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Conmoción en Israel ante la deriva racista de su juventud

El linchamiento de un palestino eleva el listón de ataques

Jamal, el joven palestino atacado por un grupo de judíos, en el hospital junto a su madre.
Jamal, el joven palestino atacado por un grupo de judíos, en el hospital junto a su madre.Oren Nahshon (Flash90)

El linchamiento de un joven palestino por una veintena de adolescentes judíos en Jerusalén Oeste hace unos días ha alarmado a sociólogos e intelectuales en Israel. El revulsivo y controvertido oxímoron de “judeo-nazis”, acuñado hace décadas por el polémico filósofo Yeshayahu Leibowitz (1903-1994), ha sido recuperado estos días en algunos editoriales de la prensa liberal israelí. Los medios conservadores, en cambio, abordaron el incidente como un suceso aislado perturbador, pero sin mayores consecuencias.

Leibowitz comenzó a denunciar una tendencia a la “nazificación” como consecuencia de la ocupación de Cisjordania y la Gaza tras la guerra de los Seis Días. Posteriormente escribió sobre la mentalidad “judeo-nazi” desarrollada por algunos soldados tras la invasión del Líbano en 1982. Entonces sus palabras levantaron ampollas en un entramado social en el que abundaban los supervivientes del Holocausto, a quienes horrorizó el término empleado por el polémico profesor.

Sus citas reaparecen cuando se suceden los incidentes de carácter racista no sólo en Cisjordania, con los habituales ataques de los colonos hacia civiles y propiedades palestinas, sino también en el seno de Israel. La celebración de ciertas efemérides simbólicas, como el Día de Jerusalén —en que Israel permite la entrada a la Ciudad Vieja de miles de jóvenes, la mayoría llegados de asentamientos, que enarbolan banderas israelíes y gritan consignas como “muerte a los árabes”— contribuye a fomentar la xenofobia y la violencia hacia los palestinos.

Acciones impunes

Al linchamiento siguieron nuevos ataques, esta vez en Cisjordania. El más grave sucedió junto al asentamiento de Gush Etzion, con el lanzamiento de un cóctel molotov contra un taxi en el que viajaban seis ocupantes, que tuvieron que ser hospitalizados con quemaduras de diversa consideración. Aunque el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, aseguró al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, que llevaría a los culpables ante la justicia, la mayoría de estas acciones queda impune.

Para algunos expertos los dos incidentes, eclipsados por la rutina en la que se ha convertido la destrucción semanal de olivos en tierras palestinas; la quema de pastos, o las pintadas xenófobas contra los árabes, constituyen la punta del iceberg de una violencia soterrada, alimentada por los mensajes incendiarios de algunos rabinos o incluso por las leyes discriminatorias hacia los palestinos, a menudo auspiciadas por los colonos.

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Según un estudio de la ONG Jerusalem Fund, con sede en Washington, el promedio de ataques de colonos en 2011 fue de 2,6 al día, lo que supone un incremento del 39% respecto del año anterior. Algunos intelectuales consideran que estos brotes xenófobos simbolizan el fracaso de un sistema educativo dual que exacerba las diferencias entre judíos y árabes y son fruto de los mensajes de las instituciones sobre la “supremacía de los judíos frente a los palestinos”.

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