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CONFERENCIA DE SEGURIDAD EN MÚNICH

La guerra de Malí abre una nueva grieta en la relación entre Alemania y Francia

La Conferencia de Seguridad de Múnich revela las carencias en la cooperación militar europea Alemania apoya la misión con 40 instructores y dos aviones: "Es lo que hace falta", dice el ministro

El ministro alemán de Exteriores Guido Westerwelle, con la jefa de la diplomacia común europea, Catherine Ashton, en la Conferencia de Múnich.
El ministro alemán de Exteriores Guido Westerwelle, con la jefa de la diplomacia común europea, Catherine Ashton, en la Conferencia de Múnich.BRITTA PEDERSEN (EFE)

La guerra fría ronda el lujoso hotel Bayerischer Hof de Múnich como un ectoplasma apegado a las décadas en las que fue protagonista indiscutible de las Conferencias de Seguridad. Este año, las vistosas desavenencias entre Rusia y Estados Unidos sobre la guerra en Siria han echado un velo sobre las brechas crecientes entre Alemania y sus socios europeos. Pero la agenda de la Conferencia de este año había puesto el foco sobre los dos escenarios principales de la discordia. Primero, el bélico en Malí, donde Francia se ha metido en una operación militar para la que echa de menos un apoyo alemán digno de mención. El otro es la crisis de la deuda europea desatada hace tres años, en los que Alemania ha ido imponiendo a la Eurozona sus recetas de austeridad presupuestaria a cambio de multimillonarios préstamos con los que lo países más afectados por la crisis, como España, aspiran a evitar la bancarrota. Los representantes del Gobierno llegados de Berlín tratan de ahuyentar otro viejo fantasma de las relaciones europeas, aquel sonderweg que designaba la excepcionalidad alemana respecto a los intereses y los problemas sus vecinos o de sus socios.

El sábado, el ministro de Defensa, Thomas de Maizière, tuvo una salida involuntariamente cómica cuando le preguntaron por qué Alemania sólo aporta dos aviones de transporte a los esfuerzos bélicos franceses en Malí: “Es lo que hace falta”. Como en su discurso de la víspera, el Ministro dedicó varios minutos de su rueda de prensa a aplaudir la intervención militar francesa. Acto seguido anunció que Berlín enviará 40 instructores militares en una misión de apoyo de la Unión Europea.

Además, Alemania se plantea apoyar a la fuerza aérea francesa con aviones cisterna. Según dijo en tono de leve reproche, esto plantea dificultades técnicas porque los jets de combate franceses no están totalmente homologados con los sistemas de la OTAN. Francia tiene 3.500 soldados destacados en Malí, con los que combate a las fuerzas islamistas que emprendieron la conquista del sur del país hace unas semanas.

Estas diferencias franco alemanas habían quedado claras desde la víspera, cuando Jean-Claude Mallet, que representó en Múnich al ministro de Defensa francés Jeran-Yves Le Drian, evitó mencionar a Alemania entre los países que están apoyando a Francia en su operación contra los islamistas de Malí. Le Drian había cancelado su participación en la conferencia para acompañar al presidente François Hollande en su visita a la ciudad liberada Tombuctú. Durante un debate celebrado poco antes, el ministro alemán de Exteriores, Guido Westerwelle, justificó a regañadientes la escasez de la participación alemana en una operación que no dejan de encomiar. Como de Maizière, Westerwelle entonó la cantinela oficial de “el compromiso alemán” en otros conflictos internacionales, como Afganistán.

Alemania ya evitó ayudar a sus socios en la guerra de Libia, hace dos años, cuando se abstuvo de apoyar la resolución contra Muamar el Gadafi en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pero el caso actual es todavía más irritante para los franceses, porque entonces había diferencias políticas. Teniendo en cuenta que aportan 40 instructores de retaguardia y un par de aviones de transporte, los encendidos elogios oficiales de Alemania al arrojo francés resultan, a ojos franceses, desconcertantes.

También se encargó de recitar frases hechas del Gobierno alemán el ministro de Hacienda Wolgang Schäuble. Fue en el debate sobre la crisis europea, en la que volvió a descartar que Alemania adopte medidas expansivas para aliviar la crisis de sus socios. El ministro español de Exteriores José Manuel García-Margallo, sentado a su izquierda en una mesa de debate que compartían con el jefe del Deutsche Bank, solicitó en cambio nuevos avances políticos para la Eurozona, como la puesta en marcha de una Unión Bancaria eficiente. Añadió que “no puede haber consolidación si no hay crecimiento”.

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El Gobierno de Mariano Rajoy ha mandado a Berlín varias peticiones públicas en el mismo estilo. Schäuble y Angela Merkel han insistido en que no cambiarán de vía, pero según dijo García-Margallo tras su intervención en Múnich, Madrid confía en que el mensaje cale entre los dirigentes alemanes.

Si algo quedo claro en la Conferencia de Seguridad es que Europa está muy lejos de una mayor coordinación militar. La creciente erosión, debida a la crisis, de los proyectos de unión monetaria y política diluye aún más los calurosos votos de compromiso entre los europeos. Cada vez son menos creíbles tanto en la guerra como en la finanzas.

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