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Tribuna
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Inquietud en Europa

Merkel da una de cal, hacia la UE, y otra de arena, con más austeridad

Europa. ¿Cómo no contemplar con inquietud nuestro Viejo Continente? La prensa anglosajona sigue anunciando su fin tras la muerte —deseada por algunos— de la zona euro. Sin duda, a lo largo de 2012 hemos hecho progresos sustanciales en lo que se refiere a la defensa de la Unión y la zona euro. Es lo que ha permitido al presidente François Hollande afirmar ante sus compatriotas, durante su discurso de Año Nuevo, que lo más duro de la crisis europea ha quedado atrás. Por su parte, Angela Merkel, al tiempo que reafirmaba su voluntad de defender el euro, matizó el análisis del presidente francés enumerando las dificultades que aún tenemos por delante y que, en opinión de la canciller, radican sobre todo en la amenaza constante de un nuevo ataque especulativo. El problema es que Merkel da una de cal y otra de arena. La de cal, cuando afirma el compromiso europeo de Alemania. La de arena, cuando da a entender que su Gobierno prepara medidas de austeridad —principalmente la reducción del gasto y la subida del IVA— para garantizar que Alemania cumpla su objetivo de equilibrio presupuestario estructural en 2014. La dificultad es conocida. En una Unión amenazada por la recesión, Alemania, locomotora económica de Europa, tiene que tirar de sus vecinos mientras estimula su propio consumo y, en consecuencia, las importaciones germanas de productos procedentes de otros países de la UE. Ya hemos recorrido una pequeña parte de este camino, pues para este año se han programado subidas salariales. Pero el anuncio de un nuevo plan de austeridad viene a frustrar esta perspectiva en nombre de la obsesión alemana por la reducción a marchas forzadas de las deudas públicas, cuando, como sabemos, habría que adaptar los ritmos para hacer lo posible por relanzar la actividad. Este es el frente más inmediato para nosotros.

El otro motivo de preocupación es de tipo estratégico y se sitúa en el largo plazo. Me refiero a la permanencia o no de la presencia británica en la Europa de los Veintisiete. El partido conservador actualmente en el poder representa, hoy por hoy, a la fracción de la opinión pública británica más antieuropea, hasta el punto de que se ha planteado la organización de un referéndum para saber si Reino Unido debe quedarse o salir de la UE. Solamente Tony Blair, el antiguo primer ministro, ha abogado vigorosamente por la permanencia en una Europa que considera —y con razón, creo yo— que debe seguir siendo nuestra ambición colectiva. Por el contrario, no puede excluirse que David Cameron organice un referéndum que, dado el sentir actual de la opinión pública británica, conduciría a Londres a abandonar la UE. Para un hombre tan sensato como Jacques Delors, esta es hoy una perspectiva que hay que considerar seriamente. En opinión del antiguo presidente de la Comisión, de llegar a realizarse, tendríamos las manos libres para seguir trabajando por el progreso de la Unión, aun a riesgo de que esta se organizase a dos velocidades: un núcleo duro, la zona euro, tendente hacia la unión política, y todos los demás, que continuarían evolucionando dentro de un mercado único cada vez más integrado. En este caso, tanto Reino Unido como Noruega serían socios importantes pero, al no estar dentro de la Unión, dejarían de influir en nuestras decisiones, tanto para lo bueno como para lo malo. ¿Influencia? Es lo que Londres siempre ha pretendido ejercer sobre el Viejo Continente, en el que, históricamente, nunca ha aceptado una potencia dominante. Sin embargo, si todo va como parece deseable, Reino Unido se encontraría frente a una zona euro mejor organizada, mejor gobernada y con una fuerte presencia en el exterior. En Londres, ciertas voces conservadoras empiezan a proponer que el objetivo británico no debe ser repatriar unos poderes hasta ahora consentidos a Bruselas, sino mantener su influencia en Europa y sobre Europa. De quedarse fuera de la Unión, el riesgo para Reino Unido sería que Europa se estructurase alrededor de la zona euro.

Traducción: José Luis Sánchez Silva

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