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Un nuevo rumbo para los Hermanos Musulmanes

El Partido de la Libertad y Justicia se desmarca de los salafistas La cofradía niega que haya una "alianza" para formar "un gobierno islámico"

Khairat al-Shater, alto cargo del PLJ
Khairat al-Shater, alto cargo del PLJK. ELFIQI (EFE)

Los resultados de la primera fase de las elecciones legislativas egipcias, que muy presumiblemente serán favorables a los Hermanos Musulmanes, abren una nueva fase para la organización islamista. La revolución egipcia que acabó con la renuncia forzada de Hosni Mubarak el 11 de febrero, ha dejado el horizonte abierto para que un nuevo orden social y político se establezca en un país anclado en una dictadura militar que se prorroga desde hace 60 años. Nueve meses después los islamistas del partido de la Libertad y la Justicia (PLJ), brazo político de los Hermanos Musulmanes, son la fuerza política mejor organizada y con más respaldo del país y sus líderes ya celebran el triunfo tras la celebración de la primera ronda de las legislativas.

El PLJ concurre al 50% de los escaños en disputa y una buena representación en el Parlamento les aseguraría mayor influencia para elegir la comisión que elaborará la nueva Constitución. Tras ellos, según lo anunciado hoy en un comunicado, estarían los salafistas Al Nur y el Bloque Egipcio de los liberales. Algunos temen que los islamistas aprovechen esta ventaja para convertir Egipto en un Estado Islámico en el que se aplique la sharia. Pero el Partido Libertad y Justicia se ha desmarcado de los salafistas y, en contra de los rumores, niega que haya una "alianza" con el partido Al Nur para formar "un gobierno islámico".

Durante años, la cuestión del islam político se ha cernido sobre cualquier intento de reforma política en el mundo árabe. Sus detractores opinan, según explicaba el doctor Amer Sobaki antes de las revuelta, que “la democratización permitiría a los islamistas hacerse con el poder y luego dar la espalda a la democracia”. Y ese ha sido el razonamiento favorito de los que querían socavar el proceso de reforma política y democrática en el mundo árabe. El fantasma de los islamistas sirvió de excusa al régimen para prorrogar una Ley de Emergencia vigente desde 1981. También para llevar a cabo detenciones ilegales y torturas. Este contexto, sin embargo, favorecía un caldo de cultivo que, aderezado con un pueblo analfabeto y empobrecido, fácilmente sucumbía al consuelo de la religión y donde los Hermanos Musulmanes han sabido ganarse a la gente a través de una amplia red de ayuda social.

Sin embargo, el eslogan islamista por antonomasia, el Islam es la solución, quedó anticuado ante la presión democratizadora de la masa popular y no hay que olvidar que el componente religioso no contó en el alzamiento contra Mubarak. Ahora, por primera vez en su historia los Hermanos Musulmanes tendrán bajo su ala un partido político, y es el momento de ver cómo afrontarán esta nueva etapa la hermandad.

El período posrevolucionario ha sacado a la luz las diferencias que subyacen entre los propios islamistas. Los Hermanos Musulmanes están lejos de los radicales salafistas de Al Nur (que profesan la rama wahabí, importada de Arabia Saudí), y ha procurado desmarcarse de su radicalismo (los fundamentalistas abandonaron la coalición liderada por PLJ para formar la suya propia). El éxito de estos en las urnas ha sorprendido a los que pensaban que obtendrían apenas unos escaños, y beneficia a los islamistas en su conjunto, que sin compartir sus posturas extremistas les ven con tolerancia. Sin embargo los jóvenes de la hermandad, los que han ido en contra de los dictados de la cofradía y presentado batalla en Tahrir, no se sienten representados por los líderes del PLJ y han buscado caminos propios en partidos más moderados como el Wasat. Miran hacia Turquía como el modelo a seguir y apuestan por una democracia liberal que respete los principios del Islam alejándose de la vieja guardia de la hermandad que sigue anclada en la idea de que la solución a sus problemas se alcanzará cuando todos sean buenos musulmanes.

En este sentido se manifestaba hace unos días Tarek al-Malt, portavoz del Wasat, quien aseguraba que para su agrupación la referencia a que el Islam es la religión del Estado y la sharia su ley fundamental, que ya incluye la Constitución, son suficientes para garantizar la integridad religiosa de Egipto. Esto genera confianza en algunos como Gamal Eid, de la Red Árabe para la Información de Derechos Humanos. “Debe aceptarse que en el juego democrático pueden salir elegidos. Si ganan y son capaces de dar una solución a los problemas de Egipto, bienvenidos sean y si no lo hacen, perderán la confianza de la gente”.

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Los islamistas no pueden enfrentarse a esta nueva etapa con las mismas armas que lo hacían durante la dictadura cuando, además de ser ilegales, se les reprimía (Mubarak detuvo a más de 1.000 de sus integrantes el mes anterior a las legislativas de 2010). No es igual hacer oposición a un dictador que se olvida del pueblo y cuyo vacío se puede llenar a través de la acción social, que teniendo que ofrecer un programa y soluciones a problemas concretos como la educación, la sanidad y el desempleo, por lo que será necesario ver cuáles son sus verdaderas intenciones y si estas convencen a los ciudadanos.

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