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La última frontera de Europa

Grecia levanta una valla de 10 kilómetros para frenar la inmigración ilegal desde Turquía, pese a que la UE niega fondos a Atenas para su construcción

M. A. Sánchez-Vallejo

Por activa o por pasiva, Grecia no hace otra cosa últimamente que darse de bruces con Europa. A la desconfianza que provoca en Bruselas la efectividad real de las reformas emprendidas, el Gobierno de Atenas ha añadido otro motivo de disenso: la petición de ayuda económica para construir una barrera en su frontera terrestre con Turquía. Un dique de contención para las mafias que trafican con personas, en palabras griegas; para Ankara, un “muro de la vergüenza”. Se trata de un tramo de algo más de 10 kilómetros de longitud que taponaría el curso común del río Evros, frontera natural entre ambos países; una zona ya patrullada por Frontex, la agencia europea de control exterior. La construcción, que se presenta como un imperativo de defensa nacional, implica el tendido de alambradas dobles de 2,5 metros de altura y la instalación de 25 cámaras térmicas. El presupuesto es de 5,5 millones de euros, que según la Comisión Europea (CE) Atenas deberá costear.

Grecia recibirá este año 90 millones de euros de los fondos europeos de refugiados, integración, fronteras y retorno. Entre 2007 y 2010 se embolsó 215 millones. Pero, más allá de las cuentas, el muro provoca ondas concéntricas de implicaciones: la inutilidad de poner puertas al campo (razón esgrimida por la CE); la eventual violación del derecho de no retorno de personas con derecho a protección internacional —Grecia es uno de los países de la UE con menor tasa de concesiones de asilo—, según las ONG, y el afán de varios países europeos, con Francia a la cabeza, por el restablecimiento de controles en las fronteras nacionales de los miembros de Schengen en caso de presión migratoria insostenible en una frontera exterior de dicho espacio. Como presión migratoria insostenible pueden considerarse los 300 indocumentados que, según el Ministerio del Interior griego, franquean cada día los límites de Turquía y Grecia. En esa área fueron interceptados en 2011 unos 55.000 sin papeles, un 17% más que en 2010. La normativa europea no impide la construcción de barreras en los límites exteriores, pero Bruselas no contribuye económicamente.

¿Qué pesa más en este caso, el coste del muro, una política de asilo dudosa o el temor a una invasión del núcleo de Schengen? Anna Triandafyllidu, del think tank Eliamep y del Centro Robert Schuman del Instituto Universitario Europeo de Florencia, cree que Turquía no está colaborando. “¿Por qué iba a hacerlo?”, se pregunta, “cuantos más inmigrantes se dirijan a Grecia, menos problemas para Turquía, que es un gran distribuidor de migrantes en tránsito. Y Grecia no es capaz de frenarlos antes de pisar su suelo. Lo intentó con operaciones ilegales de devolución en 2007 y 2008, algo a lo que puso fin el Gobierno socialista en 2009. El problema es que hay un creciente número de personas cruzando, y Grecia no tiene capacidad de albergarlas ni tutelarlas. Pero ha dejado de tenerlas en detención temporal en condiciones inhumanas. En 2011, el Parlamento aprobó una ley que descentraliza la tramitación de asilo y crea centros en la frontera dirigidos por autoridades independientes y no por la policía, como antes”.

"No podemos afrontar solos un fenómeno global", afirma el Gobierno griego

Según el ministro de Asuntos Europeos turcos, Egemen Bagis, se trata de un símbolo de división entre la UE y los otros países. “No es el momento de hablar sobre nuevos muros en Europa, sino de nuevos puentes”, aseguró. Oktay Durukan, de la ONG Helsinki Citizen’s, considera que la actitud de la UE hacia Turquía, aplazando su adhesión, está obligando a Ankara a adoptar posturas más agresivas contra la inmigración. Según la ONG, Turquía recibe cada año 9.000 demandas de asilo. Muchos refugiados se quedan atrapados en una maraña burocrática entre 5 y 10 años. “Muchos se cansan de esperar e intentan cruzar la frontera”, comenta Durukan. La excepción de visado a algunos países y miles de kilómetros de frontera terrestre hacen de Turquía el corredor favorito de las mafias.

Fuentes del Ministerio del Interior griego insistían la semana pasada en que la ayuda exterior sigue siendo necesaria, mientras ligaban el flujo migratorio y el aumento de la delincuencia en el país. “No podemos afrontar solos un fenómeno global. La entrada de sin papeles ha creado una situación explosiva en una etapa de inestabilidad social y ni siquiera el muro es la solución: si no pueden pasar por allí, lo harán por Bulgaria o las islas. La solución final serán los centros de retención en la misma frontera. El primero estará listo en meses”.

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