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Cae el décimo ministro del Gobierno de Dilma Rousseff

El diputado Pepe Vargas sustituye a Afonso Florence al frente del Ministerio de Desarrollo Agrario

Juan Arias

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, ha sustituido por sorpresa al ministro de Desarrollo Agrario, Afonso Florence, miembro del ala más radical del Partido de los Trabajadores (PT), y ha puesto en su lugar al diputado Pepe Vargas, también del PT y, como Florence, a la izquierda de la formación actualmente en el Gobierno. Vargas, más técnico que político, discreto, como le gustan a la exguerrillera, es de Rio Grande do Sul, uno de los Estados más involucrados en los problemas agrícolas. Mantiene buenas relaciones con su gobernador, Tarso Genro, figura de peso dentro del Partido de los Trabajadores y candidato a suceder a Lula da Silva antes de que el expresidente eligiese a Rousseff.

La presidenta no ha detallado el motivo de la sustitución de Florence, pero analistas políticos apuntan a que “no funcionaba” y el Movimiento de los Sin Tierra no mantenía buenas relaciones con el ministro. Durante el primer año de Gobierno de Dilma, la entrega de tierras expropiadas por el Gobierno a los agricultores pobres había sido menor que en los años de Lula.

Prueba de que la salida del ministro Florence no estaba prevista es que su consejera de prensa ya había anunciado su agenda para el martes próximo. A Dilma no le gusta perder el tiempo cuando ha tomado una decisión. Es el décimo ministro sustituido durante los 14 meses de Gobierno, de los cuales ocho lo fueron por acusaciones de escándalos de corrupción.

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Los expertos señalan que este éxodo de ministros ha dado a Rousseff un sello de mujer decidida, que no comulga con las componendas del poder. Por otro, sin embargo, esa hemorragia de ministros supone una cierta paralización en muchos sectores de las acciones del Ejecutivo.

Ya se empieza a ver una diferencia clara entre ella y su antecesor. Rousseff coloca políticos al frente de los Ministerios para satisfacer el apetito y las disputas de poder entre aliados, pero nombra como directores ejecutivos a personas de su total confianza con los que, a la postre, trata y decide más que con los mismos ministros, críticos a veces por sentirse abandonados por la “Reina”.

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