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Los republicanos bloquean el nombramiento del secretario de Defensa

La insólita maniobra de la oposición corrobora la controvertida personalidad de Chuck Hagel

Antonio Caño
Chuck Hagel, propuesto por Barack Obama para ser el próximo secretario de Defensa.
Chuck Hagel, propuesto por Barack Obama para ser el próximo secretario de Defensa.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

El hostigamiento del Partido Republicano al Gobierno de Barack Obama ha alcanzado nuevas cotas con el insólito bloqueo del nombramiento de Chuck Hagel como secretario de Defensa, una medida que mina automáticamente la autoridad de quien tendrá que dirigir el Ejército de la primera potencia mundial y que deja temporalmente en suspenso la formación del nuevo equipo de seguridad de Estados Unidos.

Nunca en el historia la oposición había recurrido al obstruccionismo parlamentario que le permite la ley para impedir la confirmación de un secretario de Defensa. Por su naturaleza es uno de los cargos más sensibles del país y, por eso mismo, uno de los pocos en los que se solía respetar sin grandes objeciones la voluntad el presidente.

El bloqueo es una constatación de que la hostilidad de los republicanos hacia Obama no se ha atenuado tras las elecciones y que no están dispuestos a hacerle la vida más fácil en este segundo mandato

Que esta vez no haya ocurrido así es, por un lado, una prueba de lo controvertida que resulta la figura de Hagel. Pero, sobre todo, es la constatación de que la hostilidad de los republicanos hacia Obama no se ha atenuado tras las elecciones y que no están dispuestos a hacerle la vida más fácil en este segundo mandato.

Hagel es, efectivamente, un hombre algo inusual como jefe del Pentágono. Crítico en el pasado de la influencia que Israel ejerce sobre la política exterior norteamericana y firmante de un manifiesto contra las armas nucleares, entre otras particularidades de su trayectoria, Hagel es, pese a su afiliación al Partido Republicano, un personaje a cierta distancia del pensamiento dominante en Washington.

Durante la audiencia en el Senado, corrigió algunas de esas posiciones y ratificó la alianza estratégica entre EE UU e Israel. Pero, nervioso y algo incoherente, no ofreció una imagen sólida en esa comparecencia. Obama, no obstante, sigue creyendo en él, y la Casa Blanca ha asegurado que no tiene ningún duda de que, una vez confirmado, cumplirá eficazmente con la política que el presidente decida.

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Sin embargo, la irritación de los republicanos no es solo con Hagel. Algunos de los que han bloqueado su nombramiento dicen haberlo hecho para que la Administración revele más datos sobre el famoso ataque del 11 de septiembre pasado contra el consulado norteamericano en Bengasi, en el que murió el embajador y otros tres funcionarios.

Concretamente, la oposición quiere saber qué hizo Obama esa noche, qué decisiones tomó al conocer el ataque. Tratando de evitar este conflicto, la Casa Blanca envió ya una nota a los senadores reconociendo que Obama no llamó, personalmente, al presidente de Libia, sino que lo hizo la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton.

Esa admisión no ha contentado a los republicanos, que aún creen que, pese a que tanto Clinton como el actual secretario de Defensa, Leon Panetta, declararon ante el Congreso sobre Bengasi, la Administración está escondiendo algo en relación con ese episodio. Aunque así fuese, resulta sorprendente la utilización de un caso como el de Bengasi, con el que Hagen no tiene absolutamente nada que ver, para paralizar su nombramiento.

Hagel es, pese a su afiliación al Partido Republicano, un personaje a cierta distancia del pensamiento dominante en Washington

Obama ha acusado a la oposición de estar “haciendo política con la seguridad nacional”. Los republicanos lo justifican diciendo que necesitan más tiempo para estudiar la situación. Hagel fue ratificado por el comité de Fuerzas Armadas del Senado –solo con los votos del Partido Demócrata- el pasado martes. Dos días después fue sometida al pleno y los demócratas se quedaron a dos votos de los 60 que se requieren para evitar el obstruccionismo. Aunque los demócratas tienen 55 de los 100 escaños de esa cámara, la ley le permite a la oposición impedir cualquier votación si la mayoría no llega a 60.

Ahora habrá que esperar al menos dos semanas más para la confirmación de Hagel, por lo que, para empezar, no podrá acudir la próxima semana a la cumbre de la OTAN en la que se decidirá el futuro de la guerra de Afganistán, un asunto crucial para EE UU.

El mejor de los escenarios futuros, y el más probable, es que Hagel sea, finalmente, confirmado después de haberle hecho pasar a él y a Obama por este embarazoso paréntesis. Pero, con dos semanas por delante, nadie sabe si aún pueden producirse novedades que impidan definitivamente su nombramiento.

Hagel es amigo de Obama desde que ambos coincidieron como senadores. Probablemente, en ese momento, fue la originalidad del pensamiento de Hagel lo que despertó la atención del ahora presidente. Pero también su hoja de servicios. Hagel es poseedor de dos corazones púrpura por el valor demostrado como combatiente en la guerra de Vietnam, de la que salió con un espíritu pacifista muy común en esa generación. Sería el primer jefe del Pentágono de la historia que ha escuchado antes el sonido de las balas en el campo de combate.

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