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Los escándalos inquietan al régimen en Pekín

El Partido Comunista estudia retrasar su congreso por la inestabilidad política

Desde la izquierda, Wen Jiabao (primer ministro), Hu Jintao (presidente) y Wu Bangguo (presidente del Parlamento), en Pekín.
Desde la izquierda, Wen Jiabao (primer ministro), Hu Jintao (presidente) y Wu Bangguo (presidente del Parlamento), en Pekín.Alexander F. Yuan (AP)

La celebración de los congresos del Partido Comunista Chino (PCCh) son siempre periodos sensibles en China, y el de este año se presenta como uno de los más importantes en las últimas décadas. El cónclave quinquenal dará entrada a una nueva generación de líderes, encabezada por el actual vicepresidente, Xi Jinping, y el viceprimer ministro Li Keqiang, que tendrán que dirigir un Gobierno que deberá abordar, según los expertos, importantes reformas: desde cuestionar su papel en las empresas estatales a la liberalización de la propiedad del suelo y la respuesta a la creciente demanda de libertades políticas, en un país cuya sociedad está cada vez más informada y reclama un papel más activo en las decisiones gubernamentales. El cambio se produce cuando China es ya la segunda potencia económica de mundo y su peso político la ha convertido en actor imprescindible a la hora de afrontar cualquiera de las grandes cuestiones internacionales, ya sea la crisis nuclear norcoreana o la de Irán.

Los líderes chinos querían que 2012 fuera un año tranquilo para poder alcanzar en la discreción, el silencio y el secretismo habituales el equilibrio entre las distintas facciones de poder dentro del partido y llegar al cónclave, a finales de año, con las cartas bien repartidas. Pero en marzo estalló el mayor escándalo que ha vivido el país desde las luchas intestinas en el PCCh durante las manifestaciones de Tiananmen en 1989, que ha desembocado en la expulsión del Politburó (organismo integrado por 25 miembros) de Bo Xilai, exsecretario del partido en la municipalidad de Chongqing y líder del ala más izquierdista y conservadora.

La destitución de Bo, que aspiraba a entrar en la cúpula dirigente en el congreso, se produjo en medio de las sospechas de corrupción, de que espió al presidente chino, Hu Jintao, y al mismo tiempo que su esposa, Gu Kailai, era acusada del homicidio de un ciudadano británico con el que, según diversas informaciones, se había enfrentado después de que este pidiera un porcentaje mayor por ayudarle a evadir una gran suma de dinero de China.

En pleno escándalo político, Pekín ha tenido que afrontar una crisis diplomática con Estados Unidos, debido a la huida del activista ciego Chen Guangcheng de su arresto domiciliario, que ha vuelto a poner de manifiesto las tensiones que marcan las relaciones entre los dos países.

"El tema del [dirigente purgado] Bo Xilai es claramente la peor división pública en la dirección del PCCh desde 1989", afirma un analista

“La situación política en China ahora es febril debido a los problemas planteados por los casos Bo y Chen y la necesidad del partido de mostrar unidad ante el congreso. El tema de Bo es claramente la peor división pública en la dirección del PCCh desde 1989. Los líderes deben estar aún reflexionando cómo gestionar la situación, teniendo en cuenta que Bo parece haber sido popular incluso lejos de Chongqing”, asegura Roderick MacFarquhar, profesor en la Universidad de Harvard especialista en China.

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Para Pekín, la prioridad es calmar las aguas cuanto antes y seguir negociando con las diferentes alas del partido con vistas al congreso. Según algunas informaciones, está considerando retrasar la celebración del cónclave, previsto en septiembre u octubre, a alguna fecha entre noviembre y enero del año que viene. Esto daría más tiempo para fijar el tamaño del Comité Permanente del Politburó —actualmente de nueve miembros—, asignar sus asientos y, sobre todo, reduciría el plazo entre la designación de los líderes y la asunción de sus cargos en el Gobierno, en marzo de 2013, durante la sesión anual de la Asamblea Popular Nacional.

El primer ministro Wen Jiabao ha insistido desde 2011 en que China tiene que acometer reformas políticas de forma “urgente” si quiere profundizar los logros obtenidos en las tres últimas décadas y evitar el caos. “La reforma ha alcanzado una fase crítica. Sin el éxito de la reforma política no es posible llevar a cabo reformas económicas. Los logros que hemos alcanzado podrían perderse”, dijo en marzo pasado.

MacFarquhar defiende la necesidad de transformación. Pero, ¿dará Pekín el paso? “China necesita desarrollarse políticamente, pero si este es un momento clave [de cambio] o no es algo que solo puede ser decidido por sus líderes”, afirma.

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