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Los islamistas de Malí huyen de sus feudos en el norte ante la ofensiva aérea

Testigos aseguran que los salafistas están abandonando algunos de sus bastiones en el norte Conquistan la ciudad de Diabali, a 400 kilómetros de Bamako La aviación francesa ataca el mayor bastión de los rebeldes en el norte de Malí

El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, ha anunciado una reunión extraordinaria de la UE para tratar la situación de Malí después de reunirse con su homólogo de ese país. Vídeo: REUTERS-LIVE!Foto: overonaelpais
José Naranjo

Los salafistas que hace solo una semana se paseaban con toda tranquilidad por las calles de Tombuctú y Gao, ahora se esconden en refugios situados en el desierto por temor a la ofensiva aérea lanzada por Francia. Han decidido abandonar sus bastiones en el norte de Malí. Sin embargo, los residentes aseguran que no están lejos y que esto no significa que hayan abandonado de manera definitiva sus posiciones. De hecho, un portavoz de Ansar Dine ha asegurado que solo se trataba de una “retirada táctica”, parte de un “plan de reposicionamiento” ante la ofensiva de la aviación francesa.

Los yihadistas habían logrado horas antes conquistar Diabali, una ciudad a 400 kilómetros de la capital, Bamako. Nunca los grupos salafistas y terroristas que ocupan el norte del país habían llegado tan cerca de la capital, en lo que supone el primer revés a la ofensiva militar francomaliense que comenzó la pasada semana para detener el avance de los radicales hacia el sur.

Los atacantes de Diabali proceden de Leré, cerca de la frontera con Mauritania, una zona que cayó en manos de los yihadistas en diciembre y que el domingo sufrió intensos bombardeos por parte de la aviación francesa. La reacción de los salafistas, que se han atrevido a cruzar la línea de demarcación y han penetrado en la zona bajo control gubernamental, prueba que mantienen su capacidad ofensiva ante un Ejército maliense débil y desorganizado.

La toma de Diabali, como la de Konna, ha venido precedida por la infiltración de yihadistas entre la población durante la noche anterior, lo que permitió vencer de manera más eficaz la resistencia de los militares malienses, escasamente dotados según aseguró el propio ministro francés de Defensa, Yves Le Drian. Este tipo de técnicas usadas por combatientes que no visten ningún uniforme dificulta más la operación, que nada tiene que ver con el concepto de guerra clásica entre Ejércitos.

Mientras tanto, los aviones franceses han vuelto a lanzar ataques aéreos, en este caso en la ciudad de Douentza, bajo control del Muyao —una rama escindida de AQMI— logrando destruir uno de sus principales refugios. Sin embargo, según los testimonios de los vecinos, ningún combatiente estaba en el edificio. Todos se habían escondido en el desierto, en los alrededores de la localidad, en previsión de ataques.

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La reciente demostración de fuerza de los yihadistas no ha pasado desapercibida para las legaciones diplomáticas europeas. Francia insiste en recomendar a sus ciudadanos que salgan del país si no son imprescindibles y que, en caso de que decidan continuar en Malí, extremen las precauciones. La Embajada de España, que mantiene la misma postura, ha solicitado a los residentes que justifiquen por escrito su presencia en el país. El miedo a represalias de los salafistas en forma de atentados se mantiene. Uno de los portavoces del Muyao aseguraba ayer que “golpearemos en el corazón de Francia. En Bamako, en África y en Europa”.

Pese a la inquietud que representa la toma de Diabali, los malienses mantienen su optimismo de los últimos días. En Amandine, una de las cafeterías más concurridas de Bamako, dos blancos charlan de forma distendida. De repente, un cliente del local se les acerca y les dice: “Perdonen que les moleste, pero los he visto entrar y solo quería transmitirles mi agradecimiento y el de todo mi pueblo por lo que han hecho por nosotros, por no habernos dejados solos”. Da media vuelta y se va. En los últimos días ha surgido una enorme corriente de simpatía hacia Francia por toda la capital. Las vendedoras ambulantes ofrecen banderas galas por la calle y los motoristas se atreven incluso a llevarlas amarradas al cuello.

No es de extrañar. Salvo los seguidores de un partido político minoritario, aunque ruidoso, la mayoría de los habitantes de la capital maliense defienden de manera ardiente la intervención francesa. Y hablan de sus soldados casi como libertadores. En Konna, donde tuvo lugar la principal batalla de este conflicto hasta el momento, ya se ha pensado incluso en erigir una estatua o ponerle el nombre de una calle al piloto francés de helicóptero que falleció en combate el pasado viernes. El país se encuentra en estado de emergencia, pero ayer, tras una semana de parón, se reanudaron las clases en la capital y miles de niños con sus uniformes azul celeste volvieron a madrugar para ir al cole. La guerra resuena a 400 kilómetros, pero en Bamako la vida continúa.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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