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Rousseff prueba su compromiso con la libertad en el viaje a Cuba

El ministro de Exteriores brasileño dice que las libertades civiles no son tema “prioritario"

Juan Arias
Dilma Rousseff, al llegar a Cuba, junto al Ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez (con gafas y camisa blanca).
Dilma Rousseff, al llegar a Cuba, junto al Ministro de Exteriores cubano, Bruno Rodríguez (con gafas y camisa blanca).ENRIQUE DE LA OSA (REUTERS)

La diplomacia brasileña quiso despejar en seguida que el primer viaje a Cuba de la Presidenta de Brasil, la exguerrillera Dilma Rousseff, que llegó hoy a la isla, no está relacionado con el tema de la defensa de los derechos humanos y de la coerción política de la oposición al régimen castrista.

Lo dejó claro el ministro de Asuntos Exteriores, Antonio Patriota, quien subrayó que dicho tema “no es prioritario hoy en Cuba”, aunque añadió que el asunto “es constantemente abordado” entre las autoridades del gobierno de Brasilia y las de La Habana.

Esa puntualización acerca del viaje de Dilma a Cuba, y el énfasis en que se trata de un encuentro para consolidar las relaciones comerciales bilaterales entre ambos paises, demuestran la preocupación que tal viaje supone, ya que es evidente que dada la biografía de la presidenta de Brasil, será imposible que de una forma u otra el tema de la defensa de los derechos violados en Cuba -como la prohibición a los cubanos de salir y entrar libremente en el país o el de la existencia de presos políticos- no acabe aflorando en algún momento.

A Brasil, dadas las buenas relaciones personales que el expresidente Lula da Silva mantuvo siempre con Fidel Castro y que mantiene con su sucesor, su hermano Raúl, que hicieron crecer en un 30% las exportaciones brasileñas a Cuba, lo que más le interesa en este momento es estar preprerado para la llegada de la apertura democrática en Cuba, que podría ser de gran importancia para las relaciones comerciales entre ambos paises.

En ese sentido, como ya ha adelantado Patriota, el papel que Brasil desea intensificar es precisamente la aceleración de esa abertura política y económica para tener el día de mañana en Cuba un aliado fiel. Y por ello está ya colaborando en las obras del puerto de Mariel, a 50 kilólmetros de La Habana, cuyo monto total (683 millones de dólares) será financiado en un 80% por Brasil.

Al mismo tiempo, Dilma, que llega a Cuba con una popularidad en su país que en su primer año de gobierno supera ya a la de Lula en el mismo periodo, sabe muy bien que parte de esa popularidad se debe a su afirmación en su primer discurso como presidenta, cuando afirmó: “Seré siempre intransigente en la defensa de los derechos humanos”. Lo ha hecho hasta ahora en relación a los derechos humanos violados en Irán. Y en Cuba no podrá ignorar que será interrogada directa e indirectamente sobre ese tema del que intelectuales y periodistas, así como las Damas de Blanco, esperan un pronunciamiento expreso o tácito de Rousseff.

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Dilma no puede tampoco ignorar que Lula llegó hace un año a Cuba precedido de la muerte por huelga de hambre del preso Orlanda Zapata. También el viaje de Dilma ha estado precedido de otra muerte semejante, la del opositor Wilman Villar, fallecido el 20 de enero pasado también a causa de una huelga de hambre.

Lula condenó en aquella ocasión las huelgas de hambre como instrumento de reivindicación. Dilma, como le ha recordado la disidente Yoani Sánchez, fue también una presa política, torturada por los militares de la dictadura brasileña, por lo que no debería hacer oídos sordos al hecho de que en Cuba aún existen disidentes políticos encarcelados.

El compromiso de Dilma con Cuba y con el líder Fidel Castro no es el mismo que el de su antecesor Lula da Silva, por lo que de algún modo podría sentirse menos comprometida en sus afirmaciones.

Quizás sea el deseo de Dilma el ofrecer algún gesto de simpatía a los disidentes cubanos, aún sin comprometer diplomáticamente la finalidad amistosa e interesada comercialmente de su viaje. Así se podría entender el hecho de que Brasil diera un visado de entrada a Yoani Sánchez dias antes de llegar Rousseff a La Habana. Aún no hay certeza de si Dilma se aseguró antes de que Cuba permitiría a Yoani salir de Cuba, pero no cabe duda de que fue un gesto simbólico en el ámbito del espinoso tema de las libertades aún maniatadas en Cuba.

Por todo ello, el primer viaje a Cuba de Dilma Rousseff ha sido considerado unánimente, dentro y fuera de Brasil, como un banco de prueba y un test sobre su fidelidad a la promesa de defender a cualquier precio los derechos humanos allí donde se encuentren violados.

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