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PERFIL

Newt Gingrich, el regreso de un veterano

El expresidente de la Cámara de Representantes se asegura el voto más conservador

Gingrich promete seguir luchando tras su derrota en Florida.
Gingrich promete seguir luchando tras su derrota en Florida. Paul Sancya (AP)

En unas primarias republicanas en las que la idea común es buscar a alguien ajeno a Washington para acabar con la cultura de gasto público e intervención estatal, Newt Gingrich (Harrisburg, Pensilvania, 1943) es un candidato improbable. Su campaña ha estado a punto de morir en más de una ocasión, pero el veterano político ha sido capaz de reanimarla hasta el punto de ganar los terceros comicios, los de Carolina del Sur, con una sólida victoria. En Florida, sin embargo, sólo logró convencer a los votantes más conservadores, perdiendo ante Mitt Romney.

Gingrich no es precisamente alguien ajeno a la política: fue congresista por Georgia durante 20 años y presidente de la Cámara de Representantes entre 1995 y 1999, convirtiéndose en el azote de Bill Clinton durante el escándalo desatado por sus infidelidades con la becaria Monica Lewinsky. Fue, de hecho, uno de los promotores de la fallida recusación de aquel presidente en el Congreso.

A pesar de haber logrado cierta popularidad en las encuestas durante el mes de diciembre, Gingrich se estrenó en los caucus de Iowa con un modesto cuarto puesto, al lograr el 13’3% de los votos. En New Hampshire quedó también cuarto, con el 9’4% de los comicios. Su estrategia se centró en lograr un buen resultado en las primarias de Carolina del Sur, que finalmente ganó. En Florida perdió en todos los grupos demográficos, excepto los votantes que se identifican como muy conservadores o que apoyan decididamente al Tea Party.

En los años 90, Gingrich enarboló la bandera de lo que él mismo bautizó como Revolución Conservadora, un verdadero precedente del Tea Party moderno. Le dio a su partido una mayoría en el Congreso de la que no había gozado en 40 años. Su gestión, sin embargo, fue caótica, y en cuatro años tuvo que abandonar el liderazgo de la Cámara, asfixiado por sus propios escándalos.

El de más relevancia: mientras participaba en las acusaciones contra el presidente Clinton por el caso Lewinsky, Gingrich, que estaba casado, mantenía una relación extramatrimonial con una asistente llamada Callista, que hoy es su tercera esposa. Aquellas aventuras regresaron a los medios norteamericanos antes de los comicios de Carolina del Sur. Su segunda esposa, Marianne, dio dos entrevistas, al canal de televisión ABC y al diario The Washington Post, en las que reveló que cuando estaban casados le había propuesto tener una relación abierta.

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Gingrich supo aprovechar la polémica abierta por esas entrevistas. En un debate, organizado por la cadena CNN dos días antes de los comicios, el periodista John King le preguntó por aquellas acusaciones. El candidato respondió con una dura crítica a los medios de comunicación: “Creo que la naturaleza destructiva, viciada y negativa de los medios de comunicación hacen muy difícil el gobierno de este país y complica a la gente decente la labor de dedicarse al servicio público, y estoy escandalizado de que comience un debate presidencial con un asunto como ese”.

A pesar de que ha estado más de una década fuera de la política, Gingrich es una figura respetada dentro de su partido. Es un prolífico conferenciante y escritor de libros, unos negocios con los que ha ganado más de 30 millones de dólares en los últimos dos años. Ha recibido varios millones de dólares por el asesoramiento a Freddy Mac, la empresa pública que tuvo un papel primordial en la burbuja inmobiliaria que precedió a la crisis de 2008. Dispuso, además, de una cuenta de 500.000 dólares en la lujosa joyería Tiffany's.

Gingrich es, además, un provocador nato. En esta precampaña de primarias propuso acabar con las leyes que prohíben el trabajo infantil para sacar a los niños desfavorecidos de la pobreza. Concretamente, planteó ponerlos a trabajar de bedeles en las escuelas. Ha pedido que se permitan las perforaciones petrolíferas en el Ártico. Ha calificado a los palestinos de “pueblo inventado”. Para arreglarlo, añadió: “son unos terroristas”. Y ha encontrado las razones para la pobreza entre la población afroamericana en el hecho de que se trata de una raza “que no tiene el hábito de trabajar”. A pesar de ser doctor en Historia, son esas extrañezas ideológicas lo que lastra a Gingrich como candidato.

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