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GUERRA CIVIL EN SIRIA

"Si cae Homs, la revolución morirá"

La reconquista de la ciudad se convierte en el objetivo principal de las fuerzas especiales del régimen de Bachar el Asad

Un hombre llora la muerte de un familiar en Homs.
Un hombre llora la muerte de un familiar en Homs.EFE

El caos se ha apoderado de las calles de Bab Amro, el barrio de Homs más castigado por las tropas de Bachar el Asad, que pretenden entrar en la ciudad y terminar cuanto antes con las revueltas. "Llevamos cuatro días de bombardeos, pero este ha sido el peor", asegura Jaled, activista sirio. 28.000 hombres, mujeres y niños siguen atrapados en esos seis kilómetros cuadrados, donde no hay refugio posible y una media de 500 proyectiles de mortero caen a diario, con cientos de francotiradores disparando a todo lo que se mueve en cualquier calle.

Según fuentes del Ejército de Siria Libre, las fuerzas especiales del presidente El Asad se han desplazado a las inmediaciones de la asediada Homs para hacer el trabajo sucio. "El régimen no confía en sus soldados. Muchos de ellos ya han desertado porque se niegan a matar al pueblo sirio, y otros son incluso de la ciudad o de las inmediaciones, ¿cómo van a disparar contra su propios familiares? Solo puede contar con ellos en estos momentos y con los shabiha [matones del régimen]", asegura Jaled.

El canal de televisión catarí Al Yazira en árabe muestra las imágenes de tanques en movimiento en algún punto de la ciudad, tomadas por un activista, aunque no precisan el lugar exacto. La toma del bastión de la resistencia siria se ha convertido en una prioridad para el régimen, que no ha conseguido manejar unas revueltas que comenzaron hace ya 11 meses en la ciudad de Deraa. "Si entran en Homs, morirá la revolución", explica Jaled. "Esta es una zona que El Asad tiene abandonada. No ha invertido en infraestructuras, el paro en Homs alcanzaba el 37% de la población antes de las revueltas, ahora un 70%, hay mucha corrupción y ya no podemos continuar así", añade.

Todos los que han participado en las manifestaciones de estos últimos meses están fichados en la llamada "lista negra". Muchos han pasado por prisión, de modo que no tienen vuelta atrás. Si el régimen consigue aplastar la rebelión, temen ser asesinados o regresar a la cárcel. "Estuve ocho días en la prisión de los mujabarat [servicios secretos] de las fuerzas aéreas", asegura Abu Amar. Las fuerzas más temidas al tener licencia para torturar hasta la muerte.

Muchos rebeldes están en la "lista negra" y han pasado por la cárcel. Si la revuelta es aplastada, temen ser asesinados o volver a prisión

"Eramos 300 en una celda de ocho por cuatro metros. No nos dieron de comer durante cinco días. Había un retrete en una esquina, pero sin agua. Conmigo había incluso niños de diez años. Me ataron las manos y me taparon los ojos con una venda, me colgaron por los brazos, me echaron agua por encima y sufría descargas eléctricas durante diez horas". Le acusaron de informar para el Mosad, a pesar de ser un antiguo miembro del Partido Baaz. "Tuve que pagar 2.000 dólares para conseguir que me soltaran", asegura.

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Desde el inicio de la revuelta y solo en Bab Amro, un barrio de 28.000 habitantes, han muerto 274 personas; ha habido 2.000 heridos, casi todos a causa de los disparos de francotiradores; 1700 personas han huido, y 510 casas han sufrido desperfectos a causa del bombardeo, según Jaled. La ciudad lleva 10 días cercada con más de 40 controles del Ejército sirio, que ha intentado entrar en siete ocasiones a Bab Amro, aunque en las dos últimas no consiguieron doblegar al Jeish Al Hor (Ejército Libre), que trata de defender a la población desde dentro, aunque solo cuenta con fusiles y lanzagranadas RPG, que nada pueden hacer contra los tanques del régimen o los bombardeos de mortero que lanzan desde la distancia de forma aleatoria, de modo que pueden caer en cualquier punto de la ciudad.

Hombres, mujeres y niños tratan de sobrevivir en estas condiciones, sin suministro alguno. No queda comida ni gasolina, y las familias se hacinan en las plantas bajas y en algunos sótanos, en una situación de desesperación en la que se sienten abandonados a su suerte, sin escapatoria. "Solo contaban con tres doctores y uno de ellos está herido. Los otros dos están exhaustos", asegura Jaled. Las casas se han convertido en improvisados hospitales donde hombres, mujeres y niños mueren sin ayuda médica, esperando lo peor y gritando Alláh u Akbar (Dios es grande) con cada estruendo.

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