de violencia y juego sexual que acabó con la muerte”.

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Sin embargo, el peritaje ordenado por el tribunal de apelación desacreditó esas pruebas. Los profesores Stefano Conti y Carla Vecchiotti no pudieron rehacer los tests, por la escasez y las malas condiciones del ADN en el cuchillo y el sujetador. Pero, tal y como pidieron los jueces, procedieron a una revisión de los análisis de la policía científica. Su conclusión fue que los mismos “no respetaron los protocolos internacionales de recolección y procesamiento”.

No obstante, los abogados de Amanda y Raffaele no quisieron confiar la suerte de los jóvenes a unas trazas difusas de ADN. Sabían que, a pesar de las palabras del presidente del tribunal, el proceso se había convertido en un gigantesco culebrón televisivo. Había que ganar en el plató. Amanda logró volver a Seattle y Sollecito a su pueblo junto al mar, en el sur de Italia. Ahora solo falta saber quién mató a Meredith.

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