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"Se peleaban por mí"

"No quiero pasarme 40 años trabajando como ingeniero, al menos no es eso lo que me propongo"

El ingeniero alemán Norman Kreisel.
El ingeniero alemán Norman Kreisel.

Apenas pienso en la seguridad de mi puesto de trabajo, ni siquiera con la crisis. Esto se debe sobre todo a que en Alemania siguen faltando ingenieros. He estudiado mecánica electrónica y después de dos semestres de técnica medioambiental. Una vez finalizados mis estudios, fui a una feria de contactos profesionales y los encargados de los servicios de personal casi se pelean por mí. Aunque no había ninguna oferta de un puesto concreto me decían: puedes empezar a trabajar dentro de dos meses. Me prometieron todo lo imaginable: horario de trabajo flexible, plazos de rescisión de contrato cortos, condiciones a salvo de la crisis. Porque saben que las empresas de mi sector también tienen buenas ganancias en los periodos de recesión.

La empresa invierte mucha confianza incluso en gente joven como yo

En el sector de la técnica de vehículos sobre carriles, que una empresa proceda de Alemania ya es un punto a su favor. Se trata de un campo en el que existe una gran demanda de conocimientos y Alemania tiene mucho éxito en este sector (también porque aquí existen muchos pequeños y medianos proveedores). A comienzos de 2011 firmé con Ferchau, una empresa de prestación de servicios de ingeniería, y al cabo de dos semanas me hicieron una oferta realmente buena para trabajar en Knorr-Bremse. Allí trabajo como ingeniero de mediciones de campo, es decir, analizo los frenos de los trenes y hago mediciones que servirán para hacer mejoras. En mi primer mes de trabajo ya hice mi primer viaje al extranjero, a China; después he estado en Inglaterra, Israel y Suiza. La empresa invierte mucha confianza incluso en gente joven como yo.

No comparto en absoluto ese espíritu de crecimiento, esa idea de que todo tiene que ser siempre más complejo, más grande, más caro y mejor

No obstante, no quiero pasarme 40 años trabajando como ingeniero, al menos no es eso lo que me propongo. Puedo imaginarme perfectamente que llegue un momento en que solo trabaje lo necesario para alimentar a mi familia y llevar una vida sencilla. Con sencilla quiero decir, por un lado, que no quiero trabajar en cosas cada vez más complejas que son solo parte de un conjunto todavía más complejo, sino que me gustaría volver alguna vez al oficio manual básico, por ejemplo, al trabajo de la madera, construir una cabaña de madera o cosas así. No comparto en absoluto ese espíritu de crecimiento, esa idea de que todo tiene que ser siempre más complejo, más grande, más caro y mejor. Se producen mejoras e innovaciones incesantemente, pero rara vez nos preguntamos si realmente necesitamos todo eso. Y con sencillo me refiero también a que modero mis adquisiciones: no necesito un coche, en Munich con una bicicleta tengo bastante. Probablemente esto se deba a la influencia de mis padres. Mi padre logró un buen ascenso en los años noventa, pero también veo en él que la propiedad obliga y que asegurar las posesiones da mucho que hacer.

Hace poco mi compañera y yo nos compramos una Sprinter. La vamos a reformar, pondremos dentro una cama, un armario pequeño, un rincón para cocinar. Y probablemente en un par de años dejemos todo en Alemania – trabajo, casa, contrato del móvil – y nos traslademos con la Sprinter a América. Allí viajaremos por América del Norte y del Sur, probablemente un año. Ya encontraré trabajo a la vuelta.

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