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Hagel, a la defensiva en el Senado por su pasado pacifista y sus críticas a Israel

Obama y Hagel comparten una visión de la política exterior y de seguridad distinta a la que EE UU venía practicando anteriormente

Antonio Caño
Chuck Hagel escucha una de las preguntas de los miembros del Senado.
Chuck Hagel escucha una de las preguntas de los miembros del Senado.Andrew Harrer (Bloomberg)

Chuck Hagel, el hombre designado por Barack Obama como próximo secretario de Defensa, trató este jueves de rebatir en el Senado su fama de pacifista, crítico de Israel y apaciguador con Irán. Aunque, para ello, defendió el mantenimiento del poder militar de Estados Unidos y las tradicionales prioridades y alianzas de la política exterior norteamericana en Oriente Próximo, su confirmación, a la que se oponen destacados republicanos, está en el alero.

Uno de los momentos más difíciles de la comparecencia de Hagel ante el comité de Fuerzas Armadas del Senado ocurrió cuando el senador de Texas Ted Cruz le recordó una entrevista en Al Jazeera en la que se le preguntó si creía que EE UU actuaba como “el matón del mundo”, y él contestó que sí, que esa era “una observación correcta”. El aspirante a secretario de Defensa salió del trance con justificaciones vagas.

Hagel es un personaje bastante peculiar para estar al frente del Pentágono. Aunque sería el primero en ese cargo que hubiera vestido antes el uniforme militar -el único que ha conocido de cerca la guerra-, sus posiciones se han alejado con frecuencia de la ortodoxia dominante en Washington, y sus críticos exceden el número recomendable para la gestión tan difícil que tendría por delante.

Su designación responde a la confianza que Obama le tiene. Ambos se conocieron en los años en que coincidieron en el Senado, y viajaron juntos a algunas zonas de conflicto, lo que les permitió desarrollar una estrecha amistad. Los dos comparten, sobre todo, una visión de la política exterior y de seguridad distinta a la que EE UU venía practicando durante las últimas administraciones republicanas.

Si alguna vez llego a estar en una posición de influencia, haré todo lo que esté en mi mano para evitar la guerra innecesaria y sin sentido”

Pese a que es republicano y representó a ese partido en un escaño senatorial por Nebraska, rompió con sus compañeros al oponerse de forma ferviente a la guerra de Irak. Tampoco se le perdonan anteriores declaraciones en las que afirmaba que Israel ejercía un cierto chantaje sobre la política de EE UU y en las que propiciaba el diálogo con las autoridades de Irán, a las que ha llegado a considerar representantes de su pueblo. Las quejas conservadoras sobre Israel e Irán son compartidas por muchos demócratas.

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Los demócratas parecen haber aceptado las explicaciones que Hagel ha dado al respecto y, como manifestó ayer el presidente del comité de Fuerzas Armadas del Senado, Carl Lewis, en la comparecencia del designado, están dispuestos a darle luz verde. Pero la resistencia entre los republicanos es todavía muy fuerte.

El senador de más rango entre los republicanos en ese comité, James Inhofe, anunció que votará en contra. “Su historial demuestra un apoyo a políticas que disminuyen el poder y la influencia de EE UU en el mundo, así como unos recientes cambios de posición que parecen basados en la conveniencia más que en profundas convicciones”, dijo Inhofe.

Hagel explicó que cree y que siempre ha creído en que “EE UU tiene que mantenerse implicado en los problemas del mundo, no retirarse del mundo”, e insistió en que Israel es el gran aliado norteamericano y lo seguirá siendo. Afirmó, igualmente, que, en cuanto a las relaciones con Irán, “todas las opciones deben de estar sobre la mesa”, sugiriendo que no se opone a tomar acciones militares para detener el programa nuclear de ese país. Pero todos estos argumentos pueden ser insuficientes para despejar las sospechas que ha despertado este personaje, un veterano de la guerra de Vietnam profundamente afectado por la crudeza de aquella campaña y por sucesos como el rescate, en circunstancias extremas, de su propio hermano, junto a quien combatió en la misma unidad.

Esas sospechas están basadas en declaraciones como la que Hagel hizo el año pasado, precisamente en un acto de recuerdo a Vietnam: “No soy un pacifista. Creo en el uso de la fuerza, pero solo como resultado de un proceso de decisión muy cuidadoso. La noche en que Tom (su hermano) y yo fuimos evacuados heridos de aquella aldea en abril de 1968, me dije a mí mismo: si salgo de esta y alguna vez llego a estar en una posición de influencia, haré todo lo que esté en mi mano para evitar la guerra innecesaria y sin sentido”.

Vietnam no es la única sombra. Hagel ha respaldado una plataforma que defiende la eliminación total de las armas nucleares para 2030 y, más recientemente, criticó el incremento de fuerzas en Afganistán, decidido por Obama. El senador John McCain, cuya posición puede ser vital para la confirmación, presionó al candidato sobre éste último asunto. “¿Sigue usted creyendo que la ampliación en Afganistán, como en Irak, fue un error?”, le preguntó. Hagel se negó a responder de forma clara.

Todas estas polémicas han dejado en segundo plano una de las principales razones por las que Obama designó a Hagel, dirigir la reducción del presupuesto militar. La Casa Blanca, probablemente, pensó que nadie mejor que un republicano condecorado con dos corazones púrpura por salvar la vida de compañeros en combate para convencer a los generales de la necesidad de reducir sus gastos. Hagel comparte la necesidad de revisar ese presupuesto, pero ayer se le vio tan a la defensiva en el Senado que quizá nunca tenga que hacerlo.

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