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11 AÑOS DEL 11-S

EE UU entierra por un día la lucha política para recordar el 11-S

El país recuerda el suceso con la misma solemnidad, la misma emoción y el mismo sentimiento de unidad y fe en sus valores que el primer día

Foto: atlas | Vídeo: Atlas / Shawn Thew (EFE)
Antonio Caño

La campaña electoral de Estados Unidos cedió por un día el protagonismo al recuerdo por las víctimas de los atentados del 11 de septiembre. Once años después de aquella tragedia, el país recordó hoy el suceso con la misma solemnidad, la misma emoción y el mismo sentimiento de unidad y fe en sus valores que el primer día.

El paso del tiempo le ha restado, por supuesto, espontaneidad a la celebración, que se va convirtiendo poco a poco en una fecha más del calendario conmemorativo oficial. Decía Woody Allen que, así como hoy podemos reírnos de los cristianos devorados por los leones en el circo romano, también algún día haremos chistes sobre el 11-S. Pero, aún así, el recuerdo tiene un valor. Nadie está muy afectado por la muerte de George Washington cuando se celebra su fiesta nacional, sin embargo ese día facilita la reflexión sobre la función del presidente.

En el caso del 11-S, la conmemoración, como dijo hoy Barack Obama, es “una oportunidad de remarcar que nada va a impedir que esta nación sea lo que quiera ser”.

Obama guardó un minuto de silencio en la Casa Blanca junto a sus colaboradores, participó en un acto de homenaje en el Pentágono y visitó después, en un hospital militar, a los heridos en las guerras que sucedieron al 11-S. Una de esas guerras, la de Irak, dividió profundamente al país. Otra, la de Afganistán, generó un sentimiento de impotencia parecido al que produjo en su día Vietnam. En este 11-S, por primera vez, ya no hay soldados norteamericanos en Irak y ha comenzado la retirada de Afganistán.

Muchos estadounidenses creen que ambas guerras fueron inútiles. Otros consideran que había que haberlas concluido con más dignidad. Pero nadie sacó a relucir hoy esas diferencias. El Congreso, el escenario habitual de las más encarnizadas batallas políticas, compareció hoy en pleno en las escalinatas del Capitolio para entonar con una sola voz el Juramento a la Bandera: “Una nación, bajo Dios, con libertad y justicia para todos”.

Once años después, volvieron a sonar las campanas en Nueva York, volvieron a leerse los nombres de cada una de las víctimas, volvió a resaltarse el heroísmo de los pasajeros del vuelo 93 que cayó sobre Pensilvania. En escuelas y centros cívicos de todo el país se discutió lo sucedido. Las televisiones y radios emitieron programación en especial. El defensor del lector de The New York Times aprovechaba para debatir cómo deben de cubrirse estas fechas. Todo el país, cada uno desde su puesto y su visión, le dedicó unos minutos a aquel acontecimiento que influyó tanto en la vida de todas las personas.

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Nada de eso borra, desde luego, las urgencias cotidianas. Es razonable sospechar que los políticos participaron en los actos con un ojo puesto en sus consecuencias electorales –un 51% de los norteamericanos piensa que Obama está más capacitado para luchar contra el terrorismo, un 40% cree que lo está su rival, Mitt Romney-, así como el 11-S no puede sustituir la prioridad de millones de desempleados de encontrar un trabajo. Pero una jornada de tregua, en la que se ceden unos minutos para recapacitar sobre asuntos que afectan al destino y la forma de ser una nación, resulta un buen complemento para todos.

Para los norteamericanos, el 11-S representa un momento en el que alguien quiso destruir su modelo de sociedad. La reacción trata de ser la de una nación que no está dispuesta a consentirlo.

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