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El Ejército egipcio asume el poder legislativo tras el cierre de las urnas

Los Hermanos Musulmanes acusan a los militares de ir “en contra de la voluntad popular”

Una mujer vota con su hija en brazos en El Cairo.
Una mujer vota con su hija en brazos en El Cairo.M. ABED (AFP)

Las primeras elecciones libres de la historia de Egipto comenzaron con una primera vuelta celebrada en medio de un clima de euforia y optimismo contagioso el mes pasado. Era el momento que habían esperado los egipcios durante toda su vida y por el que cientos de ellos murieron en la represión que siguió al despertar democrático árabe. Este fin de semana han vuelto a las urnas en una segunda y definitiva vuelta con el ánimo algo más decaído. Apenas unas semanas y una sucesión de descalabros político-militares han bastado para que cunda el desencanto democrático en amplios sectores.

Pocos minutos después del cierre de las urnas, el Ejército emitió un comunicado en la televisión estatal en el que promulgaba nuevas disposiciones constitucionales que definirán el papel del jefe del Estado. Los militares, que ya designan al primer ministro, asumen el poder legislativo, el control de los presupuestos y tendrá amplios poderes en la formación de la Asamblea constituyente que deberá redactar la nueva Constitución egipcia. El jueves, el Tribunal Constitucional anuló las elecciones legislativas y ordenó la disolución del Parlamento —en el que los partidos islamistas contaban con el 75% de los escaños— en un movimiento calificado de “golpe blando” por observadores políticos. Los nuevos comicios legislativos se celebrarán tras la adopción de una nueva Constitución, según el documento al que tuvo acceso la agencia France Presse. Así las cosas, y con los poderes del presidente muy disminuidos, la junta militar ha anunciado este lunes que entregará antes de final de junio el poder al presidente civil recién elegido.

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En otro movimiento inesperado, los Hermanos Musulmanes emitieron a última hora una suerte de declaración de guerra política a la junta militar, a la que acusaron de “querer hacerse con el control total en contra de la voluntad popular” y de haber cometido un “ataque flagrante en contra de la revolución egipcia”, así como “vaciar de contenido” la función del presidente electo. También consideró Saad Katatni, presidente del Legislativo, que la disolución del Parlamento es nula y que debería ser aprobada en referéndum. Hasta ahora, la Hermandad había asegurado que respetaba las decisiones emitidas por el Constitucional el pasado jueves, una de las cuales impone la disolución del Parlamento.

Los propios Hermanos Musulmanes aseguraron además que su candidato, Mohamed Morsi, había obtenido el 52% de los votos en las elecciones presidenciales de ayer en Egipto, de acuerdo con el 82% del voto escrutado. El propio Morsi compareció de madrugada declarándose ganador.

Boicoteadores y votantes renegados pueden resultar decisivos en unos comicios en los que no hay un claro favorito. Las autoridades electorales retrasaron el domingo hasta dos horas el cierre de los colegios para animar a los 50 millones de egipcios a votar tras la puesta del sol abrasador. Los primeros resultados se conocerán en la mañana del lunes.

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Yo voy a votar por que lo único que me importa es la seguridad y que vuelvan los turistas"

Las horas que sigan a la publicación de los resultados serán cruciales para determinar si la transición egipcia sufre un nuevo golpe o si, por el contrario, empieza una nueva etapa más esperanzadora. Los Hermanos Musulmanes han amenazado con sacar a sus seguidores a la calle si consideran que ha habido fraude. Numerosos observadores vaticinan también protestas de los votantes de Ahmed Shafiq, antiguo primer ministro de Hosni Mubarak y candidato preferido del Ejército, en caso de que ganen los islamistas.

Sorprende el número de personas que dicen que no votaron o que votaron en blanco o a disgusto; que están en contra del islamismo que defiende el candidato Mohamed Morsi y que no quieren ni oír hablar de Shafiq. La polarización extrema resultante de la primera vuelta ha dejado a muchos votantes descolgados, sin un candidato que puedan digerir.

Los ataques a la democracia perpetrados por la junta militar la pasada semana (disolución del Parlamento y resurrección parcial de la ley de emergencia) hace que dé un poco igual a quién vayan a votar, porque al fin y al cabo el Ejército va a seguir rigiendo sus vidas y la economía del país por mucho tiempo. Piensan también que todo el esfuerzo y la ilusión que acompañó a las elecciones parlamentarias del pasado invierno se ha ido ahora al garete y han vuelto a la casilla de salida. Algunos se enfadan. Otros se resignan a convivir con unas elecciones que no son las que habían soñado.

Hisham Kassem fundó el diario Al Masri al Youm y es un analista al que en Egipto se escucha con atención. Explica su posición por teléfono mientras vuelve a El Cairo desde Alejandría, hasta donde se ha desplazado solo para votar. En blanco. “A mí me preocupa lo que pase, pero soy un laico y bajo ninguna circunstancia podría votar a un candidato religioso. Y Shafiq, un hombre que dice que Mubarak es su modelo, me parece como poco una falta de respeto”.

Junto al mercado de Jan el Jalili, Abdel Saher, de 72 años, regenta una librería: “Estas elecciones es como elegir entre dos enfermedades. No sé cuál es la menos mala. Los Hermanos Musulmanes son duros de mollera. No les interesa el arte, las cosas de la vida. Los militares y su candidato nos dan miedo. No sabemos qué va a pasar”. Y se sorprende a sí mismo con una ocurrencia. “Igual al final pongo dos cruces y escribo al lado: no me fío de ninguno”.

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