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GUERRA CIVIL EN SIRIA

Cruz Roja dice que no puede entrar en Bab Amro para prestar ayuda

La Comisión de Derechos Humanos de la ONU dice recibir “informaciones horrorosas” Francia cierra su Embajada en Damasco

Enric González
Imágenes transmitidas hoy por la televisión siria que muestra la destrucción de varios edificios en el distrito de Bab Amro, en Homs.
Imágenes transmitidas hoy por la televisión siria que muestra la destrucción de varios edificios en el distrito de Bab Amro, en Homs.Reuters

Bab Amro, el barrio de Homs recién reconquistado por el Ejército sirio, sigue en una situación desesperada. Un convoy de la Cruz Roja y la Media Luna Roja ha llegado este viernes a la ciudad, pero los militares han impedido el acceso a Bab Amro. El bloqueo ha dado consistencia a las denuncias de la oposición, según las cuales los soldados y las milicias irregulares fieles al régimen podrían estar realizando una matanza y ocultando las pruebas de sus crímenes. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU ha dicho estar recibiendo “informaciones horrorosas”, aún sin confirmar.

Bab Amro fue durante meses un bastión de las fuerzas rebeldes, compuestas por desertores integrados en el Ejército de la Siria Libre, milicianos islamistas extranjeros y ciudadanos más o menos armados. A lo largo de febrero, el barrio fue sometido a cerco e intensamente bombardeado. Se interrumpieron los suministros de agua y electricidad y poco a poco se agotaron los víveres, el combustible y las medicinas. La nieve agudizó los sufrimientos. Los pasados días 24 y 27 de febrero, representantes de la Cruz Roja lograron evacuar a varias decenas de heridos y enfermos, pero no pudieron introducir provisiones. El número de muertos se desconoce por ahora. En toda Siria, la ONU calcula unos 7.500 civiles y unos 2.000 militares.

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Esta semana, la Cuarta División Mecanizada, una unidad de élite compuesta por alauíes (la secta minoritaria chií a la que pertenece Bachar el Asad) y comandada por el hermano del presidente, Maher el Asad, lanzó el asalto definitivo. El jueves se retiraron los últimos guerrilleros opositores, tras conseguir evacuar a Líbano con gran dificultad y un alto número de bajas a los cuatro periodistas extranjeros presentes en el barrio, entre ellos el corresponsal del diario El Mundo, Javier Espinosa. Otros dos periodistas extranjeros murieron por los bombardeos.

El Gobierno sirio declaró que Homs había quedado “limpio de terroristas” y concedió autorización a la Cruz Roja para enviar auxilios. Un convoy compuesto por siete camiones cargados con comida, medicamentos, mantas y leche infantil ha partido de Damasco a primera hora de la mañana de este viernes y ha llegado a las puertas de Bab Amro poco después del mediodía. Pero allí ha sido obligado a detenerse. “Lo que ocurre es inaceptable”, ha declarado en Ginebra Jakob Kellenberger, presidente de la Cruz Roja Internacional.

Se desconoce lo que ocurre en el interior de Bab Amro, un barrio en el que antes del conflicto vivían unas 100.000 personas, en su mayoría jornaleros y pequeños comerciantes pertenecientes a la rama suní del islam, la mayoritaria en Siria. Ahora quedan entre 20.000 y 4.000 personas, según las estimaciones. El barrio está físicamente destruido.

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Portavoces de la oposición refugiados en Líbano aseguran que soldados alauíes de la Cuarta División y miembros de la shabiha, la milicia irregular alauí fiel al régimen, asaltan los domicilios y perpetran ejecuciones sumarias. También dicen que todos los hombres mayores de 14 años han sido recluidos en el edificio de una cooperativa. Esos portavoces se basan en testimonios indirectos, ya que Bab Amro carece de comunicaciones con el exterior: no funciona ningún teléfono, ni siquiera los de conexión por satélite.

El hecho de que ha sido detenido el convoy de la Cruz Roja, en el que viajaban voluntarios sirios que podrían convertirse en testimonios de crímenes, induce a temer una actuación brutal de las fuerzas conquistadoras. También los antecedentes del régimen abonan las peores hipótesis. En febrero de 1982, hace 30 años, Hafez el Asad, padre del actual presidente, ordenó la destrucción de la ciudad de Hama para castigarla por una rebelión islamista. Nunca pudieron contarse los cadáveres, pero las estimaciones oscilan entre los 14.000 y los 40.000. El periodista Robert Fisk realizó años más tarde una larga investigación y llegó a la cifra de 20.000.

La actuación de las fuerzas gubernamentales sirias, a la espera de que se conozca lo que sucede en Bab Amro, ha sido condenada por los dirigentes estadounidenses y europeos. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha calificado este viernes de “intolerable” la brutalidad del régimen y ha anunciado el cierre de su embajada en Damasco. Estados Unidos y el Reino Unido ya retiraron con anterioridad a sus representantes diplomáticos. “Haremos todo lo posible para que paguen por sus crímenes los responsables de estas flagrantes violaciones de los derechos humanos”, ha manifestado la canciller alemana Angela Merkel. El Gobierno español no ha tomado decisiones por el momento e indica que se unirá a “la política que decidan los socios europeos”.

Incluso el presidente ruso, Vladimir Putin, hasta ahora el principal valedor de Bachar el Asad (junto a China e Irán), parece tomar distancias respecto al presidente sirio. El jueves se sumó a una declaración del Consejo de Seguridad de la ONU en la que se reclamaba a Damasco que permitiera a la Cruz Roja hacer su trabajo, y en una entrevista se mostró moderadamente crítico con El Asad: “Es obvio que tiene graves problemas internos y que las reformas que propone deberían haber sido aplicadas hace mucho tiempo”. También se mostró crítico con Washington, la Liga Árabe y los dirigentes europeos: “Hay que acabar con el derramamiento de sangre, pero no derribar al régimen para que los rebeldes se instalen en el Gobierno”. Rusia sigue enviando a Siria buques con combustible y, según la oposición, con armamento.

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