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Merkel se impone fuera, pero sufre dentro

La canciller alemana se impone en cada cumbre internacional a la que acude, pero cuando vuelve a casa las fisuras en la coalición de gobierno le recuerdan la delicada situación de su mandato

La canciller alemana Angela Merkel.
La canciller alemana Angela Merkel.EFE

A Angela Merkel le sientan bien las cumbres. El desgaste de las maratonianas rondas de negociación no hace mella en lo que uno de sus próximos en el Gobierno llamó admirativamente “su resistencia de caballo”. Sí que tienen efecto, en cambio, las fotos y los titulares que se trae de cada encuentro europeo refuerzan su prestigio y apuntalan su liderazgo en la Unión Demócrata Cristiana (CDU). La cumbre del lunes no ha sido una excepción. Pese a las dudas sobre su efectividad, la firma del Pacto Fiscal por parte de 25 socios europeos es un éxito negociador de Merkel, que no necesitó muchas concesiones para sacarlo adelante. Ella misma calificó la firma de “progreso magistral”. Pero ahora, tras su regreso del viaje a China, la canciller tiene que lidiar con varios problemas domésticos relacionados con Europa y con el dinero.

El de las ayudas griegas, pendiente aún de resolución, podría incitar un nuevo póquer parlamentario en el Bundestag. Es de prever que Grecia necesite bastante más de los 130.000 millones que se le prometieron como segundo tramo de ayudas. En votaciones anteriores sobre desembolsos extraordinarios, Merkel se ha visto varias veces al borde de perder la llamada “mayoría del canciller”, la mayoría absoluta que debería tener garantizada por la suma de diputados de los dos partidos de su coalición de centro-derecha. Si bien no es imprescindible para aprobar los desembolsos, esta mayoría es la piedra de toque de un canciller cuando se votan asuntos tan polémicos como los astronómicos rescates europeos.

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Los conservadores de la CDU y del socio minoritario FDP critican lo que consideran un exceso de generosidad. Otro tanto sucede con las presiones europeas para que aumente la capacidad del fondo de estabilidad permanente más allá del medio billón de euros previsto: el 73% de los alemanes no quiere poner más dinero. El rechazo se ha enquistado en amplios sectores de la CDU y de los liberales del FDP.

No obstante, la coalición atraviesa un periodo de calma. Aplastados en las encuestas y vapuleados en casi todas las elecciones regionales de 2011, los liberales coquetearon este otoño con posiciones euroescépticas de las que ahora se alejan. El ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, había perdido ya la presidencia del partido. El cambio de liderazgo solo sirvió para agravar la crisis. Tras muchos meses en la retaguardia, Westerwelle regresa ahora a la primera línea liberal haciendo bandera de su europeísmo.

La semana pasada, la propuesta alemana de imponer un comisario europeo para la vigilancia de las cuentas griegas levantó una gran polvareda crítica contra Alemania en toda Europa. Westerwelle se reconoció “disgustado por el tono de la discusión” y pidió a su propio Gobierno que fuera más cauto. Su discurso en Washington hace dos semanas señala la vuelta del FDP al redil europeísta.

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La propuesta del “comisario de austeridad” encalló en la enorme torpeza diplomática con la que se llevó a cabo. Merkel enfrenta así su segundo problema doméstico de origen griego. Teme que las elecciones parlamentarias que se celebrarán en Grecia tras el pago del segundo tramo de las ayudas den la victoria al conservador Andonis Samaras, enemigo de las medidas del actual Ejecutivo ateniense. La preocupación tiene fundamento: si se cancelan las medidas de austeridad que condicionan las ayudas económicas, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y Europa podrían cerrar el goteo de miles de millones que sustenta los presupuestos griegos.

Todo lo alcanzado en los últimos dos años, la farragosa sucesión de cumbres y acuerdos, sería papel mojado. La crisis de la deuda se cebaría con los países más endebles. Cabe dudar si quedaría algún rescoldo de energía para reiniciar el proceso. Merkel, que ha liderado la política europea desde 2009, respondería del fracaso dentro y fuera de Alemania. Cara a la aprobación de futuras ayudas, la canciller necesita presentar a los suyos alguna garantía de que los griegos se atendrán a lo pactado.

De momento, el Pacto Fiscal firmado el lunes es uno de los argumentos de Merkel para decir a sus votantes que no está dando dinero gratis al manirroto sur. El diario sensacionalista Bild, uno de los arietes de la ortodoxia fiscal alemana, está siguiéndola en esa dirección. El martes, el diario conservador destacaba la “fortaleza” de Merkel. La influyente página 2 titulaba en grandes caracteres que las críticas a Alemania se deben “a la envidia”. Aun así, a Merkel le cuesta convencer a los ciudadanos de que los multimillonarios fondos y rescates europeos revierten en su propio beneficio.

El rechazo conservador a las ayudas europeas persiste, centrado en las clases medias acomodadas. Ulrike Guérot, del European Council on Foreign Relations, detecta un “riesgo de que esta resistencia teórica” cristalice entre “una parte de las élites alemanas”. De momento, Merkel conserva las riendas de una Unión Demócrata Cristiana que no tiene alternativa a su liderazgo ni, menos aún, a su popularidad. En el peor de los casos, si la economía se deteriorase más de lo ya provisto y esto repercutiera en las excelentes cifras de empleo, las tornas podrían cambiar. La criticada tibieza europeísta del actual Gobierno abriría paso a una auténtica helada.

Con la buena marcha económica y pese a las tensiones europeas, el prestigio de Merkel entre los votantes permanece incólume. Las encuestas dejan al FDP fuera del Bundestag, pero la CDU sigue liderándolas con holgura. Aunque los socialdemócratas del SPD se han recuperado de su debacle en las generales de 2009, su intención de voto en diversas encuestas de enero no alcanza para una mayoría junto a Los Verdes. El triunvirato socialdemócrata de Walter Steinmeier, Peer Steinbrück y Sigmar Gabriel debe dirimir aún cuál de los tres se enfrentará a Merkel como candidato en 2013. Todos fueron ministros de Merkel en la Gran Coalición (2005-2009), pero aseguran que no repetirán un pacto que deje a la democristiana en la Cancillería.

En cuanto a los otros dos partidos pequeños, Los Verdes y La Izquierda, sufren las consecuencias de la irrupción del Partido de los Piratas en el panorama político alemán. El sondeo más reciente de la emisora estatal ZDF da un 5% de intención de voto a los Piratas.

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