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Sombras en la Primavera árabe

Un informe de Amnistía Internacional apunta a las amenazas que pesan sobre el futuro de los países protagonistas de las revueltas

Egipcios se manifiestan en la plaza Tahrir, en Egipto, en diciembre de 2011.
Egipcios se manifiestan en la plaza Tahrir, en Egipto, en diciembre de 2011.EFE

Un año después del comienzo de la Primavera árabe, las esperanzas de cambio encendidas por una oleada de revueltas populares sin precedentes luchan por no quedar defraudadas. Un nuevo informe de Amnistía Internacional, titulado “Año de Rebelión. El Estado de los derechos humanos en Oriente Medio y el Norte de África”, augura para 2012 que la represión y la violencia a manos del Estado continuarán azotando a la región.

El informe recorre todos los acontecimientos que han cambiado el curso de la historia en la región, derrocando a dictadores agarrados al poder durante décadas y liberando en las calles la rabia retenida durante años por la población, que siguió manifestándose a pesar de la extrema violencia de la represión. “Salvo escasas excepciones, los gobiernos se han negado a reconocer que todo ha cambiado”, ha manifestado Philip Luther, director provisional para la región de AI. “Los movimientos de protesta de toda la región, ha añadido Luther, “han demostrado que no se dejarán engañar por reformas que apenas suponen diferencia respecto al trato que reciben de la policía y las fuerzas de seguridad. Quieren cambios concretos en la manera en que son gobernados, y quieren que los responsables de los delitos cometidos en el pasado rindan cuentas de sus actos”.

A pesar del optimismo que se vivió en el Norte de África con el derrocamiento de los gobernantes que, durante tanto tiempo, habían ocupado el poder en Túnez, Egipto y Libia, AI afirma que estos avances aún no se han afianzado mediante reformas institucionales clave que garanticen que ese tipo de abusos no se repite.

TÚNEZ, EL INICIO DEL CAMBIO

El levantamiento en Túnez, donde se encendió la chispa de las revueltas, trajo consigo importantes mejoras en materia de derechos humanos, subraya AI, pero, un año después, mucha gente considera que el ritmo de cambio ha sido demasiado lento, y las familias de las víctimas aún aguardan justicia. Tras las elecciones del pasado octubre, se formó un nuevo gobierno de coalición. Moncef Marzouki, activista de derechos humanos y expreso de conciencia reconocido por Amnistía Internacional, es el presidente provisional del país. Una de las cuestiones abiertas, subraya el informe de AI, es que a pesar de los cambios ni la policía ni la judicatura, responsables directa o indirectamente de abusos graves, han sido reformadas, ni se sabe cuál será el futuro de los agentes de la DSS, la temible Dirección de Seguridad del Estado.

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El futuro de Egipto, casi un año después de la caída de Mubarak tras 30 años de poder, está lejos de estar decidido. Las elecciones parlamentarias están próximas a su final. Pero, subraya el informe, “el Consejo Supremo no ha satisfecho las esperanzas y aspiraciones que nutrían el espíritu del levantamiento. En noviembre, las protestas contra el Consejo se saldaron con la muerte de al menos 45 manifestantes, entre ellos algunos que recibieron impactos de munición real, y centenares de heridos. La policía antidisturbios empleó métodos muy conocidos de los últimos días de Hosni Mubarak en el poder, como el uso intensivo e irresponsable de gas lacrimógeno y escopetas”. En los meses siguientes a la “Revolución del 25 de enero”, subraya AI, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas fue responsable de un catálogo de abusos que, en algunos aspectos, eran peores que los cometidos durante el gobierno de Hosni Mubarak.

LIBIA, EL PELIGRO DE LAS ARMAS DESCONTROLADAS

Al principio de 2011 era inimaginable la caída de Muamar el Gadafi. Tras ocho meses de conflicto y con un nuevo Gobierno, quedan las dudas sobre la capacidad de las nuevas autoridades de controlar las brigadas armadas que ayudaron a derrotar a las fuerzas partidarias de Gadafi e impedir que estas brigadas repitan el patrón de abusos aprendido durante el sistema anterior, afirma el informe de AI.

Pese a que el Consejo Nacional de Transición pidió a sus partidarios que evitaran los ataques de represalia, los graves abusos cometidos por las fuerzas contrarias a Gadafi rara vez se han condenado. En noviembre, la ONU manifestó que, según estimaciones, 7.000 detenidos permanecían recluidos en centros improvisados bajo el control de las brigadas revolucionarias, sin perspectivas de ser sometidos a un proceso judicial adecuado.

LOS FRENTES ABIERTOS

En otros lugares donde ha estallado la revuelta popular, las sombras son más que las luces, entre los países de la zona con situaciones críticas (Yemen, Bahréin, Arabia Saudí, Irán), uno de los principales focos de preocupación es Siria. La represión del régimen de Bachar el Asad ha sido brutal. Las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia sirios han sido responsables de homicidios y torturas sistemáticos que constituyen crímenes de lesa humanidad, en un vano intento de silenciar y someter, mediante el terror, a los manifestantes y los opositores. A mediados de diciembre habían muertos más de 3.800 personas en relación con las protestas (la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos situó la cifra en más de 5.000), entre ellos 200 niños y niñas. En su mayoría eran civiles, subraya AI.

LA INCOHERENCIA DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

En su informe, AI también apunta a las responsabilidades de la comunidad internacional. “La respuesta de las potencias internacionales y de órganos regionales como la Unión Africana, la Liga Árabe y la UE a los sucesos de 2011 ha sido poco coherente, y no ha captado el calibre del desafío al que se enfrentan los arraigados regímenes represivos de la región”, señala el documento. “El apoyo de las potencias mundiales a la población común ha sido típicamente desigual”, ha manifestado Philip Luther.

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