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Los Balcanes, justicia sin reconciliación

El Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia ha rechazado el concepto de culpa colectiva centrando los crímenes en sus mayores responsables. Los procesos a Karadzic y Mladic cerrarán el ciclo de la Corte

Isabel Ferrer
Karadzic sonríe en el TPIY el día de la reanudación de su proceso.
Karadzic sonríe en el TPIY el día de la reanudación de su proceso. ROBIN VAN LONKHUIJSEN / POOL (EFE)

El telón está a punto de caer definitivamente en el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY), que ha conseguido juzgar a los grandes fugitivos de las guerras registradas en los Balcanes entre 1991 y 2001. “La justicia está siendo impartida, condición indispensable para que haya una posibilidad de reconciliación”, según Serge Brammertz, fiscal jefe del Tribunal. Pero las comunidades serbia, bosnia, croata y musulmana de la extinta Federación Yugoslava, no han logrado evitar la desunión. Casi veinte años después de que la violencia interétnica causara más de 100.000 muertos, perdura el antagonismo en Bosnia, y entre Serbia y Kosovo. El Tribunal cumple con rigor su labor judicial. Las otras dos tareas que le fueron encomendadas, esto es, prevenir la comisión de crímenes y fomentar el entendimiento, han sido menos lucidas.

Marianne Ducasse-Rogier, experta en Bosnia y adscrita al Instituto Clingendael de Relaciones Internacionales, atribuye los claroscuros de la labor del TPIY a la anómala situación política que perdura en los Balcanes. “Cuando Naciones Unidas lo creó en 1993, en plena guerra, seguían libres los criminales de guerra que luego han sido juzgados: desde el líder político serbobosnio Radovan Karadzic y el exgeneral Ratko Mladic, al menos conocido, el serbocroata Goran Hadzic. A pesar de que murió antes de la sentencia, sin el Tribunal tampoco habría sido procesado el expresidente serbio Milosevic. Ha sido una tarea enorme”, asegura. Otra cosa es que la guerra siga pesando en los Balcanes. “Es un lugar donde se mira al pasado. Ya sea el de los fascistas en la Croacia de la II Guerra Mundial, o el conflicto de los años 90 en Bosnia y Serbia. También hay muchos políticos que responden a una agenda particular sin pensar en nadie”, añade la politóloga.

El Instituto Internacional de Prensa ya señaló en 2008 que “el avance económico de los Balcanes, en particular desde hace una década, corre parejo a la voluntad de sus nuevas naciones de cooperar con la UE, pero no así entre ellas”. La promoción de la división y el nacionalismo en Bosnia, con serbios, croatas y musulmanes dándose la espalda, y la difícil relación entre Serbia y Kosovo desde la independencia kosovar (en 2008), es otro de los escollos para las relaciones. “Aunque hayan pasado casi veinte años, reconciliarse llevará tiempo. Cuando los historiadores locales busquen datos, recurrirán a los archivos del TPIY, que ha establecido los hechos y facilitado el reencuentro étnico. En lugar de recurrir a la figura de la culpa colectiva, que comprometería el futuro, ha señalado a gente concreta, políticos o militares, como responsables de un plan mortífero, con crímenes terribles y deportaciones”, dice Ducasse-Rogier.

El diferente ritmo de las naciones surgidas de la guerra balcánica es otro de los escollos para un futuro armónico. De un lado hay movimiento interno, y los bosnios buscan trabajo en suelo croata y en Montenegro; los serbios van a Bosnia y Eslovenia. De otro, subsiste, para Serbia, el contencioso de la integridad territorial al no reconocer a Kosovo. Por último, la división de Bosnia en las dos entidades salidas de los acuerdos de paz de Dayton, una para serbios, y otra para musulmanes y croatas, no les ha acercado. “La parte serbia de Bosnia promueve aún la partición. Si llega a ocurrir, no será por el afán de autodeterminación de la ciudadanía. Estos territorios así dibujados no existían antes de la guerra. Se derivan de la limpieza étnica”, recuerda la experta.

Si bien al principio el TPIY se centró en el aspecto judicial y dio una imagen distante en la antigua Yugoslavia, desde 2004 aprovecha su programa externo de información para mostrar su labor. Este mes de octubre concluyó una serie educativa en universidades de toda la región, desde Bosnia a Kosovo, y desde Croacia y Serbia a Macedonia y Montenegro. Se habló de los casos, sus acusados y víctimas, en el escenario de los crímenes, entre ellos, Srebrenica, Móstar y Vukovar.

En 2003, el fallecido papa Juan Pablo II pidió en Banja Luka, en la entidad serbia de Bosnia, “la reconciliación basada en la verdad, la justicia y el perdón”. En 2008, Hasan Nuhanovic, intérprete de los cascos azules holandeses que debían proteger Srebrenica, y que perdió sus padres y hermano, dijo que la verdadera reconciliación llegará “cuando los serbios hablen del genocidio”. “Hasta entonces, prefiero hablar de normalización de la convivencia”. Radovan Karadzic, acusado por el TPIY de haber ordenado el crimen, acaba de asegurar que “no se enteró hasta llegar a La Haya (sede del Tribunal)”. La fiscalía ha dispuesto de 300 horas para desmentirle. O como dice el fiscal Brammertz: “No habrá verdadera paz en los Balcanes sin justicia”.

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