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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La sombra de Tiananmen

El avance es que el primer ministro se ha atrevido a poner el cascabel al gato y ha hablado de “reforma política"

Un policía chino en la plaza de Tiananmen.
Un policía chino en la plaza de Tiananmen.GOH CHAI HIN (AFP)

Muchos de los que estaban aquel 16 de mayo de 1989 en Tiananmen, cuando el entonces secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), Zhao Ziyang, y su ayudante Wen Jiabao se reunieron en la plaza con los estudiantes que pedían una “reforma política” habrán reconocido el eco de sus voces —aplastadas por los tanques en la madrugada del 4 de junio— en el llamamiento “urgente” realizado hoy por el primer ministro.

Han sido necesarios 22 largos años, una gigantesca brecha entre ricos y pobres, un descontento social galopante y la mayor conciencia política que da el bienestar económico para que desde el podio del PCCh se hayan reivindicado las demandas de unos jóvenes que siguen siendo silenciados. Wen Jiabao no tuvo ayer el valor de exigir la reforma política para evitar otro Tiananmen. Se limitó a invocar el recurrente fantasma de la Revolución Cultural y con ello perdió parte de la credibilidad que, según dijo, debe recuperar “con urgencia” el PCCh.

La conferencia de prensa de Wen, en la que se abordaron espinosas cuestiones, desde el descontento popular, a la corrupción pasando por las inmolaciones de monjes tibetanos, ha sido un inusitado gesto de transparencia. Es evidente que Wen ha querido iniciar su último año al frente del Gobierno chino alzando la voz, aunque está por ver si se trata de un brindis al sol o cuenta con apoyos suficientes para iniciar la apertura del sistema.

Las demandas de Wen no son rupturistas, están solo un par de pasos por delante de lo que dice el conjunto de la dirección colegiada china, que conforman los nueve hombres que integran el Comité Permanente del Buró Político del PCCh, cuyo mandato expira el próximo otoño. El avance es que el primer ministro se ha atrevido a poner el cascabel al gato y ha hablado abiertamente de “reforma política”, término que Tiananmen convirtió en tabú.

La crisis económica global ha excerbado las tensiones sociales existentes en China al forzar al Gobierno a impulsar el consumo privado ante la reducción de las exportaciones. Esta mirada al mercado interior ha hecho aflorar con más dureza las enormes disparidades sociales creadas en un país que hace tres décadas estaba igualado en la pobreza. Los logros de China en los últimos 33 años son más que loables, pero con ellos han crecido hasta límites cada día más insoportables la corrupción, el nepotismo, las desigualdades sociales y los abusos de muchos de los 90 millones de miembros del PCCh. Al mismo tiempo, ha población china ha tomado una mayor conciencia de sus derechos y está más dispuesta a salir a la calle para defenderlos.

Wen, como en su día hicieron los defenestrados secretarios generales del PCCh Hu Yaobang y Zhao Ziyang, se ha colocado al lado de quienes exigen justicia y claman en favor de una libertad de prensa que pueda poner coto a los abusos del poder. Con la lucidez y el valor que se adquieren cuando se acerca inexorablemente el final de un mandato, Wen ha querido advertir a la nueva generación de dirigentes que se hara cargo del destino de China que si no se remedia, el descontento social se convertirá en un alud que puede destruir el PCCh. Pero China necesita hoy más hechos que palabras.

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