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Lo que puede cambiar en la Iglesia con la renuncia de Benedicto XVI

El Derecho Canónico sólo prevé que un Papa dimita en caso de imposibilidad mental

Juan Arias
Benedicto XVI después de ser elegido Papa, en 2005.
Benedicto XVI después de ser elegido Papa, en 2005.Domenico Stinellis (AP)

Que un Papa renuncie a su cargo, después de 717 años sin que un Pontífice lo hiciera, no solo es un gesto sorprendente sino que puede acarrear consecuencias impensables para la Iglesia y el Vaticano. A pesar de que el motivo por el que Benedicto XVI renuncia a su cargo ha sido el de su salud precaria, no cabe duda de que detrás de ello existen otros motivos que aún desconocemos. Papas mucho más enfermos que él han fallecido sin renunciar a lo que, por ejemplo, Juan Pablo II consideraba que era un deber ineludible de un sucesor de San Pedro: continuar en sus funciones hasta la muerte.

En la historia de la Iglesia, se podría decir que el Papa Ratzinger ha sido el primero -entre uno y cuatro, según diferentes historiadores- en una veintena de siglos que ha renunciado a su cargo, ya que la renuncia de Celestino V, en 1296, fue del todo especial ya que era un monje al que prácticamente le obligaron a aceptar el papado contra su voluntad y reconoció enseguida que no estaba preparado para aquel oficio.

Desde entonces, Benedicto XVI ha sido el único papa “normal” que ha decidido abandonar sus funciones a pesar de que hasta teológicamente siempre se ha discutido si un Papa puede renunciar a su cargo.

El Derecho Canónico prevé que un Papa deje sus funciones en caso de que esté en pleno uso de sus facultades mentales y haga la renuncia expresamente pública. Solo cuando el progresista Juan XXIII anunció de sorpresa la convocatoria de un Concilio Ecuménico hace ahora 50 años, algunos cardenales conservadores, entre ellos el entonces cardenal de Génova, Giuseppe Siri, habían tentado deponer al Papa Roncalli alegando que había perdido el juicio.

Cuando en la Iglesia se da un gesto de ruptura histórica como el que acaba de anunciar Benedicto XVI, no cabe duda que ello puede desencadenar por efecto dominó una serie de imprevistos empezando por el problema de su sucesión que podrá ser totalmente diferente de los anteriores, dado, además, que a ese cónclave va a asistir seguramente por la primera vez en la Historia, la persona a la que un cardenal deberá suceder. Y no es impensable que Benedicto XVI, aunque ya no Papa, pueda tener un influjo especial en el nombramiento de su sucesor. Para bien o para mal.

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