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Venezuela, un país en coma inducido

La enfermedad de Chávez paraliza desde hace un mes la gestión del Gobierno

Una seguidora de Chávez ante la Asamblea Nacional este sábado.
Una seguidora de Chávez ante la Asamblea Nacional este sábado. MIGUEL GUTIÉRREZ (EFE)

El año escolar se reanuda este lunes en Venezuela. Con miles de estudiantes en la calle, será el primer indicio de normalización de las actividades después del receso navideño. Pero esta vez también servirá para distinguir cuánto del sopor que por estos días reina en las calles de Caracas se debe a las festividades y cuánto se ha de achacar al desconcierto que desde fines de año impone la incertidumbre sobre la salud del presidente Hugo Chávez y su capacidad para tomar posesión de un tercer mandato el jueves.

Con Chávez enfermo en una condición de cuya gravedad poco se conoce, las autoridades subrogadas, como el vicepresidente y designado sucesor por Chávez, Nicolás Maduro, se han concentrado en la gestión política de la crisis. Buena parte del Gobierno además viaja de manera continua en un virtual puente aéreo entre Caracas y La Habana, donde el presidente convalece y, al parecer, se celebran las conversaciones para arbitrar la posible transición.

Mientras tanto, la conducción de los asuntos ordinarios del país se mantiene paralizada.

Símbolo de la situación es el nuevo mausoleo para los restos del libertador Simón Bolívar, una inmensa estructura de mármol y hormigón que sobresale en medio de una de las escasas zonas de aire colonial que quedan al norte de Caracas. Es tan enorme como la controversia que ha generado, primero, por su arquitectura y, luego, por los señalamientos hechos contra el exministro de la Vivienda y jefe de la Oficina Presidencial de Planes y Proyectos Especiales, Francisco Sesto. Encargado por el propio Chávez de la obra, no solo participó en el diseño del monumento, sino que dio la construcción a empresas de exsocios suyos.

Su inauguración oficial sufrió retrasos. Pero el pasado 17 de diciembre llegó una fecha propicia: las obras estaban concluidas y ese día, 182º aniversario del fallecimiento de Bolívar, sucedía a las elecciones regionales, en las que el chavismo obtuvo un triunfo rotundo. Sin embargo, la enfermedad del caudillo bolivariano postergó los planes. Ahora el edificio con vocación de elefante blanco yace solitario, sin su glorioso inquilino ni con su promotor que lo reclame.

Desde diciembre abundan en medios informativos y redes sociales las denuncias sobre la paralización de obras de la Gran Misión Vivienda Venezuela, el programa de construcción social que, según cifras oficiales, completó 200.000 viviendas durante 2012 y que rindió réditos electorales al Gobierno.

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La escasez de productos de primera necesidad también se está haciendo sentir. Después de numerosas expropiaciones, el Gobierno controla el 50% del mercado minorista de alimentos y un porcentaje similar de la distribución, además de cinco millones de hectáreas de cultivo. Sin embargo, productos de primera necesidad como la harina de trigo, el aceite de maíz o la crema dental no se encuentran en supermercados. La mitad de las empresas manufactureras privadas han desaparecido desde 2002. El Gobierno hace importaciones masivas de alimentos, pero la capacidad de los puertos es insuficiente para recibir tales volúmenes.

Hasta su cuarta operación en Cuba, durante las convalecencias Chávez resolvía los necesarios asuntos administrativos de Estado mediante resoluciones giradas desde la capital cubana, un método impugnado por algunos juristas puesto que la Constitución establece que Caracas es la sede de gobierno. La última decisión de ese tipo la expidió el 4 de diciembre, cuando nombró desde La Habana siete embajadores. Pero el agravamiento del día 11 acabó con esa posibilidad.

Otras decisiones relevantes parecen requerir de un capital político y una autonomía que nadie más que Chávez tiene. Es el caso de la devaluación de la moneda, el bolívar, que los expertos vaticinan inevitable por unanimidad desde finales de noviembre. Un déficit fiscal de casi 20% sería su principal causa.

La devaluación, en un país que importa buena parte de lo que consume, se transferiría a la inflación, ya alta, con una tasa del 19% anual en 2012. Pero el riesgo de explosión social y daño político es importante. Se trata de una factura que no parecen dispuestos a asumir por sí solos ni el todopoderoso ministro de Planificación y mentor de Chávez, Jorge Giordani, ni el presidente del cooptado Banco Central, Nelson Merentes, exministro bolivariano. Tal vez ni siquiera un Maduro en la presidencia pueda correr un riesgo semejante, en el marco de una inestabilidad política e institucional, y aunque las exigencias de fondos de la estructura de asistencia social montada por Chávez sean gigantescas.

No es de extrañar que en un régimen personalista los asuntos funcionen así. Pero el agravamiento de la salud de Chávez le pilló inadvertidamente en medio de sus esfuerzos por construir, sabedor de su enfermedad, una estructura política y de gestión capaz de trascenderle y lograr lo que él mismo denominó “la irreversibilidad de la revolución”.

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