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Obituario

Mohamed Lamari, azote del terrorismo en Argelia

El jefe de Estado Mayor se enfrentó también a Buteflika

M. Lamari, exjefe del Estado Mayor del Ejército argelino, en 1994.
M. Lamari, exjefe del Estado Mayor del Ejército argelino, en 1994.AFP

Mohamed Lamari libró dos guerras en Argelia: una militar, en los noventa, contra los terroristas islamistas, que ganó, y otra política, la pasada década, contra el presidente Abdelaziz Buteflika, que acabó perdiendo.

El que fue uno de los más poderosos generales argelinos falleció el lunes, a los 73 años, en el hospital de Tolda, a 420 kilómetros al sureste de Argel, en el que ingresó tras sufrir un infarto en Biskra, la ciudad de la que era originario.

Lamari había nacido en 1939, en el seno de una familia modesta que aspiraba a que hiciese carrera en el Ejército colonial francés, pero con 22 años desertó para pasarse, en Túnez, al Ejército de Liberación Nacional.

Como tantos otros militares argelinos en los años sesenta, completó su formación en Moscú y después ascendió uno a uno los peldaños de una larga carrera castrense que desarrolló, sobre todo, en el Ministerio de la Defensa y en el Estado Mayor.

Corpulento y obeso, su aparente bonhomía contrastaba con su firmeza en la lucha antiislamista. En enero de 1992 era jefe del Ejército de Tierra cuando los militares abortan la experiencia democrática que estaba a punto de aupar a los islamistas al poder. El artífice de ese golpe de Estado, el general Jaled Nezzar, asumió entonces la cartera de Defensa, convirtiendo a Lamari en su principal consejero.

Ilegalizados, los militantes del Frente Islámico de Salvación (FIM) optaron por empuñar las armas. Lamari les dió la réplica creando, para combatirles, una unidad de elite de 15.000 hombres. Argelia se sumió entonces en una guerra civil larvada de militares contra islamistas que se cobró 200.000 muertos y dejó al país exangüe.

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“La interrupción del proceso electoral no fue una actuación violenta contra la democracia, como afirmó Buteflika [presidente de la República], sino la salvaguarda de las instituciones republicanas cuando el islamismo era peligroso”, se justificó Lamari en una entrevista concedida en 2003 al diario cairota Al Ahram.

Lamari estuvo entre los generales que, para lavar la imagen del régimen, llevaron en 1999 a Buteflika a la presidencia de la República mediante unas elecciones amañadas. Pero el jefe del Estado quiso emanciparse y lanzó sus primeras puyas contra unos generales que “controlan la importación-exportación”, es decir: corruptos. “No quiero ser solo un presidente tres cuartos”, añadió Buftelika, dando a entender que no tenía todo el poder. Peor aún, se empeñó en poner en marcha una política de reconciliación nacional con los islamistas que renunciaban a la violencia.Empezaron entonces cuatro años de duelo entre el presidente y el jefe de Estado Mayor. Este recurrió a métodos insólitos para enfrentarse a él, como la conferencia de prensa que dio, en 2002, en la Academia Militar de Checherll.

En 2004 estuvo entre los militares que trataron de impedir que Buteflika se presentase a un segundo mandato y ayudó incluso a su rival, Alí Benflis. El grueso del Ejército no le secundó y Buteflika fue reelegido. Lamari presentó su dimisión.

Perdió contra Buteflika y es probable que, en el fondo, también tuviera la impresión de haber sido derrotado por los barbudos. “Que el terrorismo haya sido vencido no significa que el integrismo no gane terreno”, constató con amargura ante las cámaras de la televisión.

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