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El Partido Comunista Chino ajusta cuentas en la sombra

El juicio a Gu Kailai, que recuerda al juicio a la Banda de los Cuatro tras la muerte de Mao, desbanca a un líder incómodo para los reformistas que copan el poder

El juicio a Gu Kailai trae recuerdos de la condena a la llamada Banda de los Cuatro hace más de 30 años por crímenes durante la Revolución Cultural (1966-1796). Los cuatro líderes radicales, entre los que figuraba la tercera esposa de Mao Zedong, Jiang Qing, fueron arrestados en octubre de 1976 -el mes siguiente de la muerte de Mao-, y en 1981 fueron sentenciados a penas que oscilaron entre 20 años y muerte conmutada a cadena perpetua, como fue el caso de Jiang.

La China de hoy no tiene nada que ver con la de entonces. Se ha abierto al exterior, es la segunda economía del mundo y sus ciudadanos gozan de unas condiciones de vida y libertades inimaginables hace tres décadas. No obstante, sigue regida por el gobierno único del Partido Comunista Chino (PCCh), en medio del secretismo.

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El PCCh asegura que el sistema en vigor es el único que puede garantizar la continuidad del progreso del país y la estabilidad necesaria para lograrlo. De ahí que quiera evitar a toda costa cualquier impresión de que la caída de Bo Xilai -y, por extensión, el juicio a su mujer por el asesinato del hombre de negocios británico Neil Heywood- están relacionados con rencillas políticas, y quiera zanjar cuanto antes el juicio a Gu para que no afecte al congreso del PCCh a finales de año.

“Los dirigentes quieren un proceso de sucesión suave y están mostrando lo que le pasa a una familia que se extralimita. Algunos chinos creen que si Bo hubiera entrado en el Comité Permanente del Politburó (como se esperaba hasta que estalló el escándalo), podría haber desafiado a Xi Jinping (previsto futuro presidente) por el liderato”, afirma Roderick MacFarquhar, profesor en la Universidad de Harvard especialista en China.

El Gobierno y los medios chinos –que han pasado de puntillas sobre el caso- han insistido en que nadie está por encima de la ley. Pero hay sospechas en China –especialmente entre los partidarios de Bo- de que tanto el político como su mujer son víctimas de una lucha entre diferentes facciones del partido.

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Frente a quienes creen que Gu es el chivo expiatorio en este embrollo político, MacFarquhar asegura que “si Gu es culpable, entonces no es totalmente un chivo expiatorio”, aunque “sí lo es en el sentido en que los líderes temen centrarse demasiado en Bo porque es demasiado popular, así que es mejor convertir a su mujer en la principal culpable”. El analista asegura que, con el juicio, Pekín pretende demostrar también “a chinos y extranjeros que nadie está por encima de la ley, y dar garantías a los empresarios extranjeros de que no serán atacados con impunidad en el futuro”.

El escándalo político salió a la luz en febrero, después de que el jefe de policía de Bo Xilai en Chongqing, Wang Lijun, se refugiara en el consulado de Estados Unidos en la ciudad de Chengdu, huyendo de los hombres de Bo, y durante su estancia desvelara algunas de las actividades del dirigente.

Según algunas versiones, Wang huyó al consulado porque temía ser asesinado por agentes de Bo Xilai después de haberle asegurado que tenía pruebas de que su esposa estaba implicada en la muerte de Heywood. Wang solo salió del edificio cuando llegó un equipo de investigadores enviado por el Gobierno central. Su decisión condujo a una pesquisa oficial y a la purga y una campaña pública para desacreditar a Bo.

Según otras versiones, Bo Xilai tejió una amplia red de escuchas telefónicas en Chongqing, que espió a los altos líderes del PCCh, incluido el presidente chino, Hu Jintao, para saber qué comentaban de él cuando visitaban la municipalidad mientras él se labraba su camino hacia la el poder, y, cuando fue descubierto, pretendió utilizar a Wang como cabeza de turco.

No se sabe qué papel jugó –si jugó alguno- Bo Xilai en la muerte de Heywood. De momento, solo ha sido acusado de “graves violaciones de disciplina”, término asociado normalmente a delitos económicos y de corrupción.

¿Qué pasará con el exdirigente? “Bo será juzgado por haber roto la disciplina del partido y probablemente sea expulsado del partido, salvo que se piense que sea probable que eso enfurezca a sus partidarios neomaoístas”, señala MacFarquhar.

Bo Xilai, quien también fue ministro de Comercio, era la cabeza del ala más izquierdista y conservadora del PCCh, y desde Chongqing promovió su ascenso hacia la cima del partido por medio de la defensa de las clases más desfavorecidas, el regreso al culto maoísta y campañas de lucha contra la corrupción y el crimen organizado; medidas populistas que tuvieron un gran apoyo de la gente pero fueron criticadas en algunos círculos por saltarse la ley, por el empleo, por ejemplo, de la tortura.

El ambicioso político estaba considerado un elemento incómodo por los reformistas liderados por el actual presidente, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao, quienes a finales de año dejarán sus cargos en el Comité Permanente del Politburó y en marzo del año que viene saldrán del Gobierno, donde serán sustituidos por el actual vicepresidente, Xi Jinping, y el viceprimer ministro, Li Keqiang, respectivamente.

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