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La votación aumenta el aislamiento de Obama en la crisis palestino-israelí

La admisión de Palestina deja a EE UU en una situación de retirada del organismo

Antonio Caño
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.BRENDAN SMIALOWSKI / POOL (EFE)

La admisión de Palestina como miembro de la Unesco aumenta la presión sobre Estados Unidos para encontrar una solución negociada del conflicto palestino-israelí antes de tener que imponer su veto para impedir que Palestina se convierta también en miembro de la ONU. El riesgo de un fracaso de Barack Obama, cada día más aislado en este asunto, parece inevitable.

Obama se reunió ayer con el ex primer ministro británico Tony Blair, representante del Cuarteto que negocia el problema palestino, en el enésimo intento de elaborar un plan para reanudar las conversaciones bilaterales. Pero Blair no goza ya de autoridad para impulsar una propuesta, al Cuarteto (EE UU, Rusia, Unión Europea y ONU) no le queda oxígeno para seguir actuando y ni el propio Obama demuestra la voluntad suficiente como para sacar algo adelante.

La situación, desde el punto de vista de la negociación, es desalentadora, y el voto de ayer en la Unesco es el recordatorio de que este conflicto se encamina hacia más confrontación y mayores dificultades. Todavía está bajo estudio de un comité del Consejo de Seguridad de la ONU la solicitud presentada por Palestina el pasado 23 de septiembre para ser admitida como miembro de pleno derecho de esa organización. La votación final está congelada a la espera de una mejor alternativa, pero probablemente tendrá lugar este noviembre, con lo que la polémica generada sobre el voto de la Unesco puede ser un modesto aperitivo de la tormenta que se puede generar por la decisión del Consejo de Seguridad.

Una ley aprobada en los años noventa obliga a la Administración norteamericana a suspender su contribución económica a cualquier organismo de la ONU que admita a Palestina. EE UU aporta el 20% del presupuesto de la Unesco, lo que representa actualmente unos 70 millones de dólares. Aunque Obama intente retrasar la suspensión de las contribuciones con determinadas maniobras, es casi imposible que el Congreso, en su conformación actual, le facilite cualquier opción que no sea el pleno cumplimiento de la ley.

EE UU quedará, por tanto, en una situación de retirada de hecho de ese organismo, del que ya estuvo ausente desde que Ronald Reagan lo decidió por las sospechas de que estaba demasiado escorado hacia los enemigos de EE UU. George Bush se reincorporó después de los atentados del 11 de septiembre, pero en la actualidad la mayoría dominante en el Partido Republicano es contraria a la participación en el sistema de Naciones Unidas.

Con todo, ese no es el aspecto más grave de la votación sobre la admisión de Palestina. Lo más grave es que se produce en un momento en que la Casa Blanca carece de una estrategia viable para evitar la profundización del conflicto. Obama está hoy bajo sospecha de las autoridades palestinas, por negarse a respaldar su iniciativa de reconocimiento internacional, y también bajo sospecha del Gobierno de Israel, por haber defendido la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967. Su capacidad de maniobra es mínima.

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A eso se suma la presión doméstica de un Congreso que, en el caso de que se llegue a votar en el Consejo de Seguridad, va a demandar medidas de represalia contra la ONU y contra los palestinos, incluida la suspensión de las aportaciones que se hacen a la organización internacional y de las ayudas que se entregan a la Autoridad Palestina.

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