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Columna
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El voto negro y la realidad negroamericana

Los afroamericanos se decantan mayoritariamente por Barack Obama. La pregunta es si el candidato será capaz de ampliar su inclusión en la sociedad estadounidense

Mireia Sentís

El voto afroamericano será de nuevo mayoritariamente para Obama. Pero ¿significa este sostenido apoyo que la situación de la comunidad negra ha mejorado durante su mandato?

También cabría preguntarse si se ha cumplido la teoría de los Talented Tenth que el pensador W. E. B. Du Bois ideó en 1903, y según la cual correspondería al 10% más brillante y preparado “elevar” el nivel de la población negra en Estados Unidos y obtener así la plena integración. El acceso de los afroamericanos a las universidades de élite y a las posiciones de máxima influencia en el Gobierno y en los negocios, daría por cumplida la hipótesis duboisiana. Sin embargo se está produciendo una paradoja: el incremento del porcentaje de hombres negros mantenidos al margen de la sociedad.

La mass incarceration (encarcelación masiva) de los afroamericanos, y sus consecuencias, eran hasta ahora cuestiones de las que se ocupaba únicamente un puñado de intelectuales combativos. Ya no es así. Aumenta el número de los que analizan y denuncian una situación que ha creado una especie de apartheid, que por no basarse en el color —hoy día no sería aceptable utilizarlo como coartada— es difícil de combatir.

Como en las anteriores fases de la historia negra estadounidense (esclavitud y segregación), los medios de comunicación han jugado un papel importante. La imagen del hombre negro ha dejado de ser la de una persona primero sumisa y luego reivindicativa, para encarnar, en el subconsciente colectivo y a pesar de Obama, el papel de delincuente. Si el camino del Movimiento de los Derechos Civiles fue largo y arduo, el que ahora toca recorrer lo será aún más. Ya no se pide igualdad para un colectivo cuya discriminación acabó por reconocerse como obviamente injusta, sino reformas estatales que descriminalicen a un sector percibido como “objetivamente” indeseable.

Actualmente tres de cada cuatro hombres negros se enfrentan a la expectativa de entrar en contacto, en algún momento de su vida, con el sistema judicial a causa de la ley de los three strikes (tres golpes), en referencia al número de infracciones menores (portar marihuana para uso personal, por ejemplo) que pueden conducirlos a la cárcel, atándoles así al control judicial de por vida: se hará difícil encontrar un empleo, las ayudas gubernamentales desaparecerán y, en muchos Estados, se revocará su derecho al voto.

Esta encarcelación masiva es el resultado directo de la operación llamada War on Drugs, iniciada en 1982 durante la Administración Reagan. Una “guerra” que se lleva a cabo mayoritariamente en los barrios pobres (pobreza y color siempre fueron unidos en USA). Cuantos más arrestos consiga una comisaría, más vehículos, más armas y más dinero gubernamental —federal o estatal— recibirá. Un buen negocio para la industria del armamento, la primera del país. Y un gran estímulo para el complejo industrial penitenciario —en su mayoría privatizado y cuya cotización en Bolsa experimenta un constante ascenso—, principal beneficiario de este continuo flujo de reclusos que proporcionan mano de obra a precios competitivos con la deslocalización transnacional.

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En todas las sociedades existen minorías excluidas. En Estados Unidos este papel recae sobre la gente de color (término que incluye también a otras minorías, y en particular a la hispana). El actual presidente, que en sus campañas no olvida ningún asunto importante —empleo, sanidad, ayudas sociales, educación—, nunca ha mencionado el que más hondamente perpetúa una subcasta del mismo color que el de su familia. En agosto 2009 Orlando Patterson escribió en el New York Times: “Barak Obama, que se sitúa delicadamente entre el mundo de la inmigración exitosa y la identidad negra, ¿será capaz de ampliar la inclusión de los afroamericanos? Estamos observando y esperando”. Du Bois, doctorado como el propio presidente por la universidad de Harvard, no pudo esperar. En 1961, habiendo perdido la confianza en la plena incorporación de sus semejantes a la vida del país, renunció a la nacionalidad estadounidense y se exilió en Ghana.

Mireia Sentís es autora del libro En el pico del águila. Una introducción a la cultura afroamericana (Árdora Ediciones, 1998) y directora de BAAM (Biblioteca Afro Americana Madrid).

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