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El rescate de una nueva víctima desata disturbios en la estación Once

El maquinista del tren accidentado en Argentina declara que fallaron los frenos

Francisco Peregil
La policía se enfrenta a manifestantes en Argentina.
La policía se enfrenta a manifestantes en Argentina.JUAN MABROMATA (AFP)

No fueron 50 muertos los que murieron en el accidente ferroviario de Argentina el pasado miércoles. El viernes se supo que finalmente han sido 51. Los servicios de rescate tardaron 55 horas en encontrar el cadáver de Lucas Menghini Rey, de 20 años. Decenas de personas en la estación accidentada quemaron cartones y pidieron la dimisión del secretario de Transporte, Juan Pablo Schiavi.

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El caso de Lucas conmocionó a la sociedad porque cuando ya había concluido el rescate y la identificación de todas las víctimas, su madre, María Luján Rey, seguía declarando en televisión que estaba segura de que su hijo viajaba en ese tren. Para entender la indignación que produjo el hallazgo del cadáver habría que haber escuchado a la madre, después de recorrer tres o cuatro veces los más de diez hospitales y después de haber ido otras tantas a la morgue, clamar: “Vengo caminando por Rivadabia… pegué estos papeles en cada taxi que me crucé… en todo la plaza de Once, en la estación de Once… Lo más cercano a Lucas que tengo es esta foto… “. Pedía que se siguiera buscando al hijo. Habría que verla a ella y también a sus hermanos y amigos sentados en la estación donde se produjo el accidente coreando “dónde está Lucas, dónde está”. Por fin, fue su padre Paolo, editor de vídeos en el Canal 7, de propiedad estatal, quien después de estudiar todas las imágenes previas al accidente, cuando ya se había paralizado el rescate, pidió que se buscara bien en el cuarto vagón. Y allí estaba Lucas Menghini Rey, de 20 años y con una hija de cuatro, empleado en un centro de llamadas. A falta de los resultados de la autopsia se desconoce si murió en el mismo momento del accidente o si, tal vez, se pudo haber salvado de haber sido rescatado a tiempo.

Mientras tanto, el maquinista del tren, Marcos Antonio Córdoba, salió del hospital y declaró ante el juez que los frenos fallaron, que él intentó frenar varias veces y no pudo. Su testimonio difiere del que han aportado los directivos de la compañía concesionaria Trenes de Buenos Aires, quienes manifestaron que era muy difícil que fallase el sistema de frenos de la máquina.

El conductor negó que hubiese desatendido su trabajo en los metros finales del trayecto por atender su teléfono, cuestión sobre la que se venía especulando. Sin embargo, el maquinista negó ese punto. Marcos Antonio Córdoba está imputado por el delito de “estrago culposo”, que se aplica en las ocasiones en que no hay intención de hacer daño. El juez ordenó la puesta en libertad de Córdoba al entender que no había ningún peligro de que escapase ni opusiera ningún obstáculo a la investigación.

En la investigación del caso serán de vital importancia tanto la grabación de la conversación del maquinista con el jefe de trayecto de la línea, una especie de caja negra del tren, así como el registro de llamadas y mensajes de su teléfono.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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