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La revuelta contra la hegemonía francoalemana en la UE gana terreno

Doce países critican las subvenciones a la banca privada y buscan un mayor crecimiento con la liberalización de servicios

Andreu Missé

La hegemonía del eje franco alemán en el diseño de la política económica europea, que tan ineficiente ha resultado frente a la crisis, está encontrando una incipiente y creciente contestación. La carta que los primeros ministros Mario Monti, (Italia); David Cameron, (Reino Unido); Mariano Rajoy, (España); Donald Tusk (Polonia) y otros ochos líderes europeos enviaron a principios semana a los mandatarios europeos Herman van Rompuy y José Manuel Barroso está teniendo más repercusiones de las previstas. La misiva está siendo objeto de análisis más profundo en las cancillerías de algunos países y en las instituciones comunitarias. La mayoría de no firmantes son los que no pueden dar un paso sin el visto bueno de Berlín y París por diferentes razones.

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Lo más relevante ha sido el gesto de plantar cara abiertamente a Merkel y a Sarkozy, hasta señores indiscutibles en la dirección de la UE. Por primera vez un grupo de países que representan el 50% de poder económico europeo ha cuestionado los aspectos más sustanciales de la política económica europea. En esencia la carta de los doce es una crítica al mal funcionamiento de un mercado que ha subvencionado sin límite a la banca privada, en contra de las reglas del libre mercado, que a su vez se han visto torpedeadas por la falta de aplicación de la directiva de servicios. Los Doce apuestan por estimular la actividad económica fomentando un mejor funcionamiento de los mercados en sectores con gran capacidad de estimular el crecimiento y el empleo como los servicios, la energía, internet, la investigación y la promoción de la creación de empresas.

David Cameron y Mario Monti, los promotores de la misiva, han obtenido ya unos primeros resultados. El premier británico ha logrado romper su aislamiento en quedó en la pasada cumbre. Monti está logrando apoyos para que la única política posible sea la del rigor mortis de la austeridad a ultranza, en la que anclado Merkel la UE con el asentimiento seguidista de Sarkozy. El primer ministro italiano es un reconocido conocedor y defensor de la necesidad de profundizar en el mercado único, como puso de relieve es un informe encargado pro la Comisión Europea en mayo de 2010.

Entonces ya afirmó que “la reciente crisis ha puesto de manifiesto que sigue existiendo una gran tentación, particularmente en tiempos difíciles, de anular el Mercado Único y buscar refugio en forma de nacionalismo económico”.

Las críticas a las subvenciones a la banca como una mala práctica contra el mercado interior constituyen una de las partes más duras de la misiva. “La garantía implícita de que siempre se rescatarán a los bancos, que tergiversa el mercado único, debe reducirse. Los bancos y no los contribuyentes son los que debería ser los responsables de soportar los costes de los riesgos en los que han incurrido”. Se da la circunstancia que los bancos alemanes como el WestLB, Bayern LB, HSH Nordbank e Hypo Real Estate (HRE) y los franceses Crédit Agricole, Société Générale, Crédit Mutuel, BNP Paribas y el franco belga Dexia, figuran entre los que han recibido un trato más privilegiado.

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La censura es doble para Alemania que no ha implementado todavía la directiva de servicios, una norma largamente discutida y considerada esencial para la creación de empleo.

La carta subraya que se deben dar pasos para “construir un robusto, dinámico y competitivo sector de servicios financieros que cree empleo y de apoyo a los ciudadanos. Sustancialmente estamos ante dos modelos europeos. El germano francés que sacrifica todo a la reducción del déficit público combinado con la vista gorda para salvar a su banca. Y por otra parte, una peculiar combinación del liberalismo anglosajón y el mercado interior que vienen impulsando los federalistas europeos. La batalla no ha hecho más que empezar. Van Rompuy y Barroso deberían dejar claro de qué parte están cuanto antes y perder el miedo a disentir de Berlín y París.

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