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Noruega, un pacificador discreto para Colombia

Oslo ha hecho de la búsqueda de la reconciliación un sello de su diplomacia

Naiara Galarraga Gortázar

Oslo se convierte cada año con la entrega del Nobel en capital de la paz, pero de vez en cuando la capital noruega acoge citas menos pomposas pero de enorme trascendencia para millones de víctimas de violencia cotidiana. El próximo 5 de octubre puede ser uno de esos días aunque las partes no lo confirman. Oslo acogerá la puesta de largo de las negociaciones entre el Gobierno de Colombia y las FARC, según, entre otros, el exvicepresidente Francisco Santos, primo y opositor del presidente colombiano.

Noruega, fiel a su papel de facilitador discreto, es parca. “Es bien sabido que Noruega ha estado activamente implicada el trabajo [de búsqueda] de la paz y la reconciliación en Colombia desde hace mucho tiempo. Consideramos que las partes deben hacer los comentarios necesarios sobre su diálogo cuando estén preparadas”, respondió Frode Overland Andersen, portavoz del Ministerio noruego de Exteriores, al ser consultado sobre la implicación de su país en el proceso. “Noruega quiere alabar los esfuerzos de las partes para lograr una resolución pacífica de un conflicto que viene de antiguo y que ha tenido un alto coste en vidas humanas y sufrimiento y ha dificultado el desarrollo pacífico de Colombia”, añadió el portavoz noruego tras el anuncio del presidente Juan Manuel Santos del inicio de “conversaciones exploratorias con las FARC para buscar el fin del conflicto”.

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Oslo ha quedado vinculado de modo indeleble al proceso de paz que llevó al histórico apretón de manos entre Yasir Arafat e Isaac Rabin en los jardines de la Casa Blanca en 1993 con Bill Clinton como anfitrión y ante la mirada de diplomáticos noruegos. Aunque esté ya enterrado, es el “principal” precedente y del que “más orgullosos se puede sentir” los noruegos, explica por teléfono Kristian Berg Harpviken, director del Instituto de Oslo para la Investigación de la Paz (PRIO, por sus siglas en inglés). Harpviken recuerda un par de antecedentes que han pasado más desapercibidos (salvo para los directamente implicados): Noruega tuvo “un papel primario” en el proceso que llevó al acuerdo de paz en Guatemala, en 1996, entre el Ejecutivo y la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) y también el pacto logrado en Malí en 1995. Detalla que, en ambos casos, la comunidad de ONG, sobre todo Norwegian Church Aid –de la Iglesia luterana- fueron clave porque “llevaban muchos años en los países, tenían redes [de contactos] y un buen entendimiento de la política local”. Con el tiempo, la tarea se ha ido profesionalizando.

Birmania, Chipre, Filipinas, Aceh (Indonesia), Haití, Sudán o Sri Lanka son otros lugares donde Noruega se ha implicado para parar las armas o propiciar un proceso político. Los descendientes de los vikingos que reivindican haber descubierto América antes que Colón se convirtieron en pacificadores tras el fin de la guerra fría. Lo que el ministerio denomina “esfuerzos hacia la paz y la reconciliación” se ha convertido en un “sello distintivo” de la diplomacia noruega, explica el director del PRIO. Los motivos, precisa, son más pragmáticos, que altruistas. Es un trabajo que “le ha permitido boxear en una liga por encima de su peso”, detalla Harpviken.

Noruega tiene cinco millones de habitantes pero es inmensamente rica en petróleo. Entró a la OTAN con los primeros pero no se ha unido a la UE. “Si eres pequeño te tienes que hacer útil”, decía el verano pasado el embajador noruego en Washington, Wegger Chr. Strommen, para explicar el afán pacificador de su país en una conferencia organizada por el foro Rumi en la capital de EEUU . El dinero –“hemos puesto mucho dinero en los esfuerzos de paz y reconciliación-, la ausencia de un pasado colonialista –“no pueden acusarnos de ambiciones imperialistas”-, “hay cosas que el pequeño puede hacer y el grande no” o la modestia y la humildad que dan haber sido hace solo 100 años un país tan pobre que la mitad de su población tuvo que emigrar son otros de los factores que, según el embajador, son ventajas que han convertido a Noruega en el actor internacional que es hoy.

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Un anuncio como el de Santos esta semana es el fruto de muchísimo trabajo de muchísima gente. "Los esfuerzos por la paz y la reconciliación son mucho más que intentar organizar negociaciones secretas", recalcó el embajador en Washington.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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