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Las provocaciones islamistas inquietan a los laicos de Túnez

El futuro primer ministro anuncia el inicio del sexto califato del islam

Manoubia Bouazizi, madre del joven tunecino Mohamed Bouazizi, quien prendiéndose fuego originó la cadena de revueltas populares.
Manoubia Bouazizi, madre del joven tunecino Mohamed Bouazizi, quien prendiéndose fuego originó la cadena de revueltas populares.STR (EFE)

¿Metedura de pata, provocación o anuncio de sus verdaderas intenciones? Menos de un mes después de su aplastante victoria en las primeras elecciones democráticas en Túnez, los islamistas de Ennahda (Renacimiento) han desatado la polémica e incluso la preocupación con declaraciones que contradicen su línea moderada durante la campaña.

Las palabras más llamativas las pronunció Hamadi Jebali, el número dos de Ennahda y aspirante a primer ministro. “Estamos en un momento histórico, divino, entramos en el ciclo de una nueva civilización bajo la égida del sexto califato (...)”, afirmó el domingo en Souss. El califato es el Estado basado en la sharia (ley islámica). El quinto y último en la historia fue el otomano al que puso fin, en 1924, Mustafá Kemal Atatürk.

Otras dos salidas de tono de dirigentes islamistas añadieron leña al fuego. La diputada por Túnez Souad Abderrahim, farmacéutica y una de las pocas militantes que no se cubre con el hiyab (pañuelo islámico), sostuvo que las madres solteras no deben gozar de derechos mientras no se casen.

El propio Rachid Ghanouchi, el líder islamista, se lamentó públicamente de que el árabe que se habla en Túnez esté “contaminado por el francés”, un comentario que ha disgustado a las elites francófonas.

Más grave aún, Nabil Karoui, el dueño de Nessma, la principal televisión privada, y dos de sus colaboradores, corren el riesgo de ser condenados a tres años de cárcel por “atentar contra los valores sagrados, las buenas costumbres y alterar el orden público”.

Fueron denunciados por 140 abogados de ideología islamista por programar la película de animación Persépolis sobre la revolución iraní en la que aparece Dios con el aspecto de un anciano barbudo de pelo blanco. El islam prohíbe representar a Dios. El juicio, que debía de haber empezado el jueves, ha sido aplazado al 23 de enero.

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La mención al califato de Jebali, que se convertirá probablemente en primer ministro, ha paralizado brevemente las negociaciones entre Ennahda y dos partidos laicos para la formación del Gobierno. Ettakatol, vinculado a la Internacional Socialista, suspendió su diálogo con los islamistas. “Creíamos que ibamos a construir una II República con nuestro socio y no el sexto califato”, señaló Khamais Ksila, responsable socialista.

Jebali y la diputada Abderrahim han matizado después sus palabras, pero a ojos de muchos sus explicaciones no son creíbles. Practican “un doble lenguaje que difiere si se dirigen a las masas en un mitin, arengándolas con eslóganes retrógrados, o a las medios de comunicación, con los que emplean un lenguaje de lo más cívico”, subraya el columnista Tarak Arfaoui en la web Kapitalis.

Otra explicación más benévolos resbalones islamistas es que, después de haber hecho gala de moderación durante la campaña, la dirección del partido ha endurecido su lenguaje para congraciarse con sus bases más radicales.

Reunidos esta semana en Túnez, los obispos católicos del Magreb han dado un cauto voto de confianza a Ennahda. “Va a ejercer el poder y seré vigilante”, declaró monseñor Maroun Laham, arzobispo de Túnez. Aun así vaticinó que la libertad religiosa “saldrá reforzada de la nueva Constitución” que será redactada en una asamblea dominada por los islamistas.

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