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Romney alarga el drama de las primarias

El exgobernador venció en el supermartes, pero no despejó las dudas que plantea su candidatura

Antonio Caño
El candidato republicano Mitt Romney saluda a seguidores en Boston.
El candidato republicano Mitt Romney saluda a seguidores en Boston.JUSTIN SULLIVAN (AFP)

Mitt Romney ganó en Ohio, fue el vencedor del supermartes, es quien más delegados acumula y quien más posibilidades tiene de ser nominado como candidato presidencial en la Convención republicana de Tampa, en agosto próximo. Dicho esto, el resto son todo incertidumbres y temores sobre las cualidades del candidato, las opciones de recuperar la Casa Blanca y el destino del Partido Republicano, sumido hoy en una profunda depresión política y moral.

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Nadie lo ha descrito con más sinceridad que Barbara Bush, madre y esposa de presidentes, quien ha confesado estar asistiendo a la peor campaña electoral que ha visto en toda su vida. Mucho tiempo queda hasta noviembre y muchos sucesos pueden aún perturbar el escenario actual, desde una guerra con Irán hasta un nuevo desfallecimiento de la economía. Pero nada de ello puede modificar el hecho de que el Partido Republicano cuenta con un favorito que no convence y con unas alternativas que gustan todavía menos.

Todos los triunfos de Romney en el supermartes tienen un pero. Ganó en Ohio, pero por un punto de diferencia después de haber gastado cinco veces más dinero que su principal contrincante, Rick Santorum. Ganó en Virginia, pero allí no competían ni Santorum ni Newt Gingrich, y aún así, Ron Paul, tuvo un 40% de los votos, su mejor resultado hasta la fecha. Ganó en Massachusetts, pero como no iba a hacerlo, si fue gobernador de este Estado. Ganó en Idaho, que es el Estado con más mormones después de Utah. Ganó en Vermont, donde solo un 14% de los votantes se declaraban conservadores. Y ganó en Alaska. No hay un pero para su victoria en Alaska.

Santorum ganó en tres Estados donde de verdad se competía, Tennessee, Oklahoma y Dakota del Norte, con lo que demostró que está en condiciones de alargar esta batalla hasta el final. Gingrich obtuvo el triunfo en Georgia, que no tiene gran mérito, puesto que se trata del Estado al que representó durante varios años en la Cámara de Representantes, pero es suficiente para no tirar la toalla y aspirar a otros éxitos en el Sur en las próximas semanas.

Ninguno de los dos parece tener posibilidades de alcanzar ya a Romney en número de delegados, pero ambos pueden extender la pugna que tanto ha desgastado a Romney desde que empezaron estas primarias. No por la competencia en sí, sino por la calidad de esta. La rivalidad fue mucho mayor hace cuatro años entre Barack Obama y Hillary Clinton, y ambos salieron fortalecidos. Obama generó uno de los fenómenos sociales más llamativos de las últimas décadas. Clinton confirmó una solidez que la mantiene aún hoy con grandes opciones de volver a intentarlo en 2016.

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Barbara Bush, madre y esposa de presidentes,  ha confesado estar asistiendo a la peor campaña electoral que ha visto en toda su vida

En el caso de Romney, como prueban las encuestas, su respaldo popular ha ido disminuyendo según avanzaba el proceso de primarias. La participación de republicanos en las elecciones es menor que en 2008. Romney ha ganado en varios Estados con menos votos de los que obtuvo cuando perdió entonces.

Evidentemente, este proceso no le está sirviendo para elevar su estatura. Consciente de que los ultra conservadores dominan la base del partido, ha tenido que hacer tal contorsionismo político que su perfil se ha desdibujado por completo. Su campaña es un puro ejercicio de enmascaramiento: no puede hablar de su biografía, por miedo a que lo rechacen por mormón, y no puede hablar de sus principales logros como gobernador de Massachusetts, por miedo a ser identificado como un progresista. El resultado es que nadie sabe quién es Romney ni lo que piensa.

Eso se transmite a las urnas, donde Romney triunfa cada vez que los electores acuden con la nariz tapada a votar por el candidato más conveniente, pero fracasa cada vez que los ciudadanos dan rienda suelta a sus instintos y votan por el verdadero conservador, que unas veces es Santorum y otras, Gingrich.

Los republicanos más optimistas creen que ese debate desaparecerá el día en que Romney sea finalmente nominado. Eso promete también Romney. “Cuando tengamos un nominado todos vamos a estar juntos contra Barack Obama, vamos a estar juntos porque todos estamos de acuerdo en que necesitamos reemplazarle”, decía ayer el candidato.

Los partidos se unen para ganar, eso es previsible. Pero algunos de los daños que se provocan en el camino no son fáciles de reparar. El daño en el voto de los hispanos, por ejemplo, que huyen de la actual retórica antiinmigrantes -la mitad de los que votaron por John McCain apoyan hoy a Obama-. O el daño en el voto de las mujeres, con la insistencia en introducir en la campaña el rechazo a los anticonceptivos.

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