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Una vez más, reabierto el debate sobre el control de armas

Los más críticos reclaman a Obama que actúe como presidente y deje el rol de padre para sus momentos íntimos

Yolanda Monge
Una bandera estadounidense en la localidad de Newtown, Connecticut.
Una bandera estadounidense en la localidad de Newtown, Connecticut.Julio Cortez (AP)

Tras la masacre de Virginia Tech en 2007 -32 muertos-. Tras el tiroteo en 2011 cuyo objetivo era la congresista de Estados Unidos Gabby Giffords, que salvó la vida –seis fallecidos, entre ellos una niña de seis años-. Tras la conmoción provocada por la masacre en un cine de Aurora (Colorado) este verano – 12 víctimas mortales-. En todas y cada una de las anteriores matanzas, se abrió el interrogante. ¿Será éste el tiroteo que logre cambiar el pulso político en Washington, que de momento ganan quienes se oponen a un mayor control de las armas?

La respuesta es sencilla y monosílaba. No. No lo fueron.

Barack Obama, quien visitará Newtown este domingo, logró tras el atentado de Tucson (Arizona) contra la representante demócrata Giffords transformar la sangre en esperanza en un momento en el que el discurso del país se había polarizado bruscamente. Los republicanos quedaban arrinconados en su extremismo . Pero no se avanzó en ninguna legislación concreta. Sólo palabras que se difuminaron al tiempo que lo hacía el dolor.

De nuevo Obama dijo comprometerse a “seguir colaborando” con el Congreso para aprobar controles más rigurosos en la concesión de licencias sólo cinco días después de que James Holmes provocara el pasado mes de julio una masacre en un cine en el que se estrenaba la nueva película de Batman.

Las armas de fuego, que causan más muertes en EEUU que ninguna de las guerras en las que se ve envuelto

Un Obama conmovido conmovió al país el pasado viernes al no poder contener las lágrimas al recordar que las víctimas de Newtown tenían entre cinco y diez años. Incapaz de recuperar la voz, el mandatario se tomó un tiempo para sorberse la angustia y secarse las lágrimas. Dijo el presidente que reaccionó ante el asalto como “un padre”. Como un padre lloraba.

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Con 27 víctimas en la morgue –y 20 féretros infantiles-, los más críticos reclaman a Obama que actúe como presidente y deje el rol de padre para sus momentos íntimos. El mandatario enfrenta cuatro años que no están atados a su reelección. Ya no tiene que rendir cuentas en Estados decisivos para ganar votos como Ohio, Colorado, Florida o Pensilvania, grandes defensores de la segunda enmienda.

Si Obama ha sido capaz de poner en pie la arquitectura para dotar de seguro sanitario a prácticamente todos los norteamericanos y pronunciarse a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, la siguiente asignatura pendiente es el control de las armas de fuego, que causan más muertes en EEUU que ninguna de las guerras en las que se ve envuelto.

Puede que la última masacre sea un punto de inflexión. No en vano es el peor tiroteo ejercido contra niños en la historia de Estados Unidos. Esos 20 féretros blancos van a ser difíciles de digerir incluso para quienes creen que debe seguir siendo legal comprar pistolas como la Glock, que dispara 10 balas por segundo, y cargadores casi ilimitados en munición con los que se puede disparar más de 30 veces con una sola pistola y matar a seis personas –y herir a casi 20-, como sucedió en Tucson.

“Hemos pasado por esto ya demasiadas veces”, dijo tratado de recomponer la forma el presidente. “Vamos a tener que ponernos de acuerdo y tomar medidas significativas para prevenir más tragedias como estas, al margen de las diferencias políticas”. Las primeras reacciones acusaban al presidente de timidez en sus palabras.

Desde las filas republicanas y desde los demócratas más moderados se expresó ayer consternación sobre lo sucedido pero hubo silencio respecto a un cambio de rumbo frente a la lectura perversa de la Segunda Enmienda que sigue primando los derechos de los cazadores de ciervos por encima de la seguridad pública.

El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, pedía “actos concretos e inmediatos”. Líder de un grupo de alcaldes contra la posesión ilegal de armas de fuego, Bloomberg expresó su punto de vista de forma contundente. “Ya hemos oído toda esa retórica [necesidad de legislación respecto a las armas] antes”, dijo. “Lo que no hemos visto es liderazgo, ni de la Casa Blanca ni del Congreso”, prosiguió Bloomberg, cuyos seguidores hicieron una vigilia frente a la residencia presidencial en Washington el viernes por la noche. “Esto debe de acabar hoy”. Hay quien piensa que la hora de hablar de tan mortífero asunto debió de haber sido después del último tiroteo o el tiroteo anterior a ese. Y así.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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